Mentalidad transaccional: cuando esperas recibir lo mismo que das
La mentalidad transaccional es aquella que concibe las relaciones como quien hace negocios. Se espera que todo lo invertido genere rendimientos y ofrezca sus equiparables ganancias en un tiempo determinado. Sin embargo, como bien sabemos, en el mundo de las relaciones humanas esta fórmula no siempre funciona
Las amistades, las relaciones afectivas e incluso las familiares no siguen esa ecuación equilibrada de “tanto doy, tanto recibo”. Esto es algo que aprendemos con el tiempo, y aquel que no lo acepte estará condenado a darse de cabezazos en el muro de la frustración.
¿Significa esto que en nuestros vínculos sociales y afectivos no debemos esperar nada de los demás? En absoluto. Lo cierto es que merecemos mucho de los demás. Aquello que deben ofrecernos las personas que forman parte de nuestra vida es afecto, confianza, reconocimiento, apoyo, bienestar…
Entender las relaciones como negocios mercantiles en los que cada acto, gesto o favor debe ser devuelto de manera equitativa es una forma inútil de sufrimiento.
El simple acto de dar ya resulta lo bastante satisfactorio para aquellos que se limitan a actuar desde el corazón y siguiendo sus valores.
Mentalidad transaccional, tanto doy tanto debo recibir
No nos engañemos. Cada uno de nosotros escondemos ciertas pinceladas de mentalidad transaccional. Queremos y esperamos que todas nuestras buenas acciones y esfuerzos se vean reconocidos y también recompensados.
Si hoy pides un permiso en el trabajo para llevar a ese amigo al aeropuerto, esperas que el día de mañana él haga algo similar por ti. Asimismo, si cada día dedicas un tiempo considerable a atender a ese hermano que está en el hospital, guardas la esperanza de que ese gesto sea valorado y devuelto de algún modo.
Sin embargo, a menudo descubrimos con apuro y desconsuelo que muchos esfuerzos quedan en saco roto. En la vida, tomamos conciencia de que no todo el mundo tiene en cuenta nuestros gestos y que lo invertido, no nos ofrece excesivas ganancias al final del año. Ante este panorama interno de desengaños y desencantos, solo cabe una opción: cambiar el enfoque.
La mente transaccional o la personalidad igualadora
Este término es interesante y vale la pena tenerlo en cuenta: personalidad igualadora. ¿A qué nos referimos con él? Es fácil de entender. En el momento en que nos obsesionamos con esa reciprocidad milimétrica de “tanto doy, tanto debo recibir”, no tarda en aparecer un curioso fenómeno.
Cuando aquellas personas que esperan obtener lo mismo que invierten descubren que esto no sucede, inician el camino opuesto: “si no me das, yo te quitaré a ti”. La personalidad igualadora no duda en dar como en quitar con base a cómo se comporten los demás con ella.
¿Qué consecuencias tiene este enfoque psicosocial? Muchos pensarán que resulta justo. ¿Por qué ser considerados con alguien que no es capaz de devolver los favores? Bien, hacer uso de esta perspectiva de manera continuada genera un progresivo desgaste al concebir las relaciones como relaciones mercantiles.
Al situar a todo el mundo en una balanza para sopesar si lo que invertimos es lo mismo que obtenemos, nos convertimos con el tiempo en ávaros emocionales. También en personalidades frustradas porque pocas veces nos sentiremos del todo satisfechos…
La reciprocidad no es igual a justicia universal
Lo cierto es que es muy fácil caer en la trampa de la mentalidad transaccional y en el malestar que ello conlleva. Esto se debe a que, a menudo, reforzamos una idea equivocada de lo que es la reciprocidad.
Trabajos de investigación como los realizados en la Universidad Estatal de Ohio nos indican que el comportamiento prosocial es paradójico y que la reciprocidad se expresa de muchas maneras. Sin embargo, no podemos concebirla a través de una mentalidad transaccional.
Las relaciones no pueden basarse en una especie de justicia social en la que centrarnos solo en aquello que recibimos de los demás de manera equitativa. Hay muchas maneras en que los nuestros nos hacen llegar su afecto y reconocimiento.
Puede que ese hermano no te llame tantas veces como tú a él. Sin embargo, siempre está cuando lo necesitas Puede que ese amigo no te haya devuelto ese favor que le hiciste hace un mes, pero a pesar de ello se interesa por ti a diario y es alguien en quien puedes confiar…
Así son las personas con mentalidad transaccional: cobradores de favores
Hemos señalado anteriormente que todos albergamos algunos matices de esta característica en cierto modo. Sin embargo, abundan los que evidencian una mentalidad transaccional muy obsesiva.
Son personas con grandes carencias que terminan volviéndose tan demandantes como exigentes. Miden de manera milimétrica cada gesto y esfuerzo que hacen por los demás (y que nadie les ha pedido) para exigir la contrapartida después.
En caso de no recibir lo que esperan acusan, critican y manipulan. No dudan en victimizarse, en reprochar lo irreprochable y en hacer sentir culpables a los demás. Son esos familiares y amigos que nos increpan aquello de “con todo lo que hago por ti y así me lo devuelves”. Todos conocemos a alguien con este perfil y sabemos el impacto que puede tener…
Actúa según tus valores, ofrece lo que dicte el corazón y serás feliz
Es cierto que las relaciones felices y significativas se basan en la reciprocidad. Sin embargo, cuidado. No se trata de una reciprocidad transaccional de “tanto das, tanto debes recibir”. La reciprocidad más satisfactoria es aquella que actúa desde el corazón.
“Te doy porque así lo quiero, porque así soy yo. Te ofrezco cuando así lo siento, quiero y necesito, con libertad y sinceridad, sin presiones”. Asimismo, tengamos presente un aspecto: la generosidad, el altruismo, el dar porque así lo deseamos sin obsesionarnos en que nos lo devuelvan revierten en el bienestar y la felicidad.
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