No temas al fracaso, también es una oportunidad
¿Has qué punto te aceptas a ti mismo? Piénsalo. ¿Te consideras más un aliado o un enemigo? ¿Cómo gestionas un fracaso? Echa la vista atrás y reflexiona sobre algunos de los momentos más importantes de tu vida: ¿cómo te trataste?
Seguramente no siempre del mejor modo, sobre todo cuando el fracaso asomó la cabeza o las consecuencias de lo que hiciste no fueron las deseadas.
Probablemente, seas bastante exigente contigo mismo, al menos cuando los resultados no cumplen con tus expectativas. De hecho, seguro que si te dieran la opción de cambiar algo de lo ocurrido o incluso de ti mismo, lo harías. La pregunta es ¿te aceptas tal y cómo eres?
“El fracaso es sumamente instructivo. La persona que piensa de verdad aprende tanto de sus fracasos como de sus éxitos”.
-John Dewey-
El temor al fracaso
En algún momento de nuestras vidas, todos tenemos que enfrentarnos al gran reto de aceptarnos a nosotros mismos. Una cuestión que aparentemente no debería ser tan compleja, pero que realmente lo es.
Nos aterra mirarnos al espejo, descubrir quiénes somos en realidad, pues no siempre nos comportamos como desearíamos ni cumplimos con las expectativas que hemos creado sobre nosotros.
Es más, en algunos momentos llegamos hasta avergonzarnos de cómo somos. Solo tenemos que pensar en las veces que nos hemos lamentado sobre algo que hemos hecho. Ahora bien, ¿por qué? Porque el fracaso no nos sienta nada bien.
Un profundo malestar nos invade cuando la realidad que deseamos no tiene nada que ver con la realidad que tenemos. De hecho, cuanto mayor es la diferencia, más dolorosos son los sentimientos que experimentamos. El escenario que habíamos imaginado se derrumba y no queda otra que intentar adaptarnos a lo ocurrido.
El fracaso nos introduce en un vacío, un vacío que nos duele igual o más que cualquier herida, que nos desafía y nos enfrenta a cada uno de nosotros. Lo que ocurre es que no nos gustan los sentimientos incómodos y por ello solemos evitar el dolor resultante de cada fracaso.
A veces, abandonamos y otras casi ni lo intentamos y optamos por algo menos desafiante y más fácil. Algo que nos alivia de forma momentánea, pero que no dura mucho porque podemos volver a estar en peligro, ya que no es fácil protegerse del fracaso. Entonces nos estancamos, permanecemos, no avanzamos, nos quedamos ahí, en nuestra zona de seguridad.
¿Cómo relacionarnos con el fracaso?
“El fracaso nos da la oportunidad de comenzar de nuevo y de una forma más inteligente”.
-Henry Ford-
A pesar de ese estado de calma que nos proporciona nuestra zona de confort, existen ciertos riesgos si optamos por permanecer aferrados a esa sensación seguridad. Uno de los más peligrosos es la imposibilidad de avanzar, de seguir creciendo. De ahí que lo más adecuado sea modificar la relación que tenemos con el hecho de fracasar.
Para ello, es importante que nos recordemos a nosotros mismos que el fracaso forma parte de la vida. Y no, no es algo extraordinario o una frase de autoayuda más, existen muchos ejemplos que lo confirman.
Por ejemplo, Albert Einstein no superó el examen de ingreso del prestigioso Instituto Politécnico Suizo y Steven Spielberg intentó entrar varias veces en la Escuela de Teatro, Cine y Televisión de la Universidad de California del Sur, pero su baja nota media se lo impidió.
No obstante, estoy segura de que cada uno de nosotros tenemos ejemplos suficientes para confirmar que fracasar es algo común y que, en muchas ocasiones, gracias a ello hemos descubierto otros rumbos y otros aprendizajes. Un fracaso es una oportunidad, un primer boceto, un borrador que nos ayuda a conseguir algo mejor.
