Síntomas de la somatización
Dolor de espalda, de esos que no dejan ser, de esos que apenas nos permiten movernos o incluso trabajar. Molestia en el estómago, de esos que preocupan día y noche y que nos hacen imaginar lo peor… Los síntomas de la somatización no son fáciles de identificar ni de admitir, sin embargo, son una realidad habitual entre miles de personas.
Los trastornos psicosomáticos constituyen una condición clínica descrita en el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM-V). Aunque en realidad no sean tan conocidos por la mayoría, atendemos a pacientes que llevan años acudiendo a atención primara a causa de esa caída del pelo, de ese dolor en el pecho que no se va y que confundimos con un infarto.
Se estima que cerca del 25 % de las consultas a los médicos de cabecera tienen como origen la somatización. Sin embargo, la persona siempre busca un tratamiento farmacológico, un calmante para el dolor, una cita con el fisioterapeuta para aliviar esa molestia de espalda. Y, sin embargo, los síntomas persisten o lo que es peor aparecen otros nuevos.
Es importante conocer mucho más sobre este tipo de realidad clínica. El trastorno psicosomático puede socavar la calidad de vida de la persona en todos sus ámbitos: profesional, familiar, ocio… Profundicemos en este tema.
Principales síntomas de la somatización
Con la última edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V), la categoría diagnóstica conocida anteriormente como trastornos somatomorfos ha pasado a llamarse síntomas somáticos y trastornos relacionados. Así, aunque nos parezca un tema relativamente nuevo, cabe señalar que el campo de la medicina y la psiquiatría lleva décadas estudiando esta condición.
Tomemos de referencia lo que nos señala el doctor Greg Lamberty, de la Universidad de Minnessota, en un estudio. Los médicos de atención primaria tratan a pacientes que manifiestan síntomas para los que no hay causa biológica a menudo. Esto significa tener que someterlos a pruebas innecesarias que no solo tienen un coste económico. Además, hace que estén años esperando un diagnóstico y una estrategia terapéutica que nunca llega.
Por tanto, es necesario abordar esta realidad de manera más amplia. El primer paso está en conocer los principales síntomas de la somatización. Los analizamos basándonos en el criterio diagnóstico del anteriormente citado DSM-V.
Excesivo tiempo y energía dedicados a los síntomas o problemas de salud
La principal característica de las personas con síntomas de la somatización es precisamente el tiempo que invierten intentando comprender qué les ocurre. Por lo general, las características clínicas por las que uno puede acudir a su médico para solicitar un diagnóstico, suelen ser las siguientes:
- Síntomas generales: apatía, cansancio, problemas para conciliar el sueño…
- Musculoesqueléticos: dolores generalizados, en especial de cuello y espalda.
- Neurológicos: dolores de cabeza, mareos, alteraciones de la visión…
- Gastrointestinales: dolor y distensión abdominal, gases, diarrea, estreñimiento…
- Cardiorrespiratorios: taquicardia, dolor torácico, sensación de falta de aire.
Estos síntomas suelen durar más de 6 meses, no se conoce el origen y vuelven a pesar de los tratamientos recibidos. Es muy común, por ejemplo, ir de especialista en especialista sin que ningún profesional puede encontrar el desencadenante de estas molestias.
Pensamientos desmedidos y persistentes acerca de la gravedad de los síntomas
Los síntomas de la somatización se caracterizan, sobre todo, por la forma tan intensa y real en la que las personas sienten esas realidades médicas. Así, aunque no existe en todos los casos una enfermedad orgánica detrás, esas molestias y sufrimientos se sienten y se viven de igual manera.
Por tanto, el concepto de somatización como tal se define por tres componentes clave:
- Dimensión experiencial. Constituido por esos síntomas que experimenta la persona.
- Dimensión cognitiva. Hace referencia a la interpretación que el paciente hace de sus síntomas. Es recurrente que este tipo de síntomas se vean como algo peligroso. No dudan en buscar información en Internet y en pensar lo peor e incrementar así, la propia ansiedad subyacente.
- La dimensión conductual se define por esa insistencia en obtener un diagnóstico ante lo que les ocurre. Así, es bastante común no llegar a creer ni aceptar que eso que les sucede, tiene un origen mental y no fisiológico.
Ansiedad por la propia salud
Los pensamientos desproporcionados y persistentes sobre la gravedad de los síntomas acentúan la propia ansiedad. Los síntomas de la somatización incluyen también este tercer factor orquestado por la angustia, el miedo y el sufrimiento por estar perdiendo la salud, por el temor a ser ingresado e incluso a morir.
En muchos casos, el propio miedo puede hacer que muchas personas no se atrevan a ir al médico porque piensan que van a recibir el peor de los diagnósticos. Otras, en cambio, viven un periplo que dura años en busca de una respuesta, de un diagnóstico. Sin embargo, no todos son concluyentes y eso empeora aún más el estado de ánimo.
Estamos, como podemos ver, ante un hecho complejo que se vive con contradicción e incertidumbre. Experimentar dolor, molestias y un sufrimiento que rara vez se va, sino que persiste y altera cualquier esfera vital. Es recomendable, por tanto, que para llevar a cabo un buen diagnóstico y un correcto enfoque terapéutico, participe un equipo multidisciplinar.
La participación de especialistas en medicina y en psicología es lo más adecuado en todos los casos. Por lo general, y para tratar los síntomas de la somatización, se hace uso de un enfoque farmacológico y de una reestructuración cognitiva de cara a modificar las creencias disfuncionales. Los progresos y las mejoras son posibles en gran parte de los casos.
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