Hiperestesia o aumento en la intensidad de las sensaciones
Imagina que alguien te acaricia y sientes una incómoda rozadura en esa área de tu piel. Lejos de procesar este gesto afectivo como agradable, tu cerebro te hace reaccionar de forma sobredimensionada, transformando algo emocional y cotidiano en dolor. Si esta experiencia desconcertante resuena en ti, es posible que sufras hiperestesia.
Tal distorsión perceptiva dificulta la calidad de vida y, por lo general, siempre hay alguna causa médica subyacente, como por ejemplo neuropatías periféricas, fibromialgia, trastornos de ansiedad, etc.
En qué consiste y cuáles son los tipos de hiperestesia
Tu sistema nervioso pasa gran parte de su tiempo procesando luces, sonidos, olores… Ahora bien, hay quienes viven con sufrimiento dichas interacciones. Esto es la hiperestesia, el síntoma de un trastorno neurológico caracterizado por la sensibilidad anormal a estímulos sensoriales inocuos.
Quienes la experimentan tienen problemas para desempeñar su trabajo o una vida socioafectiva normal. A ello se le añade otro factor y es el de la incomprensión. Al ser bastante desconocida, por lo general, es común que quien la padece sienta una gran soledad. Veamos su tipología y cómo suele manifestarse.
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Hiperestesia táctil: cuando la piel duele
Pocas experiencias resultan tan desgastantes como sentir dolor o molestia con el contacto físico. El roce de la ropa, la brisa en el rostro, el agua en la ducha, los abrazos, las caricias… La distorsión táctil cursa con una sensibilidad extrema de la piel y tiende a presentarse con ardor, hormigueo, sensación de pinchazos, etc.
Cabe señalar que esta característica es muy frecuente en personas con fibromialgia o con neuropatía periférica. De hecho, un trabajo divulgado en Perception describe tal fenómeno y cómo estos pacientes sufren esa sensación corporal dolorosa. Es más, se dispone de una herramienta para evaluar este tipo de sensibilidad extrema: el cuestionario sensorial de Glasgow.
Hiperacusia: el dolor del sonido
Hay quien se ve en la necesidad de utilizar auriculares de cancelación del ruido en su día a día, porque los sonidos resultan insoportables. El zumbido de un refrigerador, la llamada de un móvil, el tráfico en la calle, la gente en el metro o una conversación en voz alta, causan un elevado estrés y malestar físico.
Un ejemplo de hiperacusia es el de alguien que, tras padecer un traumatismo craneoencefálico por un accidente de coche, ya no puede tolerar el sonido de la música en un volumen que antes le resultaba agradable. Otro caso es el de una persona con migrañas crónicas o los niños con TEA (trastorno de espectro autista).
Hiperestesia visual: la luz que hace sufrir
Es evidente que la mayoría podemos sentir cierta molestia al exponernos a la luz intensa del sol o al pasar un tiempo excesivo ante una pantalla de móvil u ordenador. Los pacientes con hipersensibilidad visual experimentan dolor o fatiga ocular al exponerse a entornos iluminados.
Algo así es muy frecuente en quien padece migraña y se ve obligado a utilizar gafas de sol hasta en interiores. ¿La razón? La luz artificial intensifica aún más el dolor de cabeza. Un ejemplo es el de alguien que, tras una lesión cerebral traumática, sufre molestias severas al estar en un ambiente con luces fluorescentes.
Hiperestesia olfativa: todo huele demasiado
Esta es una sensibilidad desmesurada a los olores, haciendo que aromas sutiles o agradables, se perciban como desagradables y muy intensos. Cabe señalar que este aumento exagerado de la sensibilidad podría vincularse, a veces, a la ansiedad, logrando que el olor a productos de limpieza, por ejemplo, provoque náuseas.
Hiperestesia térmica: cuando la temperatura duele
Sufrir lo indecible al entrar en contacto con el agua fría. Lo mismo sucede al estar cerca de una fuente de calor: es como si esto abrasara a la persona.
