¿Cómo actúa la envidia en nuestras vidas?
Un conocido pasa las pruebas de un equipo para el que tú no has sido seleccionado. Un familiar encuentra un trabajo fantástico mientras tú continuas desempleado. Tu amigo comienza una relación el mismo mes que rompes con tu pareja. Todos hemos experimentado envidia en alguna ocasión, y en todos los casos esta surge de una comparación en la que salimos perjudicados.
La envidia está estrechamente relacionada con el autoconcepto. Cuando este es pobre, cuando las expectativas que tenemos hacia nosotros mismos no se cumplen, comenzamos a compararnos. Los logros del prójimo suponen una amenaza para nuestra autoestima. Es aquí cuando ese desagradable sentimiento de ira, rencor y malos pensamientos comienza a gestarse.
La envidia es una emoción dañina que solo conduce a la frustración y la amargura. Sin embargo también constituye una alerta de que ciertos aspectos de nuestro desarrollo personal necesitan ser trabajados. Siguiendo ciertas pautas podemos transformar la rivalidad en admiración.
No te compares
Como hemos dicho, la envidia se alimenta de la comparación. Desde pequeños crecemos en una sociedad competitiva, que nos impone ciertos roles y estándares que hemos de cumplir para ser considerados exitosos. Inevitablemente, el baremo con el que se nos evalúa, está constituido por los actos de los demás. Desde niños aprendemos a sentir vergüenza por no ser tan inteligentes como ese compañero de clase o tan atléticos como nuestro hermano.
Las comparaciones, antes de surgir desde dentro, provienen de fuera. Así, nos pasamos la vida angustiados observando como otros parecen alcanzar aquellas metas que a nosotros se nos resisten. Cada uno de sus logros se siente como un puñal ante nuestros aparentes fracasos.
La realidad es que cada persona tiene su propio camino y su particular ritmo para andarlo. Y, sobre todo, que el éxito del otro a ti no te quita nada. El que otra persona domine un segundo idioma, no te resta a ti la capacidad de poder aprenderlo. Pero debido a la presión social aprendemos a vernos como contrincantes en la carrera de la vida.
Si quieres liberarte de este lastre, cambia tu mentalidad. Tu objetivo no ha de ser superar al otro, sino superarte a ti mismo cada día. Deja de fijarte en la vida de los demás e invierte toda tu energía en construir la tuya. Identifica qué deseas y trabaja con optimismo para lograrlo. Tu única responsabilidad eres tú mismo, enfócate.
Trabaja en tu autoconcepto
El autoconcepto es la imagen que cada uno de nosotros tiene sobre sí mismo. Los adjetivos y características que creemos que nos definen. Y, siempre, lleva asociado un juicio de valor. Por ejemplo, alguien puede tener la visión de sí mismo como una persona sociable, ambiciosa y otorgarse una valoración favorable por ello. Sin embargo esta cualidad positiva o negativa está enormemente influenciada por los mandatos sociales.
Desde fuera se nos impone un “yo ideal“, el yo que deberíamos ser. Y cuando este entra en confrontación con nuestro yo actual comenzamos a sentirnos inseguros y poco válidos. Ser sociable y ambicioso son cualidades altamente valoradas en nuestra sociedad, por lo que una persona tímida y sencilla puede llegar a sentirse verdaderamente mal consigo misma.
Un ejercicio muy sano consiste en desligarnos de lo que, desde fuera, nos dicen que debemos ser y comenzar a establecer nuestra propia escala de valores. ¿Qué es realmente importante para ti?. Quizá tú consideres valioso y prioritario ser alguien amable, creativo o implicado socialmente.
Son esas las cualidades que has de tratar de desarrollar en tu persona y las que deben decidir lo positivo o negativo de tu autoconcepto. Deja de esforzarte por ser lo que otros quieren de ti, esto solo te desgasta, te frustra y te hiere. Por el contrario, comienza a ser quien tú deseas, empieza a buscar tu propia aprobación y a medirte por tus propios baremos.
Libérate de la envidia
Cuando hayas forjado una autoestima sólida y un autoconcepto positivo, podrás comenzar a fijarte en los otros para obtener inspiración. Te sentirás tan seguro de tu valía, tan conforme con la persona que eres, que los éxitos ajenos solo te despertarán admiración. Sabrás que eres válido, que eres suficiente y capaz de alcanzar tus metas. Así, observarás el camino de los otros para aprender de sus pasos y no para sentir rencor.
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