Síntomas de estrés postraumático tras un infarto, ¿cuáles son y cómo se relacionan?
Cada vez son más las patologías que se vinculan con el estilo de vida de las personas. El estrés, estrechamente asociado, se considera un grave problema en materia de salud pública. Las enfermedades cardiovasculares (ECV), como el infarto, siguen siendo, a pesar de los estragos que produjo la pandemia, una de las principales fuentes de decesos en la mayoría de esos que conocemos como países desarrollados.
En España, los casos de deceso por infarto se encuentran, tristemente, al alza. Se estima que un 25 % de toda la mortalidad en nuestro país puede atribuirse a la enfermedad cardiovascular (Castilla et al., 2022).
Además, según la American Psychiatric Association, el trastorno de estrés postraumático (TEPT) es una entidad clínica que designa a las personas que se han visto expuestas a una situación potencialmente mortal, hecho que es compatible con ser superviviente de un infarto.
«El TEPT es un trastorno que puede desarrollarse después de la exposición a un evento o serie de eventos extremadamente amenazantes».
-Organización Mundial de la Salud-
Los factores psicosociales: el gatillo que produce el infarto
Existe un buen volumen de investigación que describe la influencia de diversos factores de tipo psicosocial en la génesis del infarto. Nos referimos al estrés creciente, producto de un estilo de vida «galopante» en el que todo parece ir extraordinariamente rápido. Nos referimos también a la presión que sufren las personas producto de su situación laboral y al estrés económico que sufren tras las constantes subidas en los precios.
Además, se han encontrado relaciones entre factores de personalidad (como la hostilidad) y estas enfermedades. Por ejemplo, los pacientes con tendencia a la hostilidad son más propensos a sufrir un infarto, así como los sujetos cuya personalidad se ha denominado de manera tradicional como «personalidad de tipo D» (Jackson et al., 2018).
Como consecuencia de los factores que acabamos de mencionar, los sujetos experimentan un mayor número de emociones de valencia negativa. La depresión y la ansiedad son dos de las entidades clínicas que más correlacionan con las ECV. Son la mecha que puede disparar la bala del infarto, pero también pueden afectar de manera significativa su curso (es decir, a cómo evoluciona) y a su pronóstico (es decir, si el cuadro se resolverá bien o tendrá complicaciones).
Los metaánalisis se definen, de manera pedagógica, como análisis de los análisis o estudios de los estudios. Constituyen una de las formas más sofisticadas de obtener evidencia científica, puesto que «crean ciencia, mediante los propios resultados científicos». En este sentido, los resultados de los metaánalisis indican inequívocamente que los factores de tipo psicosocial están asociados al curso y al pronóstico del infarto (Castilla et al., 2022). Tal y como menciona Murielle (2022):
«El trastorno de estrés postraumático (TEPT) se asocia con un aumento significativo en la aparición posterior de un infarto, y hospitalizaciones por infarto o mortalidad cardíaca».
-Murielle Jacquet-Smailovic-
Síntomas postraumáticos tras un infarto
Tras sufrir un infarto, los pacientes suelen informar de síntomas de estrés postraumático. Aunque su asociación con el pronóstico de la ECV está demostrada, los profesionales de la cardiología o la psicología de interconsulta y enlace (y otros profesionales) suelen prestar poca atención a estos síntomas. Esta ausencia de atención a los síntomas de estrés se ha visto que puede incrementar la probabilidad de que, en el futuro, el paciente reingrese por otros infartos.
Como hemos mencionado al comienzo del artículo, un infarto es una situación que pone en peligro la vida del paciente. Es decir, cumple con la definición dada por la American Psychiatric Association. En este sentido, es habitual que los pacientes en situación de postinfarto experimenten cuadros de estrés agudo en las semanas posteriores al evento. Si los síntomas de estrés agudo continúan durante más de un mes, cabe la posibilidad de establecer como diagnóstico el TEPT.
Realizar una evaluación del estado mental del sujeto de manera inmediata después del infarto es importante desde un punto de vista clínico (Castilla et al., 2022). Aún se desconocen los mecanismos biológicos exactos que relacionan el estrés y la mortalidad tras una ECV. Sin embargo, se apunta a que podría producirse un aumento de la inflamación, así como una mala adherencia a los fármacos y hábitos de vida poco saludables.
¿Qué elementos predicen los síntomas de estrés postraumático tras un infarto?
Hay varios aspirantes a ser considerados como factores predictores de síntomatología postraumática tras un infarto. Según la investigadora Cristina Castilla, se han encontrado los siguientes:
- Ser joven.
- Poseer un nivel socioeconómico bajo.
- Ser mujer.
- Tener la percepción de «pérdida de control».
- Padecer depresión en el momento del infarto.
- Poseer antecedentes psiquiátricos.
- Carecer de apoyo social.
- Percibir el infarto como un evento «extremadamente grave».
- Que el paciente atribuya el infarto «a sí mismo» (por ejemplo, «esto me ha pasado por no cuidar de mi salud).
La evidencia científica señala que las personas que han sufrido un infarto y, que a consecuencia de él, desarrollan un estado afectivo negativo tienden a desarrollar síntomas de estrés postraumático. Esto ocurre porque consideran el evento como «muy grave» y lo atribuyen a sí mismos («es mi culpa»).
Como hemos visto, es imperativo que los profesionales sanitarios que intervienen en la recuperación y rehabilitación de pacientes que han sufrido un ECM presten atención a los síntomas de estrés agudo y postraumáticos. En este sentido, se hace imprescindible una correcta evaluación, así como el desarrollo de protocolos de intervención que acoten y aminoren estos síntomas.
«La gravedad autopercibida del infarto tiene una relación directa con la gravedad de los síntomas postraumáticos asociados al episodio coronario».
-Cristina Castilla-
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