Alguien con neuropatía diabética puede sentir un ardor insoportable en los pies al caminar descalzo sobre un suelo que, para otros, está tibio. Asimismo, los pacientes con esclerosis múltiple suelen padecer un aumento de los síntomas neurológicos con el calor, viéndose obligados a evitar ambientes cálidos para no empeorar su estado.
Qué origina la hiperestesia
El aumento en la intensidad de las sensaciones no es una condición médica por sí misma: es el síntoma de una enfermedad subyacente. Inclusive, puede ser el efecto secundario de la quimioterapia o radioterapia. Y desde una perspectiva neuropsicológica, resulta de una alteración en el procesamiento sensorial del cerebro, como ahora pasamos a explicar.
Disfunciones neurológicas y lesiones cerebrales
El tálamo, la corteza somatosensorial o el sistema límbico regulan la percepción de los estímulos y su intensidad, por lo que una disfunción en estas áreas haría que señales normales se interpreten como excesivas o dolorosas.
Por ejemplo, en personas que sufrieron un traumatismo craneoencefálico, el daño en estas regiones podría derivar en hipersensibilidad al tacto o a la luz.
Sucede lo mismo en enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson. En tal sentido, la revista Parkinsonism & Related Disorders, describe esta mayor sensibilidad al dolor, debido a la disfunción en la dopamina y en la integración sensorial.
Alteraciones en el sistema nervioso periférico
Este sistema es responsable de transmitir información sensorial desde la piel y otros órganos hacia el cerebro. Retomemos el caso de alguien con neuropatía diabética. Aquí, los nervios periféricos suelen estar dañados, hasta el punto de enviar señales erróneas y hacer que el simple contacto con una sábana se perciba como un dolor intenso.
Otro ejemplo destacable son las enfermedades autoinmunes como el síndrome de Guillain-Barré o incluso la neuralgia del trigémino. También en estas condiciones médicas se producen alteraciones en los nervios periféricos ya citados, logrando que buena parte de los estímulos se procesen de manera sobredimensionada.
Trastornos psicológicos y sensibilidad sensorial
La ansiedad, los traumas y el estrés postraumático (TEPT) se traducen siempre en un sistema nervioso simpático hiperactivado. Un cerebro en estado de hipervigilancia procesa de manera disfuncional la información sensorial: la magnifica. Partiendo de ello, una investigación realizada en la Universidad Texas describe cómo personas que vivieron experiencias de abuso, por ejemplo, presentan siempre una mayor sensibilidad al dolor.
Este trastorno también puede cursar con la depresión. Algunos pacientes experimentan una mayor sensibilidad a la luz, los ruidos o el tacto, debido a alteraciones en los neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, que regulan tanto el estado de ánimo como la percepción sensorial.
¿Cuál es el tratamiento?
Lo más importante es disponer de un buen diagnóstico clínico. Después, corresponde aplicar un abordaje multidisciplinario con neurólogos, psicólogos y terapeutas ocupacionales. En este sentido, las técnicas de respiración, el mindfulness y la terapia de integración sensorial, ayudan al paciente a gestionar mejor su respuesta ante los estímulos abrumadores.
Asimismo, y desde un enfoque más funcional, es útil modificar el entorno para reducir la sobrecarga sensorial: usar auriculares con cancelación de ruido, luces regulables o ropa con texturas cómodas. También es importante educar al paciente y su entorno sobre el tema, ya que entender y validar la experiencia siempre favorece.
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La sensibilidad sensorial extrema es controlable
A veces, el mundo duele. El roce de la lluvia al caer, el olor de la comida en un restaurante, la luz de una película en el cine… Hay quien sufre ante cada estímulo sensorial con el que se encuentra y puede pasarse meses o años buscando una explicación. De hecho, es frecuente pasar todo un periplo médico hasta dar con un diagnóstico adecuado.
Más tarde, llega el siguiente desafío: lograr un tratamiento que permita tener una buena calidad de vida. El proceso hasta conseguirlo puede ser largo, pero es posible alcanzar el bienestar y un mayor control de esta realidad. La hiperestesia es silenciosa en nuestra sociedad que, sin duda, merece mayor comprensión y visibilidad.
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