Ni perro ni lobo, psicología de un viejo indio

Ni perro ni lobo, psicología de un viejo indio
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 23 abril, 2020

“La tierra es profunda, y su sabiduría es grande. Escucha a las piedras, y escucha al viento. Si todos hicieran algo por los demás, no habría nadie necesitado en todo el mundo.”

En el libro “Ni Lobo ni Perro. Por Senderos Olvidados con un Anciano Indio”, Kent Nerburn, nos traía el testimonio y las palabras de un indio Lakota. En ocasiones, siempre vale la pena recordar o volver la vista hacia estos pueblos tan diferentes a nuestro propio estilo de vida.

¿Y por qué?, te preguntarás. Tal vez porque no está demás conocer algo nuevo cada día, algo que tiene que ver con nuestra naturaleza como seres humanos. En ocasiones, casi sin darnos cuenta, solemos vestir las prisas con el café de la mañana, amarrándonos con obligaciones y preocupaciones mientras cerramos las ventanas a aquello que, posiblemente, nos da el oxígeno y la luz. Lo verdaderamente importante.

Los pensamientos de los indios Lakota se arraigan en las cosas sencillas que componen por sí mismas, un auténtico legado psicológico que bien merece la pena ser recordado para tenerlo en cuenta. Se trata de un tipo de sabiduría que puede ayudarnos perfectamente a desarrollar unas competencias sociales y personales, verdaderamente útiles.

EL LEGADO DE UN VIEJO INDIO

-Escucha activa: los indios Lakota solían decir del hombre blanco que arreglaba siempre las cosas discutiendo. Que eran incapaces de escucharse los unos a los otros para aprender. Esta es sin duda una dimensión esencial en muchas perspectivas de la psicología actual: la escucha activa. “Nosotros los indios sabemos del silencio. No le tenemos miedo. De hecho, para nosotros es más poderoso que las palabras. Nuestros ancianos fueron educados en las maneras del silencio y ellos nos transmitieron ese conocimiento a nosotros. Observa, escucha y luego actúa, nos decían. Esa es la manera de vivir.”

-Capacidad de aprendizaje: Mantener una mente abierta, saber observar, aprender para adaptarse y sobrevivir. Los indios Lakota vivían de la naturaleza y comprendían la necesidad de aprender día a día de su medio y de las gentes, para avanzar en su medio de existencia.
El respeto era esencial para ellos, de ahí que nunca entendieran por qué el hombre blanco no pudo jamás tener ese mismo punto de vista con ellos. “Observa a los animales para ver cómo cuidan a sus crías. Observa a los ancianos para ver cómo se comportan. Observa al hombre blanco para ver qué quiere. Siempre observa primero, con corazón y mente quietos, y entonces aprenderás. Cuando hayas observado lo suficiente, entonces podrás actuar”.

-Negociación y resolución de conflictos: Todos hemos leído e incluso aprendido  muchas de las pautas redactadas en cientos de libros sobre la resolución de conflictos, articuladas desde varias perspectivas psicológicas. La necesidad de saber escuchar de modo activo, de empatizar con el otro para comprender su punto de vista, y de ser lo suficientemente asertivos para poner en voz alta nuestros pensamientos y necesidades.
Los indios Lakota también lo tenían claro e intentaron transmitirlo al hombre blanco, la necesidad de escuchar, de guardar silencio para entenderse los unos con los otros.

“En sus fiestas todos tratan de hablar. En el trabajo siempre están teniendo reuniones en las que todos interrumpen a todos, y todos hablan cinco, diez o cien veces. Y le llaman “resolver un problema”. Cuando están en una habitación y hay silencio, se ponen nerviosos. Tienen que llenar el espacio con sonidos. Así que hablan impulsivamente, incluso antes de saber lo que van a decir”.  Para los indios esto es muy irrespetuoso e incluso muy estúpido. Si tú comienzas a hablar, yo no voy a interrumpirte. Cuando termines, tomaré mi decisión sobre lo que dijiste, habiendo comprendido primero tu punto de vista.”

El valor que los Lakota atribuían a las palabras era esencial. Para ellos “eran semillas que plantar para dejarlas crecer”. Quizá por ello llegaron a comprenderse y a mantenerse tan unidos como pueblo a la vez que como unidad familiar.
“Raras avis” para los hombres blancos, que jamás parecieron llegar a comprender el por qué  de su tranquila quietud, de su incomprensible harmonía, y de ese aire primitivo íntimamente arraigado a la naturaleza.
Puede que hoy en día sigan pareciéndonos extraños y algo anticuados, pero su legado está trufado de grandes verdades y sencillas enseñanzas que bien merecen ser leídas y escuchadas. En silencio y para nosotros mismos. Para hacernos pensar…


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