Siempre llega un momento en que descubres tus fortalezas
Decía la escritora Dorothy Parker que quienes se aburren en tiempos de calma es porque no conocen las épocas de tormenta. De algún modo, una parte de nosotros mismos se revela siempre en esos momentos de mayor oleaje, en esos días en que el destino nos arrebata el equilibrio para ponernos a prueba. Es en esa etapa del complejo viaje existencial cuando descubres tus fortalezas.
Hasta ese momento podríamos decir que uno se limita solo a improvisar. Ahora bien, este tema no deja de ser tan interesante a la vez como revelador. Hace unos años, la empresa de análisis estadounidense Gallup quiso sondear qué tipo de fortalezas eran las que más abundaban entre la población. Para ello, desarrolló una encuesta para que las personas pudieran evaluarse.
Más tarde, los psicólogos Nick Epley y David Dunning apuntaron algo relevante sobre este tema. Gran parte de nosotros somos jueces inexpertos sobre nuestras valías. Hay quien las magnifica y hay quien las infravalora. El mejor modo de saber cuáles son nuestros puntos fuertes es girar el espejo y ver qué dicen los demás.
Otra forma es ponernos a prueba. Tarde o temprano llega un instante en el que afloran nuestras auténticas valías, nuestras mayores fortalezas.
Al final llega el día en que descubres tus fortalezas
Fue en el 2004 cuando Martin Seligman y Chris Peterson publicaron un libro titulado Fortalezas y virtudes de las personas: manual y clasificación.
Este trabajo era una antítesis del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales y buscaba, básicamente, destacar esos talentos, habilidades y valías que cada persona alberga en su interior.
Dicho libro siempre suscitó ciertas críticas entre una parte de la comunidad científica. Definir como fortalezas a la amabilidad, la generosidad o la alegría entraba para muchos más bien en el campo de las virtudes morales y no en el área de las competencias psicológicas.
Quizá por ello, en el 2014, los doctores de la Universidad de California Laura King y Louis Trent aportaron un nuevo enfoque en el cual dejar a un lado las “virtudes” para hablar de las “fortalezas de la personalidad humana”.
Este enfoque pretendía buscar esas valías que nos permiten adaptarnos mejor a los cambios, a los desafíos de la vida. Es ese tejido emocional y psicológico que media en el bienestar, en una mejor toma de decisiones e incluso en nuestra capacidad para alcanzar todo nuestro potencial humano. Veamos más características.
Cuando descubres tus fortalezas, manejas bien el tiempo de calma y el tiempo de adversidad
A veces, sucede algún imprevisto: la pérdida de un trabajo, una ruptura afectiva… Estos acontecimientos nos ponen a prueba, los sufrimos, nos inmovilizan y, por supuesto, duelen. Sin embargo, cuando los superas, descubres tus fortalezas.
Te das cuenta de que en ti hay recursos que no conocías. Has aprendido a manejar tus emociones, a lidiar con el dolor, a alimentar una vez más la esperanza e incluso la motivación…
Todos esos aprendizajes quedan integrados en ti y te ofrecen mayor rodaje, mayor visión. Es entonces cuando empiezas a moverte mejor, tanto en días de calma como en los de dificultad. Lo haces porque tienes claros ya tus propósitos, sabes lo que quieres y tu brújula personal está bien calibrada.
Todos tenemos “puntos fuertes” en nuestra personalidad que deben florecer
Muchos pasamos años habituados a nuestra zona de confort. A esa estabilidad donde todo queda bajo control, esa en la que cada cosa es predecible y la damos incluso por sentada. Hasta que, de pronto, surge la primera grieta y, al poco, un área de nuestra área segura se desmorona y se viene abajo. Entonces, lo hacemos, reaccionamos y nos damos cuenta de que tenemos puntos fuertes.
Cuando descubres tus fortalezas tomas conciencia de que eres más resiliente de lo que pensabas, más creativo, esperanzado y proactivo.
Sin embargo, a pesar de que a veces una demanda situacional o experiencial nos haga reaccionar de manera adecuada, no significa que esto vuelva a pasar de nuevo. Es decir, puede que hoy hayamos actuado bien ante ese fallo cometido en el trabajo, ante ese problema vivido en nuestra relación de pareja.
Sin embargo, es posible que ante otra situación complicada no actuemos de forma tan acertada. ¿Qué significa esto entonces? Significa que cuando descubres tus fortalezas debes lograr que sigan floreciendo.
Cuando más las uses, más se desarrollarán para poder aplicarlas a muchos más ámbitos de tu vida. Si fuiste hábil para resolver un incidente en el plano laboral, esa capacidad de reacción debe aplicarse también a otros escenarios de tu día a día.
Los tres componentes de las fortalezas: sentir, pensar, actuar
Cuando descubres tus fortalezas cambias tu realidad. Sin embargo, para que esto suceda deben alinearse tres fuerzas, tres procesos excepcionales que nos guían hacia el logro, hacia el avance en esa conquista por superar nuestros miedos, por abrirnos paso entre la adversidad. Hablamos de la emoción, el pensamiento y la acción.
Toda fortaleza parte de una emoción, de esa que nos invita a superarnos, a cruzar ese puente en el cual, los temores quedan abajo y las esperanzas enfrente. Fortaleza es también lograr que nuestros pensamientos estén nutridos por la motivación, por la confianza en uno mismo. Solo entonces logramos actuar sin que el miedo nos inmovilice, sin que la inseguridad nos deje cercados.
Confiemos un poco más en ese motor para la superación personal que todos llevamos dentro.
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- King, L. A., & Trent, J. (2013). Personality strengths. In H. Tennen, J. Suls, & I. B. Weiner (Eds.), Handbook of psychology: Personality and social psychology (p. 197–222). John Wiley & Sons Inc.