Pensar en voz alta mejora el razonamiento mental
Pensar en voz alta no siempre es signo de locura. Es un ejercicio de saludable cordura donde mejorar nuestro razonamiento mental, donde esa habla privada optimiza nuestros recursos cognitivos permitiéndonos estar más centrados, focalizados en ese “aquí y ahora”. Estamos ante un tipo de conducta que vale la pena ejercitar a diario como mecanismo de autorregulación.
Quien tenga o trabaje a diario con niños de entre 5 y 7 años habrá notado lo habitual que es la costumbre de pensar en voz alta entre pequeños de esta edad. Lo hacen mientras juegan, mientras interaccionan con los objetos, lo hacen estando solos o ante otras personas. Lejos de ser una característica de inmadurez o parte de esa etapa donde son comunes los amigos invisibles que tanto suelen preocupar a los padres, cabe decir que es una práctica esencial para el desarrollo del propio niño.
Pensar en voz alta permite a nuestro cerebro procesar mejor la información para centrarnos en el momento presente.
Pensar en voz alta es un modo de guiar su propio comportamiento. Es más, el desarrollo del habla y del pensamiento son parejos, de ahí que esa comunicación egocéntrica sea tan favorecedora a la vez que recomendable. Sin embargo, llegada una edad, los adultos empezamos a recomendarles que dejen de hacerlo, puesto que socialmente no está bien visto y es necesario que aprendan ya a interiorizar esa voz infantil que antes jugaba libre y que se había acostumbrado a su propio sonido.
Así, todos nosotros alcanzamos nuestra madurez siendo pensadores mudos y lectores silenciosos. Todo aquello que llevamos a cabo en soledad (razonar, trabajar, leer, etc) lo hacemos en ese escenario de reservado mutismo, sin saber los beneficios que nos puede reportar tener una conversación con la persona más importante del mundo: uno mismo.
Pensar en voz alta, el habla privada
Pensar en voz alta fue, como ya sabemos, un paso decisivo en una etapa determinada de nuestra infancia. Ahora, en nuestro quehacer adulto, lo creamos o no, seguimos necesitando esa práctica, esa herramienta de desarrollo personal y cognitivo que vale la pena utilizar en determinadas ocasiones. Sin embargo cabe destacar que no se trata de hablar en voz alta a cada instante como si nuestro cerebro llevara instalado un altavoz.
Lo que debemos ejercitar de forma puntual y en determinados momentos del día es lo que se conoce como “habla privada”. Se trata de un mecanismo de apoyo para darnos “feedback”, para corregirnos, guiarnos o focalizar nuestra atención. Ahora bien, hay un pequeño detalle que no podemos descuidar: pensar en voz alta implica también hacerlo desde el respeto. Decimos esto porque es muy común que muchas personas se hablen así mismas en voz alta para recriminarse cosas y para enfatizar sus torpezas, sus errores.
Por otro lado, algo que se ha podido demostrar en un estudio reciente llevado a cabo en la Universidad de Wisconsin y publicado en la revista Quarterly Journal of Experimental Pyschology, es que pensar en voz alta favorece nuestra salud neurológica. Se regula mucho mejor el estrés y, además, se ha observado una actividad muy intensa en el giro frontal inferior izquierdo, asociado con la resolución de problemas, la planificación y la capacidad para focalizar la atención.
Pensar en voz alta: las diferentes modalidades
Pensar en voz alta o razonar para nosotros mismos cuando estamos solos, no es un rasgo de locura o enfermedad mental. Es un diálogo con uno mismo que podemos utilizar en algún momento del día como ejercicio de autorregulación. Asimismo, esta herramienta saludable puede tener distintos fines, distintas modalidades. Veámoslo:
Razonar sobre distintas opciones
En nuestra cotidianidad es común tener que hacer elecciones casi de forma constante. Un modo de facilitar la reflexión, el análisis y el contraste de información es pensando en voz alta. Nos ayudará a aclarar ideas, a analizar nuestras emociones, a clarificar objetivos.
Motivarnos
Si hay algo que hacen muchos deportistas es motivarse en voz alta, darse mensajes de ánimo, de superación… Asimismo, y cuando el instante así lo requiere no está demás preguntarnos a nosotros mismos aquello de “a ver, ¿por qué te sientes ahora de este modo? Te has esforzado mucho para llegar aquí, así que ahora nada de miedos, hay que seguir adelante”.
Favorecer un diálogo más positivo
El discurso negativo, el que nos invalida, el que se ceba con los “tú no puedes, vas a fallar, mejor no te atrevas o déjalo para mañana” es sin duda el que más daño nos hace en nuestro día a día. Así, un modo de detener ese flujo aciago, de vaciar esa agua estancada que corrompe nuestra autoestima y envenena esperanzas, es poniendo en práctica el habla privada.
Pensar en voz alta aclara las ideas y orienta a su vez el pensamiento hacia una dirección clara: hacia lo que es útil y constructivo. Con este mecanismo de autorregulación calmamos muchos de esos focos problemáticos de nuestro interior para sacarlos a la luz y sentirnos más centrados, a la vez que resolutivos.
Para concluir, hablar con nosotros mismos en determinados instantes del día es una práctica de salud psicológica más que evidente. Hacerlo en voz alta es a su vez un recurso efectivo con el que potenciar muchos procesos cognitivos y con el que llevar a nuestro cerebro a otro nivel donde favorecer otras conexiones. Si lo necesitamos, si sentimos en un instante puntual que pensar en voz alta nos va a ayudar en algún aspecto, no tengamos miedo de llevarlo a cabo.