Los placeres según Stuart Mill

El placer constituye un factor esencial para nuestro bienestar. Sin embargo, ¿son todos los placeres iguales? ¿Contribuyen de la misma forma a que nos sintamos bien? Stuart Mill nos brinda una teoría para orientarnos en la búsqueda de la felicidad.
Los placeres según Stuart Mill
Matias Rizzuto

Escrito y verificado por el filósofo Matias Rizzuto.

Última actualización: 31 enero, 2024

Stuart Mill sostiene que la felicidad y el bienestar son posibles a través de la maximización de los placeres. Su pensamiento es la continuación directa del utilitarismo de Jeremy Bentham. Sin embargo, Stuart Mill propone un nuevo enfoque en el que importa más la calidad que la cantidad.

La propuesta de Stuart Mill busca superar los prejuicios en los que se vio envuelto el utilitarismo en sus inicios. Con un planteamiento más sofisticado de la psicología humana, Mill intenta establecer los fundamentos de la verdadera felicidad.

Mujer con los brazos abiertos
Los placeres son un medio para alcanzar la felicidad.

Los placeres y la felicidad

La pregunta sobre la felicidad prácticamente nos obliga a establecer un criterio para definir elementos que consideremos valiosos. En filosofía moral esto es denominado teoría del valor. La teoría del valor del utilitarismo es el hedonismo. El hedonismo sostiene que la felicidad es alcanzable mediante la suma de placeres y la disminución de dolores.

La palabra deriva del griego antiguo hedoné y el primero en desarrollar una teoría hedonista fue Epicuro alrededor del año 300 a.C. En los inicios del siglo XIX, Jeremy Bentham volverá a este concepto, y renovará su fuerza teórica.

Bentham sostiene que «la naturaleza ha puesto a la humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos: el dolor y el placer. Solo ellos nos indican lo que debemos hacer, así como determinan lo que haremos». De este modo, todas nuestras decisiones están basadas en la búsqueda de experiencias placenteras y la huida de las dolorosas.

Distintas características del placer

Bentham establece una serie de criterios para medir la cantidad de placer o de dolor que las acciones pueden generar, estos son los siguientes:

  • Intensidad.
  • Duración.
  • Certeza.
  • Proximidad.
  • Distancia.
  • Fecundidad.
  • Pureza.

Todas estas características responden al placer y el dolor experimentados por los individuos; excepto el alcance, que implica en número de personas afectadas por una acción. De este modo, el valor del placer está determinado por su intensidad, duración o capacidad de ser seguidos por otros placeres o displaceres.

La suma de los placeres y su decrecimiento

Es importante destacar que para Bentham lo que importa es la sumatoria de placeres. Cuanto más placeres obtenga, mayor felicidad obtendré. Sin embargo, si obtengo mucha cantidad de un mismo placer, su intensidad tenderá a decaer.

Por ejemplo, si somos amantes del chocolate, disfrutaremos de saborear un pequeño trozo. Ahora bien, si seguimos comiendo, la felicidad obtenida cada vez será menor y al llegar al kilogramo de chocolate, seguramente sintamos malestar.

Es así como un determinado placer tiende a disminuir a medida que se acumula, incluso generando una utilidad negativa. Este fenómeno se conoce como «utilidad marginal decreciente» y es ampliamente utilizado en economía para explicar el beneficio cada vez menor que reporta la acumulación de un bien.

En los placeres, mejor calidad antes que cantidad

Muchos criticaron la búsqueda de la felicidad a través de los placeres porque suponían que el ideal de vida que se propone es una entrega al vicio y al desenfreno. Para ello, Mill propone un nuevo enfoque al que llamaremos hedonismo cualitativo. Para el hedonismo cualitativo no importa la cantidad de placeres sino su calidad. Stuart Mill distingue dos clases de placeres, los del cuerpo y los de la mente.

Los placeres de la mente están asociados al goce de actividades intelectuales como la lectura, la música y la poesía; pero también a la satisfacción producida por la amistad y el obrar virtuoso. Para Mill, los placeres de la mente son superiores a los placeres del cuerpo. Frente a las críticas de quienes decían que los hedonistas proponían comportarse como cerdos, Mill responde:

«Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho. Y si el necio o el cerdo opinan de un modo distinto, es a causa de que ellos solo conocen una cara de la cuestión.» En otras palabras, no existe cantidad de placeres corporales que puedan igualar a los placeres intelectuales; no existe cantidad de chocolates que puedan igualar al placer generado por una buena obra de arte, o por el buen momento entre amigos.

El placer generado por cultivo del arte y la contemplación estética aumenta la felicidad y el bienestar.

Es esencial la educación en los placeres

De acuerdo con Stuart Mill, es necesario que una persona experimente la más variada gama de placeres a fin de que pueda juzgar adecuadamente cuáles son más elevados. Sin embargo, muchos pierden sus aspiraciones y gustos intelectuales por no tener tiempo ni oportunidad de cultivarlos y dedicarse a ellos.

A raíz de ello, Mill considera que la educación es un motor fundamental para el desarrollo de la humanidad en su conjunto. Es solo mediante el cultivo de las facultades mentales que los seres humanos podemos aspirar a la realización de los placeres más elevados. Por esta razón, Mill fue un ferviente defensor de la educación gratuita; podría decirse que su proyecto intenta democratizar el ideal ilustrado para ponerlo al alcance de cada uno de los seres humanos.

Mujer con luz en su mente
Stuart Mill reconoce una dimensión espiritual en el ser humano.

La dimensión espiritual del ser humano

Como hemos visto, Mill reconoce una dimensión moral más amplia e influyente que Bentham. De acuerdo con esta visión, tenemos la capacidad de perseguir una perfección espiritual como fin, capaz de reportarnos más felicidad que cualquier placer corporal. Para Mill, tenemos la capacidad de elevarnos por encima de la condición animal, del condicionamiento reactivo de los deseos comunes; de este modo, podemos orientarnos hacia los bienes del intelecto, las artes y el cultivo de la virtud.

Los modos de obrar virtuosos, la amistad y el cultivo del arte nos brindan mayor paz y tranquilidad, y nos conducen a un mayor bienestar personal. ¿Qué piensas? ¿Crees que es mejor ser un cerdo satisfecho o un Sócrates insatisfecho?


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  • Bentham, J. (2008). Los principios de la moral y la legislación. Editorial Claridad.
  • Mill, J. S. (2019). El utilitarismo. Alianza Editorial.
  • Trujano Ruiz, M. M. (2013). Del hedonismo y las felicidades efímeras. Sociológica (México)28(79), 79-109.

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