Modelo PARCUVE y el origen del dolor emocional: ¿en qué consiste?
El modelo PARCUVE es un recurso terapéutico creado por el psicólogo Manuel Hernández, especialista en apego, neurobiología y emociones. Se trata de un interesante avance en la comprensión de los comportamientos psicopatológicos, al profundizar sobre todo en esa sutil relación existente entre lo emocional y lo cerebral.
En este contexto, no podemos dejar de lado algo evidente. Todo evento traumático experimentado de manera temprana o incluso en la madurez deja una mella profunda a nivel cerebral. Esa alteración puede traducirse en infinitos problemas posteriores, como el agotamiento mental, la dificultad para manejar emociones, los cambios en la personalidad y sobre todo la dificultad para tener el control sobre la propia vida.
Este modelo nos aporta una visión integral, práctica y e ilustrativa para comprender y abordar muchas realidades psicopatológicas. En él se integran aspectos relativos al apego y todo lo relativo a la neurociencia y el universo emocional.
Modelo PARCUVE: objetivos y características
Hay un concepto erróneo que prevalece con frecuencia sobre los traumas. A menudo se asume que estas vivencias adversas, como el no ser amados en la infancia, destruyen la vida de uno para que siempre. Y que, por tanto, nos convertimos en víctimas ad eternum. No podemos ignorar la capacidad de crecimiento y de cambio del ser humano.
Bien es cierto que ese viaje de sanación y abordaje de los problemas psicológicos es diferente en cada persona. Cada uno arrastra consigo unas historias únicas y unas narrativas mentales que intensifican en mayor o menor grado el sufrimiento. No hay dos casos iguales.
Sin embargo, cada vez contamos con más recursos psicológicos. Ejemplo de ello es el trabajo de investigación que publicó la Universidad de Emory en Atlanta en el 2018.
Enfoques como la terapia de procesamiento cognitivo (TPC) o la terapia cognitiva conductual (TCC), por ejemplo, son dos metodologías ampliamente avaladas en el tratamiento de los traumas. Sin embargo, enfoques tan revolucionarios y consistentes como el Modelo PARCUVE se alzan como nuevas perspectivas altamente interesantes.
En el modelo PARCUVE la ruptura en las relaciones de apego, ya sean reales o imaginarias, deriva en una experienca casi continuada de rabia y miedo. También de sentimientos de vergüenza.
¿Cuál es su finalidad y cómo se plantea?
El modelo PARCUVE es un acróstico de (P) pánico, (A) ansiedad, (R) rabia, (CU) culpa y (VE) vergüenza. Se trata de un enfoque en el que Manuel Hernández construye una interesante jerarquía ontogenética de las emociones y sus correlatos conductuales.
Esta interesante teoría tiene como objetivo habilitar a las personas en la comprensión de sus historias, dándoles herramientas para regular tanto su universo emocional como el cognitivo (ideas, esquemas de pensamiento, creencias, actitudes, etc.).
Se trata de un enfoque que parte, por un lado, de las teorías sobre el funcionamiento del cerebro del Premio Nobel Gerald Edelman y, por otro, se enfoca en los sistemas de recompensa y castigo a nivel neurobiológico y en el fenómeno kindling-sensibilización descrito por John D. Teasdale. Esta última característica explica por qué algunas personas se muestran más vulnerables tras varios episodios depresivos.
El modelo PARCUVE, se representa en una matriz de tres anillos. En ella, se ofrece una explicación ilustrativa sobre cómo determinadas emociones conforman en ocasiones realidades psicopatológicas. Profundizamos en ellas.
En esta propuesta miedo y pánico aparecen de manera separada. Esto explicaría por qué a menudo tratamientos farmacológicos logran tratar los miedos, pero no siempre los ataques de pánico. La causa está en que presentarían dos orígenes distintos.
Primer anillo: las 5 emociones que retroalimentan el trauma y sufrimiento psicológico
Según este enfoque terapéutico, hay 5 emociones clave que apuntalan la persistencia del sufrimiento y la resistencia del trauma psicológico. Son emociones que activan diferentes circuitos cerebrales que condicionan la forma de pensar y también el comportamiento. Son las siguientes:
El miedo
Esta emoción nos protege de las amenazas, sin embargo, muchas veces su disparador es del todo irracional. Además, actúa a nivel somático (cuerpo), a nivel cognitivo (pensamiento) y además puede elevar la valencia de otras dimensiones como la ansiedad o el estrés. Asimismo, el miedo es la base de las fobias.
