Los medios de comunicación fabrican recuerdos y emociones
Los medios de comunicación nunca habían tenido tanto poder como ahora. Están presentes no solo en la vida pública, sino que penetran la intimidad de las personas con facilidad. De hecho, se puede afirmar que influyen de manera decisiva en la formación de la conciencia individual y colectiva.
La función esencial de los medios de comunicación tiene que ver precisamente con informar y con plantear diferentes puntos de vista sobre un mismo acontecimiento. Fueron creados para permitir que las personas estuvieran informadas y pudieran construir una visión de la realidad que orientara mejor su conducta.
Sin embargo, durante las últimas décadas hemos visto cómo los medios de comunicación han sido sistemáticamente utilizados para ofrecer una sola perspectiva de la realidad: la de los poderes políticos y económicos. Dejaron de cumplir con su función básica de informar y en gran medida se han convertido en propagandistas de alguna ideología. ¿Hasta qué punto manipulan la conciencia de la gente? Veamos.
“La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”.
-Joseph Goebbels-
Los medios de comunicación y el enemigo absoluto
No es exagerado decir que los medios de comunicación se han convertido en fabricantes de emociones. Según un estudio llevado a cabo en 2019, una de las estrategias básicas para cumplir con esa labor es la construcción de un enemigo absoluto.
Recordemos que el primer postulado de la propaganda nazi creado por Joseph Goebbels es el “principio de simplificación y del enemigo único”. La simplificación consiste en adoptar una sola idea y un símbolo específico. El enemigo único es una suerte de chivo expiatorio. Algo así como el malqueda condensado en una única persona o grupo.
De este modo, se configura el esquema básico de todo cuento infantil. De un lado están “los buenos”, expresados en una idea genérica como “justicia”, “libertad”, “progreso” o algo similar. Quedan representados en un personaje o un símbolo. Del otro lado, están “los malos” que vienen a ser los portadores de todo lo negativo que pueda existir. Usualmente, los guía la maldad pura, la perversión o la locura.
El mensaje se repite tanto, y de tantas formas, que el público termina reaccionando como se espera: sintiendo identidad e incluso afecto por “los buenos” y temiendo y odiando a “los malos”. Sin embargo, cualquiera que se adentre un poco más en los acontecimientos descubre con facilidad que las cosas no son tan simples. Lo que suele haber es un entramado de intereses y complejidades históricas en la que no caben perspectivas tan pueriles.
¿Los medios de comunicación crean recuerdos?
Los medios de comunicación también son capaces de crear recuerdos, y lo hacen por la vía más expedita: revisando la historia y alterando su narrativa. De manera deliberada, se habla de ciertos hechos como si hubiesen tenido su origen hace un mes, cuando en realidad son fruto de una larga, y por lo general contradictoria, cadena de acontecimientos.
También se eliminan ciertos aspectos incómodos del pasado, por la vía de no referirse a ellos cuando se habla del ayer. Se menciona todo lo que sucedió, excepto aquello que resulta impresentable o que ofrece las claves para saber quién es quién o qué es qué.
Así mismo, llegan a sublimarse o adornarse diversas atrocidades con tal de mantener la narrativa de buenos y malos que a tantos espectadores les gusta recibir. Sucede dentro de las regiones, dentro de los países y a nivel mundial.
¿Por qué? ¿Para qué?
Una buena parte de los medios de comunicación son también grandes empresas, lo cual es maravilloso, al menos en principio. El problema viene cuando muchos de ellos tienen un vínculo directo con los poderes políticos y económicos. Eso les lleva a buscar favores, promover ideologías o evitar enemistades. También hace que pierdan su independencia.
Ningún medio puede ser totalmente objetivo. Lo que sí pueden y deben hacer es garantizar un mínimo de imparcialidad y de respeto por su público. Esto supone, cuando menos, dos acciones básicas. La primera es que hagan una declaración de intereses. Si tienen algún interés particular comprometido, el público debe saberlo. Si se crearon para promover un determinado enfoque del mundo, también deberían advertirlo.
En segundo lugar, si su papel es informar con veracidad, siempre deben cubrir todos los ángulos de un hecho. No solo consultar lo que opina una de las partes involucradas en un suceso, sino a todas, ojalá en igualdad de condiciones. Los medios de comunicación que no ofrezcan esos mínimos sencillamente no están informando, sino manipulando.
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- Reig, R. (2004). Dioses y diablos mediáticos: cómo manipula el poder a través de los medios de comunicación.