Silenciar nuestras emociones envenena el alma
Notas que tienes que decirlo, pero te contienes. Sabes que hay algo dentro de ti que lucha por salir, pero no se lo permites. Tienes miedo a que te rechacen, temor a mostrarte vulnerable, sentimientos de vergüenza que te hacen replantearte lo que estás sintiendo… Sin embargo, no eres consciente de que silenciar nuestras emociones envenena el alma.
Al final esta actitud acabará siendo una constante. Te descubrirás entre el “sí” y el “no” cada vez que necesites expresar lo que sientes. ¿Cuántas veces te has sentido culpable por no ser valiente para permitir que las palabras fluyan sin contención de tu boca? ¿Cuánto te has arrepentido por no dejar salir lo que tu alma grita? Tal vez sea el momento de tomarnos más en serio esa frase que todos conocemos, pero que preferimos ignorar: “quien mucho traga, al final se ahoga“.
“Llevo una profunda tristeza en mi corazón que de vez en cuando debe estallar en sonido”
-Franz Liszt-
Silenciar nuestras emociones tiene un precio
Desde pequeños nos enseñan a silenciar nuestras emociones. Empezamos a contener las lágrimas cuando estas necesitan aflorar, comenzamos a no decir lo que en verdad sentimos porque los demás nos pueden rechazar y el rechazo amarga y duele. El miedo empieza a instalarse en nosotros en forma de mordaza para nuestras emociones y nuestros sentimientos.
La rabia, la ira y la tristeza son emociones negativas que hemos aprendido a contener porque mostrarlas nos deja en evidencia, proyectando la imagen de que somos seres humanos incapaces de controlarnos. Por otra parte, el amor, los abrazos o decir “te quiero” son emociones positivas que también silenciamos. Ya sea por miedos que arrastramos desde nuestra más tierna infancia, como por ese sentimiento de vergüenza, en ocasiones tan inútil, que nos persigue a todas partes.
Sin embargo, hacer esto es ir en contra de nuestra naturaleza. Somos seres emocionales. Por mucho que deseemos no sentir, por mucho que silenciemos nuestras emociones, estas van a estar ahí. Puedes esforzarte todo lo que quieras por callar, pero tarde o temprano tu cuerpo reaccionará. Esas lágrimas, esas palabras que contienes aflorarán de alguna manera sin que puedas hacer nada para evitarlo.
“El dolor que no se desahoga con lágrimas puede hacer que sean otros órganos los que lloren”
-Francio J. Braceland-
Estás utilizando tu cuerpo como un recipiente en el cual vuelcas todo eso que sientes, pero que te niegas a expresar. De repente, no eres capaz de explicar por qué tienes tanto malestar físico, por qué la depresión y la ansiedad han hecho acto de presencia o por qué el insomnio y la insatisfacción están empezando a apagar la ilusión y las ganas por hacer cosas que antes tenías. Tu cuerpo empieza a alertarte de que algo va mal.
Dale voz a tus sentimientos
Siempre se habla del silencio como un rasgo de sabiduría que nos permite saber escuchar a los demás, pero también a nosotros mismos. Él nos puede ayudar a escuchar a nuestro cuerpo, cómo está reaccionando, qué es lo que necesitamos. No obstante, al final, es importante darle voz a tus sentimientos.
Asimismo, es indispensable que no olvides una certeza: decir y expresar lo que te corroe por dentro no implica necesariamente hacer daño a los demás. Lo cierto es que en la expresión de nuestras emociones negativas a veces nos dejamos llevar por la energía de todo lo acumulado, es entonces cuando podemos causar un gran daño. De ahí que la regulación de las emociones sea más fácil cuando no tenemos un gran caudal acumulado de emociones que contener.
Una buena manera de poner en orden, tanto nuestros sentimientos positivos como negativos, es escribir. Hacerlo nos provoca placer, una especie de liberación. Pero, ¡ojo! No te quedes en esto y sigas con el lema de silenciar emociones. Plasmar en un papel tu enfado o tu cariño no sustituirá nunca a la propia acción de verbalizarlo: el calor de una hoja en blanco nunca es el mismo que el calor humano.
“No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas”
-Jorge Bucay-
Por otro lado, hacerte cargo de las emociones y de los sentimientos de los demás puede aumentar tu propia carga emocional. Ya tienes bastante con la tuya, no busques acaparar más. Deja de vivir constantemente en esa necesidad de decir, pero con el pensamiento de callar. No te sentirás libre, sino condenado.
En tu intento de tomar el mando de tus emociones, terminas perdiendo el control. Ellas mandan, saldrán de una manera u otra. Silenciar nuestras emociones no es natural ni beneficioso para nuestra salud. Recuerda que “el que siente gana, aunque pierda”.
Imágenes cortesía de Kristin Vestgard