No sé cómo sentirme: ¿por qué ocurre y cómo remediarlo?
A la mayoría de nosotros nos resulta difícil lidiar con nuestras emociones. Hay quienes tienen dificultades para expresar lo que sienten y otros a quienes les cuesta controlarse para no reaccionar de manera desproporcionada. Sin embargo, algunos enfrentan un dilema que resulta mucho más confuso: “no sé cómo sentirme”. ¿Te suena la anterior afirmación? Si es así, has de saber que no estás solo ni has perdido la cabeza, y a continuación descubrirás por qué te ocurre.
Para muchas personas puede resultar inconcebible que alguien no sepa cómo sentirse. Al fin y al cabo, las emociones surgen de forma automática. No obstante, quienes lo hayan experimentado sabrán de lo que hablamos.
La impotencia de querer reaccionar y no saber en qué dirección hacerlo, la confusión de que esas emociones no lleguen solas y tengamos que decidir cuál escoger. Como casi todo, esto también es producto de un aprendizaje disfuncional que podemos y debemos modificar.
¿Por qué no sé cómo sentirme?
Esta curiosa situación se pone de manifiesto en diversos momentos de la vida cotidiana. Por ejemplo, al recibir la nota de un examen podemos no tener claro si alegrarnos o sentirnos insatisfechos por no haber logrado más. En ese momento recurrimos a nuestro entorno para encontrar pistas sobre cómo debemos sentirnos. ¿Los demás nos felicitan efusivamente o no le dan demasiada importancia? El resto de compañeros, ¿han obtenido mejores o peores notas?
También es muy frecuente que esto ocurra ante una discusión, cuando alguien nos falta al respeto o nos trata de manera inadecuada. Sabemos que eso no está bien y, sin embargo, no sabemos si sentirnos tristes o enfadados. No tenemos claro si deseamos alejarnos de la otra persona o dialogar para tratar de solucionar con el conflicto.
¿Cómo puede ser que estemos tan perdidos respecto a nuestros propios sentimientos? Cuando una persona experimenta esta situación de manera frecuente, hay algo claro: se ha desconectado de sí misma. No es que no sepa lo que siente, sino que se ha privado del derecho a sentir. Cuando algo ocurre, no se pregunta cómo le afecta, sino cómo espera su entorno que le afecte.
Apego ambivalente
Si no sé cómo sentirme es porque aprendí a desconectarme de mis propios estados para atender a los de otros. Esto ocurre cuando se establece con los progenitores una relación de apego ambivalente.
Los padres que han producido este tipo de apego tienen un patrón de reacciones poco consecuente, mostrándose a veces muy atentos con el pequeño y otras veces pasivos, indiferentes o incluso molestos. Esto hace que el niño crezca en un mundo afectivo muy impredecible, frente al que no encuentra formas o herramientas de control.
Además, la ambivalencia produce que el niño preste una excesiva atención al otro. Trasladado a la vida adulta, esto aumenta la probabilidad de que la persona actúe para cumplir las expectativas de los demás. ¿Qué pensarán los otros de mi si me enfado? ¿y si me entristezco? ¿cuál de las dos opciones me permitirá ganarme su aprobación?
Generalmente, se trata de individuos con grandes inseguridades y baja autoestima. La necesidad de agradar, de encajar, de dar una imagen apropiada pesa más a nivel inconsciente.
¿Qué hacer si no sé cómo sentirme?
En primer lugar, no te culpes; la estrategia de desconectarte de tus propias necesidades para atender al exterior fue algo que necesitaste tiempo atrás, algo que te permitió sobrevivir. Hoy en día, como un adulto funcional es necesario que te priorices y que pierdas el miedo a ser rechazado o desaprobado por otros. Si no sabes cómo sentirte es porque nunca te has permitido sentir libremente y es momento de aprender.
Así, comienza por clarificar tus valores y principios. ¿Qué es importante para ti? ¿Cuáles son tus estándares personales y respecto a otros? Esto te ayudará a dilucidar cómo te sientes y cómo deseas reaccionar cuando sean vulnerados.
Ante todo, trata de hacer a un lado tus miedos: tanto el miedo a lo que puedan pensar de ti como el temor a perder al otro. Muchas veces la tristeza es mejor recibida por nuestro entorno que la ira, por lo que optamos por mostrarnos tristes y sumisos, aunque en realidad deseemos enfadarnos. Por el contrario, en otras ocasiones optamos por la ira sin sentirla realmente: pensamos que esto nos hará ver como más fuertes y seguros de nosotros mismos.
Olvida todos los condicionantes externos y empieza a escuchar qué te provocan las situaciones a ti realmente. Al principio lo más probable es que te resulte difícil, pero con el tiempo volverás a reconectar contigo. Tienes derecho a sentir.
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- Casullo, M. M., & Liporace, M. F. (2005). Evaluación de los estilos de apego en adultos. Anuario de investigaciones, 12, 183-192.
- Valencia Pérez, X. (2016). El manejo de la impresión y la necesidad de aprobación social como moderadores entre la personalidad y la salud mental (Master's thesis, Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Departamento de Psicología).