Quejas somáticas en niños y adolescentes: ¿cuál es la causa?
Una buena parte de las visitas al pediatra en atención primaria tiene que ver con las quejas somáticas. Son muchos los niños que sufren dolores de estómago, diarrea, dolor muscular, cefaleas o insomnio sin que sepamos muy bien la razón. Esas molestias inexplicables no dejan de ser síntomas, es decir, información de una condición/problema latente que debemos identificar.
Bien es cierto que todos experimentamos somatizaciones a diario. Un día de cansancio, de estrés o una época de mayores preocupaciones y ansiedad siempre acaba manifestándose de forma dolorosa en el organismo. Las emociones dejan su impronta psicofísica en el cuerpo y esto es algo que terminamos aprendiendo con el tiempo.
Sin embargo, los trastornos de somatización resultan mucho más angustiosos en los niños. No saben qué les sucede y lo viven de manera turbadora. Por lo general, son manifestaciones repentinas que van acompañadas de cambios de conducta. El malestar físico es consecuencia directa de algún tipo de desencadenante emocional que no saben expresar y, a menudo, ni comprender.
En estas situaciones el papel de los progenitores es clave. Saber detectar y responder a las necesidades de los pequeños resulta esencial. Lo analizamos.
Son muchos los niños que se sienten cada vez más presionados en sus estudios y clases extraescolares. Esto les genera a menudo una elevada ansiedad que no saben cómo gestionar.
Quejas somáticas en niños y adolescentes, un fenómeno frecuente
Hay niños que acuden a los especialistas con sus padres porque estos últimos piensan que tienen alguna intolerancia alimentaria. Vomitan con frecuencia y casi todo les sienta mal. “Tal vez sean celíacos o alérgicos a la lactosa”, se dicen. Sin embargo, las pruebas no revelan ningún problema. Algo parecido sucede con los chicos y las chicas de 12, 13 o 16 años.
Hay muchos adolescentes que se vuelven herméticos, que se sienten cada vez más agotados y que casi siempre sufren dolores de cabeza. Los padres creen que esas conductas son propias de la edad y que, tal vez, esas molestias sean resultado de estar demasiado tiempo delante de una pantalla. Sea como sea, hay algo evidente. Las quejas somáticas en la población infantojuvenil con frecuencia no son bien entendidas ni atendidas.
Un estudio de la Universidad de Duke, por ejemplo, destacan que son un fenómeno especialmente común en los niños y adolescentes. Las niñas evidencian mayores cambios emocionales, mientras que los niños muestran a menudo una conducta más disruptiva y desafiante. Si pensamos que son cosas de la edad, los estamos desatendiendo.
Es prioritario que como padres y educadores seamos sensibles a todo cambio y a toda molestia somática por parte de los más jóvenes. Veamos ahora cómo aparecen esas quejas somáticas y cuáles son las más recurrentes.
¿Cómo se manifiestan?
Es importante matizar que las quejas somáticas no deben ser producto de ninguna enfermedad orgánica. Es decir, en estos casos, las pruebas médicas y análisis no arrojan nunca un origen claro de por qué el niño evidencia dichas molestias físicas. Así, y por término medio, las más frecuentes son las siguientes:
- Dolor musculoesquelético.
- Cansancio constante.
- Cefaleas.
- Dolor de estómago.
- Náuseas y vómitos.
- Alteraciones intestinales como diarrea.
- Enuresis.
- Problemas para conciliar el sueño.
- Pesadillas.
- Palpitaciones y taquicardia.
Las quejas somáticas en niños y adolescentes suelen ir acompañadas de problemas escolares, como bajo rendimiento o conductas desafiantes o disruptivas.
¿Cuáles son las causas?
Los trastornos de somatización suelen aparecer de manera inesperada y cuando lo hacen, se mantienen de forma estable a lo largo de seis meses o dos años. Esto afecta de manera directa la calidad de vida del niño, sobre todo, si no se aborda el problema latente que lo desencadena.
