Síndrome de Cotard: síntomas y causas
Popularmente utilizamos la expresión “estar muerto en vida” para describir una tendencia que muchas personas practican ante la pérdida de esperanza y la incapacidad de encontrar horizontes y motivos para existir. Se trata de una forma de hablar que por supuesto no refleja una situación en la que realmente se halla fallecido realmente.
Sin embargo, existe una terrible afección mental que lleva el significado de esta expresión a su máxima expresión. Estamos hablando del síndrome de Cotard, también conocido como delirio nihilista o de negación. La mayoría de las personas que lo padecen tienen la creencia de estar muertas o en estado de descomposición. Profundicemos.
El síndrome de Cotard
Cuando hablamos del síndrome de Cotard, nos referimos a un desorden mental en el que la persona se percibe a sí misma como algo inexistente, separada de la realidad o incluso muerta.
Cuando una persona que sufre el síndrome de Cotard se ve a sí misma, se percibe como algo extraño, alejado, incluso muerto o en estado de descomposición.
Una persona que sufre el síndrome de Cotard piensa que su mente y su cuerpo están en planos de existencia totalmente diferentes. Mientras que para él su cuerpo puede estar en descomposición en una realidad que le es ajena, su cerebro mora en una vida distinta, por lo que su comportamiento resulta extraño y errático. Incluso, es capaz de percibir su cuerpo a nivel sensorial y verse en un espejo sin alteraciones, pero notándolo como algo extraño.
¿A qué se debe el síndrome de Cotard?
El síndrome de Cotard fue descrito por primera vez a finales del siglo XIX por el neurólogo francés Jules Cotard, al tratar a una mujer que creía encontrarse a medio camino, entre el cielo y el infierno, por lo que necesidades como comer y dormir, así como todos los hechos terrenales, no tenían el más mínimo significado para ella.
El síndrome de Cotard es muy complejo, tanto a nivel de sintomatología como de causas. Actualmente no se conoce a qué es debido, pero se sabe que tiene relación con el funcionamiento del cerebro, en concreto con el modo de procesar la información y con una posible desconexión entre las áreas cerebrales destinadas al reconocimiento facial (giro fusiforme) y las áreas relacionadas con el procesamiento de las emociones (amígdala y sistema límbico).
De este modo, la persona que padece este síndrome es capaz de procesar los datos que recibe del entorno de manera correcta, pero la respuesta emocional que genera carece de sentido y de significado para ella.
En cuanto a la sintomatología más característica, destaca la negación de la existencia pero también pueden aparecer alucinaciones, ansiedad, depresión, delirios e incapacidad para relacionarse con los demás. Los delirios más comunes son la creencia de ser inmortal, de estar quedándose sin sangre o de sentir gusanos debajo de la piel al creer que su cuerpo se encuentra en estado de putrefacción.
Individuos ajenos a la realidad
La persona que tiene el síndrome de Cotard vive totalmente ajena a la realidad. Según los expertos, una forma de experimentar una sensación similar sería estar en una habitación con poca luz y poner una de nuestras manos delante de los ojos. De esta forma, percibiremos su silueta y reconoceremos que es una de las parte de nuestra cuerpo, pero la oscuridad puede hacer que a pesar de tener todos los datos sobre que esa mano es nuestra, tengamos la sensación de que no lo es.
Otra de las características principales de este síndrome es que la mente de la persona distorsiona casi todo lo que recibe, tanto información de sí misma como del entorno. Por esta razón, a veces toma la decisión de dejar de comer o beber. El síndrome le permite vivir en un limbo en el que su consciencia marcha por un plano existencial elevado, mientras que su cuerpo es una carcasa vacía que nada tiene que ver con él. Ahora bien, existen diferentes grados de afección de este trastorno.
Como vemos, las consecuencias de este síndrome pueden ser muy graves para la persona, ya que esta dejará de preocuparse por su bienestar. Por lo tanto, lo más recomendable es acudir a un especialista para que determine cuál es el tratamiento pertinente.