Pregorexia: el miedo a engordar de las embarazadas
Cuando una mujer está embarazada, lo más habitual es que aumente de peso entre 9 y 14 kilos. Aunque esta cifra varía según cada caso, lo normal es que después del primer trimestre, la madre engorde kilo y medio al mes. Sin embargo, algunas gestantes desarrollan pregorexia, un trastorno conocido como la anorexia de las embarazadas y que rompe con esta norma.
Su pérdida o no ganancia de peso, así como su falta de nutrientes esenciales impiden que el feto pueda crecer correctamente. Por ello y, a pesar de que sucede en un número de casos reducido, las repercusiones de la pregorexia pueden llegar a ser muy graves, tanto para la madre como para el feto.
¿Cómo evitan aumentar de peso?
Este anglicismo procede de pregnancy (en inglés, embarazo) y anorexia. Es un trastorno alimentario que afecta a mujeres embarazadas que desarrollan un miedo irracional a engordar durante el período de gestación. Se aferran tanto a querer mantener su peso corporal que realizan todo tipo de acciones para poder conservar su figura.
Optan por restringir al máximo lo que se llevan a la boca siguiendo dietas hipocalóricas y muy restrictivas. Evitan los alimentos con muchos hidratos de carbono y grasas y se privan de cualquier tipo de “antojo” propio de su condición. También realizan actividad física de manera excesiva y obsesiva. Y, además, emplean prácticas purgativas después de atracones de comida, con vómitos e incluso utilizando laxantes. ¡Vaya peligro!
¿Es exclusiva de mujeres que han padecido anorexia?
Es posible que la gestante desarrolle pregorexia sin haber presentado de manera previa algún desorden alimentario. Pero no es lo habitual. Lo más frecuente es que haya tenido anteriormente algún tipo de trastorno de este tipo, como anorexia o bulimia nerviosa. No obstante, haberlo padecido en el pasado, aunque aumenta el riesgo, en ningún caso garantiza desarrollarlo durante los meses de gestación.
Las causas de este trastorno tienen su origen en factores psicológicos, biológicos e interpersonales que predisponen a la mujer a desarrollar un trastorno de este tipo.
Síntomas de la pregorexia
Los principales indicativos verbales de que la gestante sufre este desorden son evitar hablar de su embarazo, negar su problema y rechazar tanto su estado como los cambios propios de este. Todo ello es fruto de su sentimiento de miedo y ansiedad por engordar. En el fondo atesoran la creencia de que, si no se habla de ello, no existe.
Físicamente, es llamativa la poca ganancia de peso o incluso la pérdida que tienen durante la gestación. Es más evidente durante el segundo trimestre, porque es el momento en que más se deberían notar los cambios corporales.
Además, la dieta hipocalórica, el ejercicio físico excesivo y las prácticas purgativas llevan asociados mareos o dolores de cabeza y una fatiga excesiva. Asimismo, causa dificultades de concentración y problemas para dormir. Todos estos síntomas no solamente elevan el caso a un embarazo de riesgo, sino que pueden generar problemas durante el parto y en el desarrollo posterior del niño.
Consecuencias de la pregorexia para la madre
Las repercusiones que tiene este trastorno son, por un lado, las derivadas de la falta de ingesta de alimentos. Entre ellas, desnutrición, anemia, bradicardia, arritmias, hipertensión, pérdida del cabello o piel muy seca y agrietada. A todas ellas, que ya de por sí son graves, hay que añadir las consecuencias que tiene para el embarazo.
La disminución de minerales esenciales fruto de una ingesta insuficiente puede producir descalcificación ósea, así como una baja producción posterior de leche materna. Esto dificultará, una vez nacido el bebé, que la lactancia sea adecuada y satisfactoria.
Por otro lado, la mujer puede tener menor volumen del líquido amniótico, el fluido vital para el feto, que le rodea y le protege de lesiones externas y posibles golpes. Además, puede producirse un desprendimiento de la placenta. Esta condición llega a ser muy grave sobre todo si tiene lugar en el tercer trimestre.
¿Cómo le afecta al feto?
La alimentación de la madre es crucial para el desarrollo del feto. Por ello, las consecuencias que tiene para él este trastorno son realmente peligrosas. La pregorexia aumenta las probabilidades de que haya complicaciones durante el parto. Algunas pueden ser: insuficiencia respiratoria, bajo peso al nacer o valores muy pobres en el test de Apgar. También causar un parto prematuro (antes de la 37 semana de embarazo), malformaciones en el feto, alteraciones neurológicas, TDAH o retraso mental.
En el caso de que la madre haya tenido un desplazamiento placentario grave, el bebé seguramente tendrá problemas de crecimiento. La pregorexia también incrementa las posibilidades del fallecimiento del bebé durante su primer mes de vida, así como un nacimiento sin vida.
Tratamiento integral
Es igual de importante cómo se come que cuánto se come durante el embarazo. No ingerir más cantidad de alimentos significa aumentar la calidad de los mismos. Por eso, la embaraza debe prestar atención a su alimentación, pero no obsesionarse. Cuanto antes se detecte la pregorexia, mejor. Más probabilidades habrá de que sus consecuencias no causen un daño irreversible a la mujer y al niño.
Dado que se trata de una enfermedad con base psiquiátrica, para poder realizar un tratamiento correcto es necesaria la presencia de un equipo multidisciplinar y especializado. Así, médico psiquiatra, psicólogo obstetra, dietista-nutricionista y enfermero podrán ayudar a realizar un abordaje complejo e integral del caso.
Es conveniente crear un ambiente relajado y distendido durante las comidas, así como normalizar los horarios de las mismas. Es recomendable que la familia no obligue ni agobie con la cantidad de comida que debe comer la paciente. Puede ser muy contraproducente.
Tanto la obesidad como la delgadez extrema provocan embarazos de riesgo. Por eso, lo mejor es que la alimentación durante este período sea equilibrada y variada. Asimismo, es conveniente hacer ejercicio físico de forma regular, en particular, yoga, pilates o caminar. Nunca la estética debe priorizarse si es la salud lo que está en juego. Y, mucho menos, ¡si es la salud de un hijo!
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