La culpa
Buena de las personas que han experimentado un trauma cargan sobre ellas más de un sentimiento de culpa. Son situaciones en las que la mente no deja de darle vueltas a lo sucedido proyectando sobre uno mismo toda responsabilidad.
La vergüenza
La vergüenza es una emoción autodevaluativa. Está presente en muchos de quienes han sufrido problemas de apego.
La rabia
John Bowly explicó a raíz de sus teorías sobre el apego que muchos niños que sufren el abandono de alguno de sus experimentan una alta carga de rabia. Tanto hacia ellos mismos como a los demás.
Pánico y conexión
Esta dimensión dual define un comportamiento casi prototípico en todos los supervivientes del trauma: necesidad de conectar con los demás, pero a la vez temor a ser heridos de nuevo.
Segundo anillo: acciones que refuerzan el malestar
Cada una de las emociones anteriormente señaladas dan paso a una serie de conductas y acciones que pueden retroalimentar la persistencia de más de un trastorno psicológico.
- El miedo da paso a conductas fóbicas.
- La culpa puede hacer que uno se atribuya a sí mismo todo lo negativo que le sucede. A veces, en lugar de proyectarse sobre uno mismo, puede volcarse sobre otros hasta el punto de culpabilizar a los demás de cualquier malestar, error o decepción. De ese modo, uno nunca llega a responsabilizarse de sí mismo.
- La vergüenza puede materializarse en dos tipos de conductas: el cuidador o el narcisista. El primero buscará priorizar a los demás para ganarse la aceptación ajena. El segundo buscará someter a los demás para no volver a sentir vergüenza de sí mismo.
- La rabia puede traducirse tanto en autolesiones (si se proyecta sobre uno mismo) o en reacciones violentas hacia los demás (si se proyecta hacia el exterior).
- El pánico/conexión. En este caso, puede dar pie a dos comportamientos muy concretos: a la evitación persistente como forma de no volver a sufrir la sensación de soledad o, por el contrario, a la necesidad de controlar a los demás para no ser rechazados.
Tercer anillo: personalidades asociadas a los traumas
El modelo PARCUVE enseña que muchos de muchas emociones de valencia negativa surgidas a raíz de nuestros problemas de apego o hechos traumáticos pueden dar forma a diferentes estilos de personalidad. De hecho, es común que un buen número de supervivientes de un hecho adverso procesen su realidad de un modo muy concreto:
- El miedo puede dar paso a personalidades fóbicas, evitativas e incluso adictivas.
- La culpa puede ser la base de una personalidad perfeccionista o, por el contrario, indolente, de las que no se esfuerzan por nada.
- La vergüenza se materializa en perfiles dependientes o narcisistas.
- En el caso de la rabia, podemos tener a personas controladoras y manipuladoras, o en su reverso a alguien que se odia a sí mismo.
- En el caso del pánico/conexión podríamos encontrar personas dependientes o con tendencias agresivas debido a su temor al rechazo, la soledad y el abandono.
Para concluir, estamos ante un modelo muy ilustrativo, sencillo y práctico que nos permite comprender ciertas distorsiones en la manera de pensar, de actuar y de construir relaciones claramente infelices y problemáticas. Las emociones son ese elemento nuclear que actúan como elementos ontogénicos de muchas conductas patológicas.
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- Manuel Hernandez Pacheco (2017): Apego y psicopatología: la ansiedad y su origen. Desclee de Bouwer. Coleccion Serendipia.
- Teasdale, J.D. (1988). Cognitive vulnerability to persistent depression. Cognition and Emotion, 2, 247-274.
- Watkins, L. E., Sprang, K. R., & Rothbaum, B. O. (2018). Treating PTSD: A Review of Evidence-Based Psychotherapy Interventions. Frontiers in behavioral neuroscience, 12, 258. https://doi.org/10.3389/fnbeh.2018.00258