¿Por qué queremos a algunos personajes malvados?
No exageraríamos si dijéramos que en todos los rincones del planeta hubo fanáticos vestidos de Darth Vader el día que se estrenó la última película de Stars Wars. Es cierto que también había muchos personificando a Luke o a la Princesa Leia… ¡pero desde luego no eran pocos lo que optaban por disfrazarse de uno de los malvados de la saga!
¿Te has puesto a pensar entonces por qué razón nos gustan los malvados? Tal vez diciéndolo así parecería que somos amantes del mal o de la injusticia, pero en realidad hay una razón psicológica (o varias en realidad) por la cual nos acordamos más de los “malos” de las historias. ¿Quieres saber por qué? En este artículo te lo contamos.
Si nos gustan los villanos, ¿somos los malvados de la película?
Desde The Jocker a Cruela de Vil, no podemos dejar de pensar que hay ciertos personajes malvados que tienen atractivo. Esto se debe a que la maldad puede llamarnos la atención al mismo tiempo que nos horroriza.
Varios psicólogos han investigado por qué tenemos un “gusto culpable” por la maldad. No se trata de que estos personajes aparezcan en la pantalla por puro azar, de manera que en ocasiones podemos llegar a odiarlos tanto que les “amamos”. Aunque solo sea porque las emociones extremas siempre se tocan de alguna forma.
Para comprender un poco más sobre nuestra fascinación por los malos es bueno que revisemos nuestra forma de vida y nuestra tendencia de hacerla en comunidad, rodeados de semejantes.
Es en la propia comunidad donde se dan recompensas a los que trabajan por el bien común y se castiga a los que hacen todo lo contrario. Por esta razón, una investigación publicada en la revista Evolutionary Behavioral Sciences apunta a que nuestras emociones sociales se basan en el altruismo y el egoísmo, dos emociones completamente antagónicas.
Una persona que no hace nada por el otro es mal visto en cualquier lugar del planeta. ¿Por qué? Porque son una amenaza para la sociedad. Así, es precisamente la existencia de “este mal” la que validad nuestro comportamiento. Dicho de otra manera, gracias al mal podemos saber lo que es le bien.
¿Qué características deben tener los malos?
Hay algunas cualidades que han de cumplir los villanos para que les demos el “ok”. El arquetipo del malvado podría decirse que está dentro de una especie de manual que se usa en películas, libros y series. En primer lugar estos seres dan poco pero exigen mucho. Es decir que estamos en presencia de un gorrón, un parásito o un egoísta. Y, sobre todo, de un avaro.
En segundo término el malvado en cuestión está cubierto en un halo de misterio. ¿Qué significa? Que tiene motivos por los cuales ser “malo”. Cuando nos damos cuenta de las razones por las que actúa de esa manera dejamos de tenerle repulsión y podemos llegar a experimentar cierta empatía por él.
La tercera cualidad, muy extraña e interesante, es que el malo suele ser extranjero o no pertenece a la comunidad. Nuestros antepasados consideraban a los que venían de afuera como poco dignos de fiar porque eran una competencia o una amenaza. Además, nos gusta pensar que a los malos los señala la sociedad y esta no se equivoca.
Por último debemos referirnos a lo estético: la mayoría de los villanos han sufrido algún problema o accidente que dejó sus secuelas. Como nos repulsa su aspecto desconfiamos de ellos. Esa actitud nos hace sentir culpables porque nos han enseñado “que todos somos iguales y no hay que discriminar”. En algunos casos su aspecto físico es tan terrible que nos pueden inspirar cierta pena.
Pero, ¿por qué nos llaman la atención de los malvados?
Son varios los estudiosos que creen que la creación de los “malos” en las historias tienen un propósito evolutivo. El lado oscuro del mal (como Darth Vader) nos ayuda a aprender, experimentar y explorar aquello a lo que no podríamos acceder sin crear una contradicción que nos hiciese sentir mal. Es decir que, sin necesidad de sufrir un accidente con ácido y fuego y que nos pongan una máscara negra en la cabeza, podemos comprender lo que le pasaría a alguien que atraviesa esa situación.
En definitiva, los malvados nos hacen sentir mejores personas porque “nosotros no actuaríamos de la misma manera” en una situación similar. De esta forman, validan nuestra forma de ser, sin quererlo.