El síndrome del emperador o del niño tirano
Cada vez es más frecuente ver a niños pequeños desafiando a sus padres y a otras figuras de autoridad. Lo preocupante es que estas actitudes parecen ir in crescendo hasta el punto de que existen padres maltratados por sus hijos. Hablamos del síndrome del emperador, del niño tirano o del niño rey.
Tanto en la práctica profesional como fuera de ella, se observa que la tónica habitual es ver a niños pegando a sus padres, insultándoles, haciéndoles burlas y un largo etcétera. Todo con tal de obtener aquello que desean caprichosamente en un momento determinado.
Lo que más llama la atención es que cuantas más actitudes tiranas manifiesta el niño o niña, mayor es el esfuerzo que el adulto de referencia hace por complacerlo. Es el caso de un adulto desbordado ante las exigencias de su hijo y que acaba sintiéndose culpable por no lograr satisfacer sus deseos.
Un ejemplo común
Una escena que es fácil de presenciar es aquella en la que, por ejemplo, en un restaurante, vemos a un niño que no quiere comer. Hay mucha gente alrededor, la madre, casi sudando, trata de dar de comer a su hijo, algo que éste sabe hacer de sobra de forma autónoma, pero que en este momento se niega a hacer.
El quid de la cuestión no es que el niño no quiera comer, sino que en concreto lo que quiere es beber del vaso de refresco que ha pedido su madre. El niño coge el vaso y no suelta, ni cede. Entonces, la madre cree que lo mejor es negociar con el niño y le indica “solo si comes el filete beberás coca-cola”.
Los malos gestos y las palabras despectivas del niño hacia su madre van en aumento. Mientras tanto, el padre es un mero espectador del conflicto que observa con cara de impasibilidad.
Tras forcejear con el vaso de refresco, la madre no encuentra el modo de solucionarlo y se rinde. Así que el niño termina por beber todo lo que quiere, mientras hace burlas a su madre junto con una suculenta y directa patada por debajo de la mesa.
El toque final es una reprimenda de la madre que, por supuesto, el niño no tomará en serio: “ya verás, hoy te has quedado sin piscina”. El problema es que a estas alturas, el pequeño emperador ya tiene recursos de sobra para salir airoso de la situación. Para las venideras, ya sabe que solo tiene que forcejear un poco más fuerte con el vaso de coca cola.
Características del síndrome del emperador
A nivel práctico, como en el ejemplo anterior, es más o menos fácil identificar a un/a niño/a tirano/a. A nivel técnico, las características de éstos son las siguientes:
- Percepción exagerada de lo que le corresponde. El niño o niña no pide, exige. Hasta el punto de no sentirse satisfecho/a con nada. Cuando consigue lo quiere, vuelve a querer más cosas.
- Baja tolerancia a la frustración, aburrimiento o negación ante aquello que han solicitado. En estos casos, responde con rabietas, ira, insultos o violencia.
- Presenta pocas estrategias para resolver problemas por sí mismo. Está acostumbrado a que se los resuelvan.
- Su egocentrismo le hace creer firmemente que el mundo gira alrededor de él.
- Siempre encuentra justificación para sus conductas. Además, culpabiliza a otros de las mismas.
- No empatiza. Por tanto, no siente remordimientos cuando grita, amenaza o agrede físicamente.
- Discute las normas y los castigos con sus padres, a quienes llama malos o injustos. Este aspecto le beneficia, ya que consigue que los padres se sientan mal y cedan de nuevo.
- No responde bien ante figuras de autoridad o normas sociales.
- Tiene baja autoestima, pero está enmascarada con sus conductas tiránicas.
¿Cómo se construye el síndrome del emperador?
Además de la existencia de una predisposición genética, parece que la responsabilidad recae principalmente en dos aspectos: un estilo educativo permisivo y la influencia de la sociedad actual.
La falta de límites claros hace creer a los niños, de forma errónea, que tienen derecho a hacer lo que quieran, en el momento que deseen. Dentro de ese derecho, no son conscientes de que las recompensas requieren un esfuerzo. Y que, además, deben respetar a los demás.
Por otro lado, no podemos obviar la influencia de la sociedad consumista e individualista en la que estamos inmersos actualmente. La cual nos incita constantemente a tener todo, y tenerlo rápido. Por ello, es importante educar desde pequeños en valores de esfuerzo y aprender a valorar lo que uno ya tiene. Además de enseñar a agradecer.
¿Cómo evitar el síndrome del emperador?: Un niño sano necesita tener unos límites claros
Si aunamos todos estos factores, podemos barajar la hipótesis de que los más pequeños se acostumbran a no valorar las cosas y a primar sus deseos inmediatos por encima de todo. Asimismo, los padres acaban también por frustrarse. Hagan lo que hagan su hijo no se contentará.
Para educar a niños fuertes, sanos e inteligentes emocionalmente es preciso poner límites claros desde el principio. Es esencial que los niños experimenten cierto grado de frustración, para que puedan comprender que el mundo requiere de esfuerzo y respeto hacia los demás.
Dejar que el mundo gire alrededor de ellos les hace un flaco favor. Un niño que no ha experimentado frustración, es un niño más vulnerable. En un futuro, tendrá muchas dificultades para afrontar situaciones y solucionar problemas. Descubrirá que la vida no está hecha a su medida, ni todo es como le gustaría.
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- Pereira, R., & Bertino, L. (2009). Una comprensión ecológica de la violencia filio-parental. Violencia familiar, 226.
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