3 preguntas que mejorarán tu estado de ánimo
¿Quién quiere sentirse triste? Cuando lo estamos, solemos adoptar más bien una actitud pasiva, de aceptación. Lo normalizamos, entendemos que en ese momento quizás tenemos que sentirnos así. Esta idea es muy popular en la actualidad: podríamos decir que nos encontramos en la década de la aceptación emocional.
Esta no es una mala estrategia. Condenar a la tristeza o verla como patológica cuando acabamos de perder a un ser querido tiene poco sentido. Vivir esta emoción, sin intentar esconderla, puede ayudarnos y mucho. Sin embargo, hay otras ocasiones en que sentirnos tristes no es tan adaptativo -con una sensación de abstemia primaveral, por ejemplo-, y queramos cambiar nuestro estado de ánimo a otro gobernado por emociones más positivas.
Pues bien, la buena noticia es que tienes recursos a tu alcance para lograrlo -por supuesto, ninguno de ellos tiene que ver con crear la exigencia mental de sentirte de otra manera, para después sentirte culpable por no lograrlo-.
Así, hoy queremos compartir contigo tres preguntas que puedes hacerte para mejorar tu estado de ánimo. ¿Te atreves?
1. ¿Cuál fue la última meta que alcanzaste?
Pecamos, entre comillas, de dar los éxitos por sentados; es lo normal, lo que tenía que ser, la consecuencia natural de nuestro esfuerzo. Tenemos demasiado normalizados los logros y muy poco los errores. La cuestión es que este sesgo de nuestra memoria no nos hace más felices. La buena noticia es que podemos tomar medidas conscientes para compensarlo.
Pararnos dos segundos y darnos cuenta de que nuestra mente nos está jugando una mala pasada. Así, volver a nuestro último logro y valorarlo en su justa medida puede darnos esa inyección de motivación que compense esa vulnerabilidad temporal de nuestra autoestima.
Sí, nosotros también somos aquel que alcanzó esa meta tan complicada, aquel que no se rindió, que fue valiente frente al miedo, que cuidó al otro con las pocas fuerzas que tenía.
2. ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste apreciado?
Un gesto sencillo. Una sonrisa, una compañía, aquel favor que te hicieron. Mira a tu alrededor y a las personas que te aprecian. Es cierto que, de alguna manera, siempre vamos a estar solos en el sentido que nunca vamos a encontrar a nadie con el que tengamos una relación tan íntima como la que tenemos con nuestra voz interior. Nosotros y nuestros pensamientos.
Sin embargo, eso no quita par que haya muchos instantes en los que nos podamos sentir realmente acompañados, queridos y protegidos. ¿Por qué no te recreas un rato en ese momento? En aquel paseo, en aquella conversación, en aquel favor, en aquella sorpresa… Quizás sea mucho lo que otros no hacen por ti y te gustaría que hicieran, pero en este momento te invito a que dejes a un lado la carencia y gires tu mirada a aquellas personas con las que sí cuentas.
3. ¿Qué sabes hacer bien?
Si respondes que nada, estás mintiendo. Seguro que hay algo, por pequeño que sea, en lo que sabes que destacas o que puedes destacar sin demasiado esfuerzo. ¿Cuidando de los demás? ¿Contando cuentos? ¿Gestionando tu tiempo? ¿Haciendo deporte? ¿Leyendo? ¿Sintetizando? ¿Afrontando problemas? ¿Tomado decisiones? ¿Comunicándote? ¿Desconectando? ¿Estableciendo prioridades?
Pregúntatelo, date el capricho de sonreír al responder. Compártelo, no vas a ser menos humilde por ello. Explótalo, no vas a ser más egoísta por ello. Párate un rato a pensar cuál quieres que sea tu bandera, tu emblema, ¿qué quieres que aparezca en él?
Puedes preguntarle a los demás. Inundar por costumbre el diálogo con cuestiones que afectan al yo no es una buena idea, pero por hacerlo de vez en cuando no pasa nada. En este sentido, los demás pueden ser una gran ayuda compartiendo con nosotros aquello que piensan que se nos da bien e incluso formas en las que piensan que podemos explotarlo.
Nuestra mente es compleja; sin embargo, como hemos visto no son necesarias estrategias complicadas de aplicar para lograr sentirnos un poco mejor.
Ahora, eso sí, para ponerlas en práctica antes debemos aceptar que somos los responsables de nuestro estado emocional y no barcos a merced de los caprichos del viento. Trascendiendo esta idea romántica y poco saludable, nos colocaremos en una buena posición para atrevernos a experimentar, a intervenir sobre nuestro ciclo de pensamiento de manera consciente para lograr, en primera y última instancia, sentirnos un poquito mejor.
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