El sentimiento de culpa por no poder dar el pecho
La maternidad es una de las experiencias más hermosas y transformadoras en la vida de la mujer. Pero también una de las más duras. Convertirse en madre supone afrontar presiones externas e internas que pueden resultar desbordantes. Todo el mundo parece tener una opinión, o más bien una exigencia, sobre cómo debes desempeñar tu papel en múltiples situaciones. Entre ellas la elección de dar el pecho a tu bebé.
Y es que el ejercicio de la maternidad por parte de una mujer parece ser un asunto de interés público. Muchas personas se creen poseedoras de la verdad y actúan como implacables jueces. Opinan, juzgan y dictan sentencia sin considerar el daño emocional que pueden llegar a causar.
La lactancia materna no siempre es posible
Los beneficios de la lactancia materna son indudables. Pediatras y organizaciones afirman que está constituye el alimento más rico y completo para el niño. Además, ayuda a fortalecer su sistema inmunológico y a forjar el vínculo entre madre e hijo. Incluso ayuda a la mujer en su recuperación posparto.
Todo esto es cierto, pero no podemos ignorar el resto de factores que toman parte en el proceso de decisión. Pues, sí, dar el pecho es una elección personal de cada madre y no una obligación. Muchas mujeres escogen deliberadamente no optar por este tipo de alimentación para sus pequeños y es algo completamente lícito.
Pero, por otro lado, existe un elevado número de mujeres partidarias de la lactancia materna que, por diversos motivos, no logran llevarla a cabo. Son muchas las condiciones que pueden impedir el establecimiento o mantenimiento de la lactancia. Enfermedades de la madre, escasa producción de leche, procesos muy dolorosos de mastitis…
Así muchas madres soportan pezones agrietados, sangrantes y extremadamente dolorosos tratando de proporcionar alimento natural a sus niños. Otras muchas batallan con la frustración y la impotencia al comprobar que el pequeño no logra realizar la succión adecuadamente. Incluso una buena parte de ellas ha de resignarse a no seguir amamantando a su pequeño porque la conciliación laboral es inexistente.
El abrumador sentimiento de culpa
Sea cual fuere la situación que la mujer atraviesa, en todos los casos experimenta un desbordante torbellino de emociones negativas. Afronta la desilusión, la impotencia, la sensación de inferioridad al no lograr algo que para tantas otras madres supone un acto cotidiano.
Pero, ante todo, se enfrenta a un imponente sentimiento de culpa. Culpa por no poder proporcionarle a su hijo lo que necesita, por sentir que le priva de algo necesario y beneficioso. Culpa por no poder ajustarse al ideal de madre que desde fuera se nos impone.
Y a la culpa la acompaña el miedo. Miedo a no ser suficiente, a no estar capacitada, a influir negativamente en la salud de su hijo y a perder la oportunidad de forjar el valioso vínculo materno-filial.
Si la presión interna no es suficiente, si su crítico interior no ataca con la suficiente fiereza, a ello se suman las voces de todos aquellos que se sienten con derecho a opinar. Siempre parece haber alguien dispuesto a recordarle las fantásticas ventajas de la lactancia materna, como si no las conociera sobradamente. Siempre se alza una voz condescendiente diciéndole que “si ya se ha cansado, qué se le va a hacer”.
No, esa mujer no se ha cansado, no se ha aburrido. Ha batallado, haciendo acopio de toda su fortaleza y sus recursos personales para lograr su meta. Ha hecho más de lo humanamente posible; y tú, que no has andado en sus zapatos, no puedes juzgar su camino.
Dar el pecho ¿a qué precio?
Dar el pecho es beneficioso, pero no a cualquier precio. La conexión entre la madre y el bebé existe y es profunda desde antes de su nacimiento. El dolor de la madre, su miedo, su ira contenida, su impotencia…. todas estas emociones el bebé las siente en intensidad. El bienestar de ambos va completamente ligado.
Por ello es ilógico empeñarse en mantener una lactancia materna cuando este intento causa un enorme sufrimiento. El bebé, más que la leche materna, necesita una madre sana y feliz. Una madre que disfrute de su rol y pueda vivirlo con plenitud, sin dolor y sin culpa. Todas las madres desean lo mejor para su bebé, pero esto va irremediablemente unido a lo que también es mejor para ellas.
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- Delgado, S., Arroyo, R., Jiménez, E., Fernández, L., & Rodríguez, J. M. (2009). Mastitis infecciosas durante la lactancia: un problema infravalorado (I). Acta Pediatr Esp, 67(2), 77-84.
- Segura Sánchez, M. (2014). Dificultades en el mantenimiento de la lactancia materna.