Solo te pido una cosa: déjame ayudarte
Aparta tu orgullo y déjame ayudarte. Sé que ahora mismo es lo que necesitas. Una mano tendida y un abrazo dispuesto a reconfortarte. Unas palabras de aliento y que te escuchen sin juzgar, solo atendiendo. No me des la espalda, no rechaces el socorro que te ofrezco.
Cuántas veces has querido brindarle apoyo a un amigo o a un familiar y no has podido. En ocasiones, no es porque tú no quieras o porque la otra persona no te lo haya pedido. Simplemente, actúa de una manera que contradice lo que en verdad solicita. Quizás sea porque confía en poder salir sola de los problemas que le acaecen o, tal vez, le esté rondando el sentimiento de la vergüenza.
Déjame ayudarte, pues yo también he llorado, sufrido, hasta llegar a creer que no podría levantarme de nuevo. Quizás mis experiencias puedan servirte para darte cuenta de que no estás solo en este tropiezo. Muchos se cayeron. Yo, el primero
Si me has pedido auxilio, déjame ayudarte
Seguro que alguna vez te has visto en la necesidad de pedir apoyo. Por ello, llamaste sin dudarlo a ese amigo que tanto te conoce o a ese hermano que sabes que te dará los mejores consejos. Lo has hecho convencido de que podría iluminar tu situación, para nada afortunada. Lamentablemente, no todo transcurrió como pensabas.
Algo falló en todo este proceso. Nuestra actitud contradijo lo que estábamos buscando. La persona que teníamos enfrente, esa que estaba tan dispuesta a ayudarnos, se vio impotente para hacerlo. Sin darte cuenta, estabas llevando a cabo ciertos mecanismos que impedían que esa ayuda llegara.
Para empezar, dejaste de escuchar cuando lo que oías no te gustaba. A todo el mundo le molesta darse cuenta de que ha cometido errores, que quizás la culpa es de uno y no de otros. Ser conscientes de que la situación en la que estamos sumergidos fue nuestra elección es una realidad que no queremos reconocer. Por eso, cerraste tus oídos y también las puertas a la ayuda que te ofrecían.
Me enfadé al saber que yo también tenía la culpa, que mis actos me condujeron a este horrible desenlace. No quise aceptarlo y rechacé la ayuda que tanto necesitaba
Sin embargo, esto no se quedó ahí. Estabas tan mal… supurabas emociones y necesitabas desahogarte sin pararte a pensar en lo adecuadas que eran tus palabras. Esto te ayudó, pero no permitiste que la otra persona expresase su parecer, que te brindase algún consejo o permitiese que abrieses los ojos ante aquello de lo que no eras consciente.
¿Y qué decir de ese momento en el que desapareciste? Lanzaste tu llamada de socorro y, de repente, parece que dejaste de existir. Tus amigos, tu familia, deseosos de ayudarte todos ellos se quedaron preocupados sin saber qué hacer. Actuar así no fue justo. La ayuda que solicitabas estaba ahí, delante de ti.
No tienes por qué pasar por esto solo
Muchas veces, evitamos pedir ayuda o molestar a los demás con nuestros problemas para no robarles un tiempo que pensamos que podrían invertir en algo más productivo. Sin embargo, ponte tú en su lugar. ¿Verdad que cuando un amigo o tu hermano está mal te gustaría estar ahí para apoyarlo? Seguro que no es una molestia para ti, ¿por qué lo va a ser para los demás?
Las personas que te quieren estarán a tu lado para lo bueno y para lo malo. No compartir con ellas las circunstancias más negativas hará que no conozcan una parte de ti completamente natural y real. No te escondas. Con ellas no deberías de darle tanta importancia a ese sentimiento de vergüenza que estás notando en ti.
Es cierto que la sociedad influye demasiado a este aspecto. Estamos acostumbrados a llorar dentro de casa y a sonreír fuera de ella. Las penas, la tristeza, todo esto se queda guardado para nosotros. Lo positivo se muestra, lo negativo se esconde. Hemos escuchado muchas veces que “los trapos sucios se lavan en casa”; ahora ya ni en casa, solo en nuestro interior.
Esto provoca que nos convirtamos en personas que cargan con grandes pesos sin tener un solo descanso. Al silenciar tu sufrimiento te alejas de personas que te apoyarían, que se sentirían identificadas, a las que puedes ayudar contándoles tu propia historia. Porque todos tenemos momentos muy malos, en los que un buen abrazo espantaría todos los males.
No estás solo. A tu alrededor se encuentran muchas personas a las que les importas y que desean echarte una mano. Pero, tú no lo ves…
Somos fuertes, la vida y experiencias nos hacen más resistentes. Pero, a pesar de esto habrá muchas veces en las que será positivo dejarnos ayudar. Cuando lo hagas, te darás cuenta de que superar una crisis con ayuda afianza vínculos y desgasta menos. Además, descubrirás a gente maravillosa que estaba a tu lado y a la que no apreciabas lo suficiente.
Imágenes cortesía de Catrin Welz-Stein