No permitas que tus heridas te conviertan en alguien que no eres
Aunque solemos revisar nuestro pasado y aplicar sus enseñanzas, con frecuencia perdemos nuestra identidad emocional como consecuencia de esas heridas que permanecen abiertas.
Esto ocasiona que la herida se enquiste y se infecte cada vez más, mermando nuestra capacidad de ser nosotros mismos y de validar nuestras emociones.
Es probable que estemos muy acostumbrados a vivir con un dolor latente al que no queremos atender y que, incluso, nuestro cerebro haya desconectado su capacidad de sentir para evitar sufrir. Sin embargo, en el fondo sabemos que esto es aquello que nos está impidiendo caminar y que no nos deja disfrutar de lo que tenemos ni amarrar con fuerza el presente.
La verdad es que aunque dicen que el pasado es un viejo amigo que debemos saludar de lejos y con la cabeza, debemos atenderlo y sanarlo para evitar “acomodarnos” a vivir en él.
“Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo.
Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros.
¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!”
-Paulo Coelho-
Limpiar nuestro pasado y desinfectar nuestras heridas
“Lo que una vez disfrutamos, nunca lo perdemos. Todo lo que amamos profundamente se convierte en parte de nosotros mismos.”
-Bernardo Stamateas-
La pregunta del millón es: ¿con qué se infectan las heridas de nuestra alma? Con el sacrificio, con la rabia, con el miedo al abandono, con el despecho, con la invalidez, con la soledad, con la traición, con la falta de apoyo, con la incomprensión, con la tristeza, con los engaños, con los anhelos y con las culpas.
De hecho, es frecuente que nos encontremos en una misma herida a gran parte de esta lista. Pero, ¿qué es lo que podemos hacer para sanarnos de manera definitiva?
- Indaga en tu interior y localiza tus heridas. ¿Dónde duele? ¿Te incomoda hablar de algo o de alguien? ¿Te hace sentir triste o airado? ¿Desde cuándo? ¿Por qué crees que puede ser?
- Habla sobre todo esto. Puede que no resulte fácil, pues nuestras heridas además de doler, nos limitan. Que no te importe el tiempo que llevas callándotelo, vacíate con alguien de confianza. Sacar fuera lo que llevamos dentro es un magnífico bálsamo reparador.
- Drena tus heridas y deja que escuezan, significa curación. Las heridas de nuestro pasado emocional supuran sentimientos, emociones y pensamientos que nos dañan. Por eso, tenemos que dejar de perpetuar su estancia en nuestro interior, pues viven a nuestra costa e inflaman las zonas dañadas hasta límites insospechados.
Drena tus heridas llorando, expulsa tu dolor. Haz lo que quieras, pero condena tu sufrimiento y ciérrale la puerta para que no vuelva a entrar. Entonces sentirás que comienzas a recuperar tu identidad.
¡¡Suelta!!
Si no te trae alegría a tu vida… SUELTA
Si no te ilumina ni te construye… SUELTA
Si permanece, pero no crece… SUELTA
Si te procura seguridad y así te evita el esfuerzo de desarrollarte… SUELTA
Si no brinda reconocimiento a tus talentos… SUELTA
Si no acaricia tu ser… SUELTA
Si no impulsa tu despegue… SUELTA
Si dice, pero no hace… SUELTA
Si no hay un lugar en su vida para ti… SUELTA
Si intenta cambiarte… SUELTA
Si se impone el `yo´… SUELTA
Si son más los desencuentros que los encuentros… SUELTA
Si simplemente no suma a tu vida… SUELTA
SUÉLTATE… La caída será mucho menos dolorosa que el dolor de mantenerte aferrado a lo que FUE PERO YA NO ES