Ahora bien, el fracaso también podemos verlo como un feedback para nosotros. Se trata de una oportunidad para reflexionar qué hemos hecho, qué es lo que no funciona y qué podría funcionar mejor.
Más allá del fracaso: el proceso de reconstrucción
En cuanto nuestra mente detecta que hemos fracasado, comienza a criticarnos, reprocharnos y culpabilizarnos. Somos expertos en latigarnos y recordarnos lo mal que lo hemos hecho y lo poco que valemos.
Ahora bien, si castigarnos a nosotros mismos fuera una estrategia válida para modificar nuestra conducta y alcanzar el éxito, ¿no seríamos perfectos? Entonces, ¿por qué lo seguimos haciendo?
El médico y psicoterapeuta inglés Russ Harris suele utilizar un viejo proverbio para concienciar sobre ello: si quieres que un burro tire del carro, puedes utilizar un palo o una zanahoria para ello. Es decir, puedes provocar que lo haga de mala gana si lo atizas con el palo o bien puedes ponerle una zanahoria delante, pero que no pueda alcanzar hasta llegar al carro y allí dársela como recompensa. Con ambas estrategias conseguirás tu objetivo, pero si utilizas el palo el burro será infeliz, mientras que si usas la zanahoria, será feliz.
Nuestra mente suele utilizar más la estrategia del palo que la de la zanahoria, nos lanza un gran número de críticas negativas y acabamos atrapados en el juego de la culpa: “idiota“, “fracasado“, “no podía hacerlo peor“, “no sirves para nada“, “¡qué perdida de tiempo!“, “¿por qué siempre tiene que pasarme esto a mí?“, “no tengo remedio“, “no tendría que haber actuado así“…
La cuestión es que sea lo que sea con lo que nos golpee, no nos ayudará a aceptar el malestar del fracaso ni tampoco a crecer o aprender de lo vivido. Todo lo contrario. Entonces, ¿cómo podemos reponernos cuando fracasamos? Las siguientes claves pueden ayudarnos:
- Desengancharse de los pensamientos poco útiles -> Hay que identificar los pensamientos que nos obstaculizan el camino y que nos hacen sentir mal, esas creencias que nos culpabilizan, pero que no aportan soluciones. Para ello, podemos decirnos que nuestra mente está empezando con la historia del perdedor.
- Permitirse experimentar los sentimientos dolorosos -> Aceptar el malestar, abrirse al dolor y observar cómo nos afecta es fundamental. De esta forma, liberamos esa carga que nos pesa y podemos continuar.
- Tratarnos bien a nosotros mismos -> Un error, un fallo, no tiene que ser un motivo para maltratarnos. Tenemos que ser amables con nosotros mismos, acompañarnos y apoyarnos. Reprocharnos no solucionará lo ocurrido.
- Valorar qué ha funcionado y cualquier tipo de mejora -> Reconocer y valorar todo lo que hemos hecho es un gran gesto de amabillidad hacia nosotros. Nuestro esfuerzo merece ser reconocido, igual que todo aquello que hemos hecho bien y con lo que podemos quedarnos.
- Descubrir algo que nos ayude a aprender y crecer -> En cada uno de nosotros, siempre hay algo que puede resultarnos útil. Para ello, podemos preguntarnos cómo podemos crecer a partir de lo ocurrido. No olvidemos que cada fracaso es también una oportunidad para avanzar.
- Actuar de acuerdo a nuestros valores -> Este es uno de los aspectos más importantes y que nos ayudarán a relacionarnos con el fracaso de otra manera. Porque si actuamos en base a lo que deseamos, a esos pilares que consideramos como fundamentales, será difícil que consideremos de forma negativa al fracaso.
Como vemos, el fracaso puede ser muy doloroso, pero no deja de ser una oportunidad maravillosa para conocernos si estamos dispuestos a aprender él.
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- Harris, Russ (2012). Cuestión de confianza. Del miedo a la libertad. Sal Terrae.