¿Repasas tus preocupaciones antes de dormir? Esta es la causa
Si eres de los que repasas tus preocupaciones antes de dormir, conoces el agotamiento que se puede derivar de esta costumbre. Saltas de elucubración en elucubración, como la ardilla curiosa que tarda poco en cambiar de rama. Examinas cada acontecimiento o circunstancia sin perder detalle, y a pesar de saber que lo mejor sería darle el off a la mente y permitir que descanse, ahí sigues durante horas…
Ojalá todo fuera tan fácil. Nos encantaría poder llegar a la cama y que, nada más poner la cabeza en la almohada, nuestra agitación metal terminase. Sin embargo, no importa que el dormitorio y la casa entera estén en riguroso silencio. La mente es parlanchina, además de una fábrica de preocupaciones un tanto desobediente a la hora de bajar la persiana.
En ocasiones, no le basta con cumplir con un sucinto inventario de todos los problemas existenciales. Hay días en los que hacemos incluso una compilación de todos nuestros momentos más tristes, angustiantes o vergonzosos. Casi sin darnos cuenta, el clima emocional en nuestra almohada se vuelve más adverso, dificultando así que llegue el sueño, el ansiado descanso…
Si te es conocida esta situación, te gustará saber que este es un fenómeno psicológico muy común y que hay estrategias para manejarlo.
“Cuando me da por pensar de noche en mis defectos, me quedo dormido inmediatamente”.
-Oscar Wilde-
¿Por qué repasas tus preocupaciones antes de dormir?
Cuando repasas tus preocupaciones antes de dormir, como el gerente que hace inventario de su almacén, sucede algo llamativo. Podrías elegir aquellos pensamientos más amables, confortables y felices. Sin embargo, la mente es muy selectiva en estos momentos con el material mental con el que trabaja.
El origen de este estado no es otro que el de la ansiedad. Por término medio, son las personas con algún trastorno latente de ansiedad quienes más evidencian esos estados de preocupación intensa que dificulta el buen descanso nocturno. Asimismo, el hecho de que el cerebro sufra un pico ansioso justo cuando nos acostamos responde a un mecanismo evolutivo muy llamativo. Lo analizamos.
Evaluar situaciones y desempeños para sobrevivir mejor
El cerebro del siglo XXI del ser humano es el resultado de miles de años de evolución. Esto que puede ser sin duda una ventaja, presenta ciertos fallos de “fábrica” aún no resueltos. Esos pequeños errores hacen referencia al modo en que seguimos procesando los desafíos cotidianos, ya sean grandes o insignificantes.
Ya no somos cazadores-recolectores, ya no vivimos en entornos salvajes llenos de riesgos, pero la mente reacciona casi del mismo modo: procesando amenazas de manera constante. La noche, con el silencio, es el momento idóneo para evaluar situaciones y desempeños y detectar cualquier alerta o riesgo. Todo es objeto de análisis.
Cuando repasas tus preocupaciones antes de dormir, el cerebro no tarda en ver banderas rojas en los aspectos más nimios. Si crees que actuaste de manera poco asertiva en el trabajo, el cerebro ya evalúa que te pueden despedir. Si piensas en ese último mensaje que no te ha respondido un amigo, al poco concluyes en que tal vez te está haciendo ghosting.
El cerebro tiene una tendencia casi instintiva a centrarse antes en los problemas que en las vivencias positivas. Lo hace por su tendencia innata a evaluar riesgos para que desarrollemos estrategias de actuación y poder adaptarnos y sobrevivir a un entorno siempre complejo.
La ansiedad latente
Trabajos de investigación, como los realizados por el doctor Luc Staner del laboratorio del sueño de la empresa farmacéutica FORENAP en Rouffach (Francia), destacan la relación entre los trastornos de ansiedad y las alteraciones del sueño. Condiciones como el trastorno de ansiedad generalizada y el trastorno de estrés postraumático están detrás de esta realidad.
Cuando repasas tus preocupaciones antes de dormir, caes en los ciclos del pensamiento rumiante. Sin embargo, esta experiencia no surge solo al final del día. Las ideas obsesivas y autocríticas navegan de manera latente todo el tiempo. Sin embargo, en la calma de la noche, ese diálogo interno sube el volumen y tiene mayor presencia.
Por otro lado, cabe señalar que las personalidades altamente perfeccionistas también suelen derivar en estos laberintos nocturnos de sufrimiento.
Más que los propios problemas, nuestro mayor desafío está en cómo afrontamos todo eso que nos quita el sueño. Dar vueltas a dichas realidades y reforzar un enfoque negativo y pasivo intensifica el malestar.
Cómo dejar de pensar en exceso antes de dormir
Cuando la losa de la preocupación cae sobre ti justo cuando relajas tu cabeza sobre la almohada noche tras noche, tu salud física y mental se ve afectada. La falta de sueño intensifica la propia ansiedad ya existente. Es necesario hacer cambios. Esto implica focalizarse en dos áreas: cuidar la higiene del sueño y manejar el propio trastorno del estado de ánimo.
De forma resumida, sería recomendable partir de una serie de pautas:
- Aprender técnicas de resolución de problemas.
- Dedicar una hora en concreto del día a dar solución a aquello que nos produce ansiedad (programación de preocupaciones).
- Introducir técnicas de respiración profunda y de relajación en el día a día.
- Seguir unas mismas rutinas a la hora de acostarnos y levantarnos.
- Evitar comidas copiosas y ejercicio físico antes de dormir.
- Desconectar los aparatos electrónicos dos horas antes de acostarnos. Recordemos que las pantallas actúan como estimulantes y dificultan el descanso nocturno.
- Procurar que el sueño nos encuentre con la mente relajada en algún libro y no en el abismo de nuestras preocupaciones.
Para concluir, cabe señalar que no es fácil educar a nuestra mente para que baje el volumen de la preocupación. Sin embargo, siempre estamos a tiempo de instaurar otras rutinas y enfoques para transitar en la calma psicológica y no en la alarma constante.
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