La pirámide del miedo o cómo comprender aquello que temes
¿A qué le tienes miedo? Las personas estamos hechas de sueños, necesidades, deseos e infinitos miedos. Sin embargo, esto entra dentro de nuestra naturaleza y razón de ser. Aquello que hemos temido como especie también ha favorecido nuestra supervivencia; aunque esta emoción básica también limita en muchos casos nuestra calidad de vida.
Hay quien a pesar de haber llegado a la edad adulta sigue temiendo la oscuridad. Y cómo no, estamos también los que arrastramos con nosotros fobias de lo más irracionales, como el clásico miedo a las arañas o a las alturas. A nadie le extrañará, por tanto, que cerca del 60 % de las personas tengamos un miedo irracionable y que no comprendamos muy bien su origen.
No siempre hay un hecho traumático que explique la razón de ese tipo de respuestas. No en todos los casos hemos tenido una experiencia desagradable o amenazante como para experimentar esa desazón, esa angustia incontrolable. Por ello, se habla a menudo de la posibilidad de que los miedos tengan también un posible componente genético.
Ahora bien, sea como sea, la anatomía de nuestros temores más oscuros puede desactivarse -o regularse al menos-, si los conocemos mucho mejor y comprendemos su origen. Hay una teoría de lo más interesante que vale la pena tener en cuenta en este aspecto.
Los primates comparten con nosotros muchos de nuestros miedos, incluidas las fobias a las arañas y serpientes.
La pirámide del miedo y sus cinco estratos
En la actualidad, la mayor parte de nuestros miedos no son amenazas legítimas a nuestra supervivencia. Los temores del hombre y la mujer del siglo XXI no son los mismos que los de esos antepasados que vivían de la caza y la recolección. Lo que nos atenaza en el presente son, casi siempre, realidades imprecisas e irracionales.
Los miedos del ser humano de hoy en día se articulan en buena parte de los casos en trastornos de ansiedad y fobias. Según una investigación realizada en la Universidad de Harvard, si hay una condición que sufren cada vez más nuestros jóvenes es ansiedad social. El miedo a ser juzgado o hacer el ridículo en público es una angustia bastane extendida entre los 16 y los 29 años.
El doctor Karl Albrecht propuso en su libro Practical Intelligence un interesante modelo sobre este tema. La pirámide del miedo nos aporta información sobre el origen de nuestros temores para entenderlos y racionalizarlos. Según él mismo explica, el saber de dónde proceden dichas angustias inquietantes nos facilita el poder controlar esas reacciones desadaptativas.
Analicemos cada uno de esos peldaños.
Al igual que Abraham Maslow definió su pirámide de las necesidades humanas, también es posible estructurar la pirámide de nuestros miedos.
1. El miedo a la no existencia
Dejar de ser lo que somos, dejar de existir, desaparecer, que todo pierda su sentido y su trascendencia. ¿Te es conocida esta sensación? Es la que podemos sentir al mirar el vacío de un acantilado o a un océano inmenso. Porque más que miedo a la caída, nos abruma esa profundidad sin sentido ni fin.
La no existencia es la base de la pirámide de los miedos y se relaciona con algo más que el miedo a la muerte: es dejar de ser quienes somos, perdernos, que todo lo que nos rodea no tenga sentido. Y vinculado a este temor, están el miedo a la oscuridad, a las alturas, a volar, etc.
2. El miedo a la agresión corporal
Hay un instinto natural en nosotros que va más allá de la mera supervivencia: es no sufrir, no ser agredidos físicamente. Nos asusta experimentar sufrimiento en cualquiera de sus formas y necesitamos sentirnos físicamente a salvo. De este escalón de nuestros miedos se derivan muchas de nuestras fobias: a las agujas, a las serpientes, a las arañas, a las multitudes, al dentista…
Muchos de nuestros temores tienen como razón de ser el no sentir que nuestro cuerpo queda vulnerado de algún modo, mediante ataques, picaduras, agresiones de cualquier tipo, etc.
3. El miedo a la pérdida de autonomía
¿Te da miedo envejecer? ¿Te aterra caer enfermo? ¿Eres de los que le aterran los espacios pequeños como los ascensores? ¿Tienes pánico a perder tu trabajo? Podríamos decir que en la pirámide de los miedos el escalón más grande es el que define a la autonomía.
El ser humano siente un pánico profundo a perder su capacidad de funcionar por sí mismo, de sentirse válido, autónomo y libre. Una necesidad básica del cerebro es saber que podemos valernos por nosotros mismos. Por ello, nos pueden atenazar realidades como quedarnos atrapados en un ascensor e incluso sentir que alguien ejerce un control excesivo sobre nuestra persona.
El miedo a la intimidad y al compromiso tendría su origen en el temor a perder la propia autonomía.
4. El miedo al abandono
Hay un temor ancestral que nadie puede negar, que nos persigue y que nos acecha más de lo que pensamos. Tememos ser abandonados, estar solos, no ser amados, aceptados, formar parte de una serie de vínculos. El ser humano es una criatura social que siempre se ha organizado en pequeños grupos de personas. Y esto es básico para nuestra supervivencia.
Sentirnos conectados a una o varias figuras significativas templa nuestras angustias y media en el bienestar psicológico. No contar con esta dimensión desencadena numerosos problemas.
5. El miedo al perjuicio del ego
¿Te angustia hacer exposiciones en público? ¿Eres de los que le aterra hablar por teléfono? ¿Te angustia ser objeto de crítica y burlas? La vergüenza, el no sentirnos competentes ante los demás y hacer el ridículo configuran la cumbre de la pirámide de los miedos. Es un atentado contra el concepto del yo, es una herida profunda hacia la propia autoimagen que nos cuesta mucho manejar.
La presencia de los miedos ancestrales
Cuando analizamos la pirámide de los miedos, descubrimos un aspecto interesante. Muchos de esos temores que consideramos irracionales, como el temor a las agujas o a las alturas, tienen su íntima relación con miedos ancestrales.
Ese terror que experimentan muchas personas a las piscinas o al océano, por ejemplo, nos retrotrae al escalón de la no existencia. A esa sensación angustiante que nos puede producir una dimensión dotada de profundidad como es el agua, a un vacío que nos supera y que no podemos controlar.
Estamos ante un modelo tan interesante como válido que no está de más tener en cuenta. Al fin y al cabo, las angustias son esas fieles amigas que siempre nos acompañarán. Como probablemente dijo Woody Allen una vez, «el miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro».
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- Albrecht, Karl. Practical Intelligence: the Art and Science of Common Sense. New York: Wiley, 2007.
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