Nunca es demasiado tarde
El tiempo y su manejo son un asunto altamente subjetivo. Cada cultura, e incluso cada persona, trata de clasificarlo en etapas bien demarcadas, pero aún así resulta imposible hacerlo.
¿Hasta dónde llega la infancia? Antes decían que hasta los siete años cuando se alcanzaba “el uso de la razón”. Ahora sabemos que puede llegar hasta los 90 años, aunque el cuerpo no lo sepa.
Así como a veces aparecen chicos de 10 años que se hacen preguntas trascendentales sobre el mundo y su sentido, también encontramos personas de 70 años que se enojan si alguien les niega un chocolate.
Hace unas cuantas décadas las personas de 20 años estaban listas para casarse y formar un hogar. Hoy en día esto se considera un exabrupto. Si consultamos lo que ocurre en la realidad solo podemos llegar a la conclusión de que en verdad nunca es demasiado temprano, ni tampoco demasiado tarde para la mayoría de experiencias en la vida.
“Volver a empezar, aún no termina el juego. Volver a empezar, que no se apague el fuego. Queda mucho por andar. Y que mañana será un día nuevo bajo el Sol. Volver a empezar”.
-Alejandro Lerner-
La rutina y los cambios
Aquello de que “Loro viejo no aprende a hablar” es válido seguramente para los loros, pero no para los seres humanos.
Estamos dotados de un cerebro con infinitas posibilidades. Es muy cierto que se hace más lento con los años, pero nunca se vuelve ineficiente del todo, excepto con la muerte.
Muchas veces nuestra vida no corresponde a lo que en verdad deseamos que sea. Es fácil dejarse atrapar por la rutina y los compromisos, y pensar que vivir es cumplir con el trabajo, sobrellevar una familia medianamente feliz y tener alguno que otro escape para la diversión.
Aunque la mayoría de nosotros ha soñado con aprender a interpretar un instrumento musical, o volverse a enamorar, o realizar un extraordinario viaje, a veces llegamos a pensar que el tiempo para realizar esos grandes sueños ya se fue.
Mientras la rutina permanece inalterada, trabajamos más en mantenerla intacta que en romperla. Pero la vida es dinámica y a veces, sobrevienen cambios que no teníamos previstos.
Viene una crisis económica y perdemos el empleo. Nuestra pareja pide el divorcio o anuncia que se quiere mudar. Muere alguien determinante para nosotros o aparece una nueva tecnología que nos deja como analfabetas.
Esos momentos de cambio nos recuerdan que el tiempo no es una línea continua y ascendente. Pero también nos evocan todo lo que podríamos llegar a ser o a hacer cuando vemos que la siguiente página de nuestras vidas está completamente en blanco.
Siempre podemos renovarnos
Lo bueno de las crisis es que nos obligan a examinar los diferentes rumbos que puede tomar nuestra vida. A veces, sencillamente es imposible volver al estilo de vida que llevábamos, bien sea porque hay un factor externo que lo impide, o porque sentimos que no podemos seguir viviendo como veníamos haciéndolo.
En esos momentos de cambio es cuando puede aparecer una suerte de maravillosa locura que siempre hemos llevado dentro. Nos preguntamos entonces “¿por qué no?” ¿Por qué no ir a buscar a esa persona con la que tuvimos un distanciamiento, pero que sigue teniendo un lugar importante en nuestras vidas? ¿Por qué no dejar de una vez por todas ese trabajo que parece inventado por nuestro peor enemigo? ¿Por qué no aprender a tocar piano, como tantas veces lo soñamos? ¿Por qué no abrir los brazos a un nuevo amor y buscarlo en entornos hasta ahora desconocidos para nosotros?
Cuando de renovarnos se trata, lo único importante es tomar la decisión.
Tenemos la tendencia a apegarnos más de la cuenta al estilo de vida que solemos llevar. Nos cuesta trabajo creer que es posible vivir de una manera diferente. Desconocemos hasta dónde somos capaces de llegar cuando arde la llama de un nuevo deseo de cambio.
Nunca es tarde para vivir, ni para amar, ni para aprender, ni para soñar. En esos terrenos somos eternamente adolescentes. Ahí vive siempre el eterno aventurero valiente que todos llevamos dentro y que saldrá a buscar buena fortuna si reconocemos que mientras estemos vivos, el tiempo nos pertenece.