Pensar en igualdad es crear un mundo mejor: la lucha de la mujer continúa
Pensar en igualdad es la clave para poder construir un mundo sin discriminaciones, con oportunidades semejantes para todos, libre de prejuicios y donde no exista la violencia de género.
¿Es todo esto tan difícil? Por llamativo que nos parezca, en pleno siglo XXI, sí, sigue siéndolo. Los avances llegan con paso firme pero aún son lentos y también escasos.
Podríamos dar decenas, cientos de ejemplos de todo lo que nos falta por conseguir. La realidad que vive México es sin duda uno de los hechos más graves que se viven contra la figura de la mujer. El número de asesinadas en el 2019 fue de 2.825. Según el fiscal general de este país, Alejandro Gertz, los feminicidios han aumentado en un 137 % en los dos últimos años.
Por otro lado, la desigualdad salarial tampoco ha mejorado. Las mujeres siguen cobrando entre un 16 % y un 20 % menos que los hombres en la Unión Europea. Asimismo, el número de altos cargos en las esferas empresariales sigue siendo mínima. El conocido como techo de cristal nos demuestra que, a menudo, no importa cuán preparadas estén.
En la actualidad, las mujeres ocupan ámbitos como los científicos, tecnológicos o el siempre competitivo mundo de los negocios. Están muy cualificadas pero sin embargo, no pueden alcanzar los niveles superiores.
Hay barreras invisibles sostenidas desde el claro sexismo; ese que opina que los cargos se adecuan más al género masculino porque son más competitivios. Asimismo, la falta de políticas de inclusión en las organizaciones es otro factor destacable.
Hay como vemos múltiples razones por las que es necesario seguir luchando por los derechos de la mujer. El modo en que poder hacerlo abarca diversos escenarios. Veámoslos a continuación.
Pensar en igualdad es un acto de valentía: rompamos viejos patrones
Los cambios sociales no llegarán si no aprendemos a pensar en igualdad. Esto hay que dejarlo claro desde un inicio porque, a menudo, nos quedamos en la pancarta pero los cambios reales no llegan, no se notan.
Así, las auténticas revoluciones parten desde el propio pensamiento, ese en el que estamos obligados a reeducarnos, a dejar ir viejos esquemas, micromachismos caducos y esquemas mentales que huelen a naftalina.
- Es hora de que en una entrevista de trabajo dejen de preguntar a las mujeres si piensan quedarse embarazadas.
- Es momento de asumir que una mujer es tan válida como un hombre para dirigir una empresa.
- Asimismo, también es hora de eliminar de nuestro lenguaje expresiones como “corres como una niña”, “eres tan blando como una chica” o “llorar es de mujeres”.
- El rosa para las chicas y el azul para los chicos es otra forma de cosificación que deberíamos empezar a dejar de lado.
- Por otro lado, frases como “mi pareja o mi marido me ayuda o no me ayuda en casa” es algo que escuchamos con elevada frecuencia. Una realidad, por otra parte, que ya está cambiando desde hace tiempo: los hombres saben que son corresponsables de las tareas del hogar y en el cuidado de los hijos.
El feminismo como lucha por la igualdad
Hay un hecho no menos importante. Un aspecto esencial que es necesario tener claro: el feminismo no va en contra de la figura del hombre. Lo opuesto al feminismo tampoco es el machismo.
Feminismo es por encima de todo igualdad, una igualdad que a día de hoy aún no existe porque no la hay en el mundo laboral. Porque el acoso y el sexismo sigue dándose a diario.
No hay igualdad porque la figura de la mujer sigue siendo la más vulnerable: violencia de género, asesinatos machistas, feminicidios, violaciones grupales…
Un ejemplo, India es a día de hoy, el lugar donde más violaciones en grupo se producen. Un hecho que nos demuestra esa clara cultura patriarcal donde solo por denunciar lo ocurrido, puede costarle la vida a la víctima.
Pequeñas acciones que pueden generar grandes impactos
A medida que avanza esta recién estrenada segunda década del siglo XXI, somos testigos de notables avances en materia de reivindicaciones y también en el área de derechos. Movimientos como el #metoo han puesto sobre la mesa realidades que vivían ocultas hasta día de hoy. La presencia de mujeres en las altas esferas van siendo poco a poco, más comunes.
La paridad en las instituciones es otro elemento que cada vez se tiene más en cuenta. No obstante, hay flancos que es necesario atender:
- Igualdad salarial. Misma categoría profesional, mismo salario tanto para el hombre como para la mujer.
- Pensar en igualdad es legislar para que los permisos de maternidad y paternidad sean semejantes.
- Hay que mejorar un aspecto tan relevante como es la conciliación familiar.
- Debemos acabar con el techo de cristal (prejuicio a la hora de confiar en la mujer para tener un cargo de responsabilidad) y también con el fenómeno de los pies pegajosos. Es decir, la gran dificultad que tiene el género femenino para salir de las tareas de cuidado y de la vida familiar.
Los hombres deben contribuir a la transformación social
Ser feminista no es algo exclusivo de las mujeres. No podemos excluir a los hombres de esta transformación social porque pensar en igualdad es incluirlos también a ellos, porque esta lucha es de todos. Es soñar con un mundo en el que todas las personas sean libres, tengan las mismas oportunidades y donde no exista la discriminación.
Por ello, es más necesario que nunca que también ellos se sensibilicen de esta necesidad. Deben entender que la desigualdad no es una mera entelequia. Es vital que se sensibilicen con la realidad construida que ha estado siempre presente, una en la que la mujer no tenía voz, esa en la que quedaba relegada al ámbito privado, desplazada por el machismo en todas sus formas.
Ser pasivos, cerrar los ojos a la discriminación, no dar importancia a la violencia que sufre en mayor grado la mujer solo por serlo, avivará aún más este problema. Por tanto, en este viaje de transformación, todos somos necesarios.
Solo así llegarán los cambios reales. Porque aunque celebremos el día de la igualdad y los derechos de la mujer cada 8 de marzo, esta es una tarea que debe trabajarse los 365 días del año.