Personas que se justifican en exceso: ¿por qué lo hacen?
Las personas que se justifican en exceso tienden a agotar. Nos cansan porque vemos en ellos un intento forzado por aparentar eficacia, por demostrar que no se equivocan, que aquello que hicieron no respondió a algo casual sino a una finalidad premeditada. Quien se obsesiona un día sí y otro también por demostrar infalibilidad lo que revela claramente es una elevada inseguridad.
Ahora bien, es cierto que todos nosotros podemos necesitar justificarnos en un momento puntual. En ocasiones, podemos no sentirnos alineados con nuestros valores y comportamientos y necesitamos ser congruentes. Recurrir a la justificación de vez en cuando es comprensible y hasta aceptable, pero convertirla en una forma de vida es hacer de las excusas y los pretextos un escudo poco saludable.
Por ejemplo, tener a una pareja que tiene una justificación para cada dejadez, descuido o error termina por desintegrar la relación. Disponer de compañeros de trabajo que hacen de ese recurso una constante que dificulta la labor cotidiana, nos hace verlos con incomodidad y desconfianza. Son, sin duda, situaciones de elevado desgaste.
“El que es bueno para poner excusas rara vez es bueno para otra cosa”.
-Benjamin Franklin-
Personas que se justifican en exceso: claves de por qué lo hacen
Decía el escritor latino Publio Siro que todo vicio tiene su excusa. Pocas cosas son tan ciertas. Ejemplo de ello son las reacciones cognitivas que demuestran las personas que fuman. Así, estudios como los realizados en la Universidad de Connecticut en Estados Unidos demuestran que cuando alguien intenta dejar el tabaco y no lo logra, son frecuentes el uso de las excusas.
Verbalizaciones como “es que ahora estoy pasando por un elevado estrés” o “es imposible dejar de fumar cuando tienes una pareja o compañeros de trabajo que también fuman” suelen ser las más utilizadas. Las personas que se justifican en exceso evidencian también como rasgo una baja autoestima tras la que se esconde el miedo a dar una mala imagen.
De este modo, el uso constante de las excusas, los pretextos y las autojustifcaciones provoca que tarde o temprano pierdan la credibilidad. Es decir, finalmente acaban demostrando aquello que desean evitar.
Dar explicaciones y justificarnos no es lo mismo
Antes de profundizar en por qué hay quien hace de este recurso una práctica habitual, es importante saber diferenciar una explicación de una excusa. La primera tiene que ver con aclarar algo, con dar detalles, esclarecer, ilustrar, acreditar o elucidar. Ahora bien la justificación va un poco más allá y lo que se busca es demostrar que algo es justo, correcto o válido.
Se justifica por ejemplo quien ha hecho algo mal para garantizar y hacer ver a los demás que lo realizado tiene sentido y finalidad. “Si te mentí en ese dato es porque quería protegerte; si copié en ese examen era porque necesitaba aprobarlo a toda costa porque de lo contrario, me deniegan la beca”.
Es decir, de algún modo, las personas que se justifican en exceso lo que hacen también es eludir responsabilidades y no querer afrontar determinadas realidades.
El poder de la disonancia cognitiva y sus efectos
Todo aquel que recurre a las justificaciones se ve en la necesidad de defenderse porque es consciente de que determinadas cosas no armonizan con sus valores, creencias, con aquello que iba a hacer y finalmente no ha hecho etc. A esto lo llamamos disonancia cognitiva y define ese esas situaciones en las que se tienen dos cogniciones opuestas (pensamientos) y se sufre por ello.
La disonancia duele, molesta y turba en cualquier circunstancia porque ataca de manera directa al propio autoconcepto y la autoestima.
Por ejemplo, si yo he defendido siempre el ecologismo y el veganismo, puede resultar contradictorio que tenga un coche que contamina en exceso y que además coma carne.
Para defenderme y evitar la disonancia cognitiva, puedo idear las más fabulosas justificaciones para intentar convencer a los demás de que mi conducta es lógica. Aunque obviamente, esas argumentaciones no siempre tendrán sentido ni lógica. Esto es lo que les sucede a las personas que se justifican en exceso, que tarde o temprano pierden su credibilidad.
La tendencia a justificar dos ideas o creencias contradictorias es bastante común. Lo hacen las personas obsesionadas por salvaguardar su autoconcepto y reducir la molestia que genera la disonancia cognitiva.
Las personas que se justifican en exceso y la necesidad de evitar los remordimientos
Claude Steele, de la Universidad de Stanford, ya realizó un estudio a finales de los años 90 para demostrarnos la necesidad que tenemos las personas de justificarnos para mantener la integridad del yo. Ahora bien, hay otro factor interesante que debemos considerar y es el de reducir los remordimientos.
Un hecho común que vemos con frecuencia es cómo personas que cometen conductas reprochables, se justifican para no admitir el error y reducir además la carcoma del remordimiento. Por ejemplo, si yo me comprometo en realizar un proyecto con un equipo de personas y finalmente los dejo abandonados, me veo en la obligación de justificarme diciéndoles, por ejemplo, que ese trabajo lo pueden realizar mucho mejor sin mí porque tienen mejores valías y competencias.
Además de una mala justificación es una falsedad, pero con esa argumentación, aplaco remordimientos, me siento mejor y salgo del paso. Por tanto, como podemos ver, la psicología de las justificaciones encierra detrás una gran complejidad. Lo más adecuado en todos los casos es hacer uso de estos recursos cognitivos en contadas ocasiones. De lo contrario, perderemos credibilidad.
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- Aronson, E. (1995). The Social Animal. New York: W.H. Freeman and Co.
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