¿Por qué sentimos afinidad con unas personas y no con otras?

A lo largo de la vida conocemos a cientos de personas, pero solo algunas terminan ocupando un lugar importante en nuestro corazón. ¿Qué hace a estas conexiones tan especiales?
¿Por qué sentimos afinidad con unas personas y no con otras?
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 06 abril, 2022

¿Cuántas personas conocemos a lo largo de nuestra vida? Nos es imposible llevar la cuenta de los rostros que nos cruzamos en el camino o de los nombres de quienes formaron parte de pequeños instantes de nuestra existencia. Sin embargo, de entre todas esas almas, ¿con cuántas sentimos afinidad realmente? ¿qué determina que se produzca esa conexión tan gratificante entre dos seres humanos?

Desde que somos pequeños comenzamos a conocer personas que potencialmente podrían formar parte de nuestro círculo social más cercano. En clase, en actividades extraescolares, en la universidad, en los distintos trabajos por los que vamos pasando… son infinitos los lugares en los que coincidimos con otros que, finalmente, quedan como un vago recuerdo en nuestra memoria. 

Incluso nuestros amigos nos presentan con frecuencia a otros individuos con los que esperan que lleguemos a congeniar. Sin embargo, y contra todo pronóstico, esto muchas veces no sucede. Entonces, ¿qué se requiere para que esa conexión emocional tan preciada tenga lugar? 

¿Por qué sentimos afinidad con ciertas personas?

Amigas hablando en un puente

Un punto de encuentro

Se trata de hallar, de manera natural, un punto de encuentro. Puede que esa persona exprese una opinión que sentimos como nuestra, tal vez comparta alguno de nuestras aficiones o haya atravesado una experiencia vital similar. En cualquier caso, existe algo en ella que nos lleva a sentirnos identificados y constituye un punto de partida positivo.

Mismos valores

Por otro lado, también puede ocurrir que sintamos sintonía con alguien aparentemente opuesto a nosotros. Muchos podremos dar fe de que personas con gustos y aficiones diametralmente distintas a las nuestras han ocupado un lugar importante en nuestro corazón.

Y es que, en muchas ocasiones, no es tan necesario que se compartan ideas concretas sino valores básicos. Mientras existan el respeto, la admiración o la lealtad, el intercambio de opiniones puede resultar incluso enriquecedor. Únicamente necesitamos sentir que el otro posee unos principios compatibles con los nuestros y con los que esperamos de los demás.

La dinámica de la relación

Por norma, el tiempo es un factor necesario para la consolidación de las relaciones. Desde un primer momento podemos tener la sensación, con alguien, de estar en una longitud de onda parecida. No obstante, en otras ocasiones son los encuentros repetidos los que nos ofrecen la oportunidad de descubrir la valiosa esencia del otro.

Cada interacción nos permite conocer y profundizar en sus actitudes y modos de comportarse. Permite que se produzca la reciprocidad, que se muestre la consideración y el interés mutuo, que tengan lugar autorrevelaciones importantes entre ambos… En definitiva, que el vínculo se vaya forjando sobre unas bases sólidas que el otro demuestra estar dispuesto a construir.

Sentimos afinidad con quienes hablan nuestro lenguaje

Pero, ante todo, sentimos afinidad con quienes comparten nuestro lenguaje emocional. Aquellas personas que parecen entender de forma natural las sutilezas de nuestra comunicación; que son capaces de percibir los matices en nuestra mirada, nuestros gestos o nuestro tono. Aquellos con los que el intercambio emocional es fluido, sencillo y natural, con quienes no tenemos que esforzarnos para explicar lo que hay en nuestra alma.

Seguramente todos hemos conocido a alguien con quien, por más que tratemos, parece imposible hacernos entender. Cada palabra es malinterpretada y los objetivos de cada uno están tan alejados que los caminos mentales discurren de manera paralela, sin llegar nunca a cruzarse.

Esta sintonía natural que surge con algunas personas depende de rasgos de personalidad, de actitudes, de sistemas de representación y de un sinfín de factores personales de cada individuo. Sin embargo, cuando está presente es tan evidente como gratificante, pues tu corazón se siente en casa.

Chico hablando con una chica

Las relaciones no son estáticas

Por último, es necesario recordar que los seres humanos no somos estáticos y, por ende, tampoco lo son nuestras relaciones. Nuestro propio crecimiento personal, nuestra evolución natural puede llevarnos a cambiar visiones, ideas y opiniones que mantuvimos tiempo atrás. Por lo mismo, relaciones que antes fluían a la perfección pueden dejar de hacerlo.

Cualquier vínculo emocional significativo debe ser cuidado y alimentado para perdurar. No obstante, el cambio forma parte de nuestra naturaleza; y, si ya no conectas con quien solías hacerlo, no temas volar, no trates de forzar las emociones. Nuevas conexiones llegarán para sorprenderte.


Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.


  • Bahns, A. J., Crandall, C. S., Gillath, O., & Preacher, K. J. (2017). Similarity in relationships as niche construction: Choice, stability, and influence within dyads in a free choice environment. Journal of Personality and Social Psychology112(2), 329.
  • Bahns, A. J., Pickett, K. M., & Crandall, C. S. (2012). Social ecology of similarity: Big schools, small schools and social relationships. Group Processes & Intergroup Relations15(1), 119-131.

Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.