Veamos ahora qué factores y realidades subyacentes suelen conformar estas condiciones clínicas.
La ansiedad, las presiones que rodean al niño
La Universidad Johns Hopkins realizó un estudio en el que evidenció que detrás de las quejas somáticas en niños y adolescentes están los trastornos de ansiedad. En estos casos, la edad en la que es más frecuente esta realidad son los 12 años, época en que la sintomatología suele ser más intensa e invalidante para los adolescentes y preadolescentes.
La presión académica, e incluso la exigencia que proyectan en ellos sus progenitores, eleva la sensación de angustia y acaba, en ciertos casos, desbordándolos.
La depresión infantil y juvenil
La depresión en niños y adolescentes está infradiagnosticada y, por tanto, descuidada clínicamente. Esta es una realidad preocupante dado que las tasas de conductas autolesivas y de suicidios en la población más joven están aumentando.
Detrás de este problema tan grave suele estar desde problemas familiares, separación de los padres, situaciones de acoso escolar e incluso el impacto nocivo de las redes sociales.
El maltrato familiar
Abuso, maltrato, desatención… Una de las causas de las quejas somáticas en niños desde edades tempranas es el maltrato familiar. Ser víctima de este tipo de situaciones altera por completo el desarrollo de los pequeños a todos los niveles, emocional, neurológico, cognitivo, etc.
Personalidad de los niños
Hay niños y adolescentes con una personalidad autoexigente y muy perfeccionista. También hay pequeños particularmente tímidos con tendencia a somatizar. Asimismo, también es frecuente que el hecho de criarse y crecer en entornos familiares rígidos y autoritarios hace que los pequeños desarrollen un carácter con tendencia a interiorizar sus miedos, ansiedades y preocupaciones. Esto también se traduce, tarde o temprano, en molestias y malestares físicos…
La depresión en los niños está infradiagnosticada. Esto puede hacer que lleguen a la adolescencia con ideación suicida. La detección temprana es clave y para ello, debemos atender cambios en su conducta y malestares físicos que no tienen un origen concreto.
Tratamiento para los trastornos somáticos
El primer paso para abordar las quejas somáticas en la población infantojuvenil es contar con la supervisión y diagnóstico de un pediatra. Debemos descartar causas orgánicas para identificar, después, las psicológicas. En estas situaciones, es imprescindible contar con la supervisión de médicos especialistas junto con los psicólogos.
No podemos dejar de lado que las molestias orgánicas (malestar estomacal, insomnio, cefaleas…) son reales, y deben atenderse. No obstante, estas no desaparecerán si no tratamos sus desencadenantes. La correcta identificación del problema por el que transita el niño o adolescente es el principal punto de partida.
Asimismo, el tratamiento de los trastornos de ansiedad, la depresión o cualquier otra condición psicológica, debe combinarse con las siguientes estrategias:
- Enseñar al niño/adolescente cómo reacciona su cuerpo ante estados como el estrés, la preocupación, la angustia, etc. Deben comprender a qué se debe su malestar físico y en qué consiste la somatización.
- Es conveniente enseñarles técnicas de relajación para que aprendan, de manera temprana, a manejar el estrés.
- Entrenamiento en habilidades sociales, asertividad y solución de problemas.
- La reestructuración cognitiva, es decir, deben aprender a regular y entender sus pensamientos y creencias para desarrollar enfoques mentales más saludables.
Nota importante
No podemos finalizar este artículo sin destacar un aspecto que todos los padres deben entender. Las quejas somáticas no son formas de llamar la atención de los niños; el dolor y la molestia son reales. Los pequeños que se quejan de manera recurrente de un dolor o que varían su conducta necesitan atención profesional.
Debemos dar validez a lo que expresan y a lo que demuestran. Animémosles a verbalizar lo que sienten, guiémosles para que puedan decirnos qué les preocupa, dando veracidad a ese dolor que dicen sentir. Seamos esas figuras que saben ser refugio y apoyo desde la comprensión, la empatía y el afecto.
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