Te cuido y me dejo cuidar

Los roles de cuidar y ser cuidado están presentes en nuestra vida y, a veces, nos cuesta asumir alguno de ellos. Cuidar necesita de la empatía y ser cuidado requiere de amor propio. Lo vemos con mayor detenimiento a continuación.
Te cuido y me dejo cuidar
Angela C. Tobias

Escrito y verificado por la psicóloga Angela C. Tobias.

Última actualización: 11 junio, 2020

Necesitamos aprender papeles muy diferentes y olvidar otros a lo largo de nuestra existencia. Por ello, los roles de cuidar son fundamentales en este aprendizaje. Este movimiento y transformación de roles es el que nos permite adaptarnos a las situaciones nuevas de nuestra cambiante realidad.

A veces, nos toca aprender el rol de ser cuidado cuando de repente caemos enfermos o, simplemente se nos agotan las fuerzas. Sin embargo, en otras ocasiones, la vida nos exige aprender a desempeñar el papel de cuidador cuando nos convertimos en padres o tenemos a alguien que nos necesita.

Hay veces en que las personas pasamos tanto tiempo en uno de estos roles que nos cuesta mucho salir de él. La vida y nuestro cuerpo nos piden un cambio de papeles, pero, por heridas relacionadas con el miedo, podemos no ser capaces de asumir esta nueva exigencia de la vida. Al final, generalmente lo acabamos haciendo, pero puede doler por el camino hasta la aceptación final.

Hombre y mujer dándose un abrazo

El rol de cuidador y el rol de cuidado

El rol de ser cuidado se suele aprender en tempranas edades. Somos la especie de animal que más inmadura biológicamente nace y eso nos hace particularmente dependientes de nuestras figuras principales.

Sin embargo, algunos niños no pueden ser cuidados en tempranas edades, bien por abandono o porque sus padres no están preparados para asumir los roles relacionados con cuidar. Esta carencia y herida de abandono puede acompañarnos en etapas posteriores, sobre todo cuando nos toque asumir en el futuro alguno de estos roles.

El rol de cuidador lo solemos aprender de más mayores cuando ya no somos los únicos depositarios del cuidado como en la infancia. A veces, los aprendemos cuando una persona nos necesita, cuando somos padres o, incluso, en profesiones ligadas a rol de cuidar, como las relacionadas con sanidad o la educación.

Igual que en el rol anterior, algunos niños tienen que asumir este rol para cuidar de sus hermanos o, incluso, a sus propios padres. Particularmente, se produce cuando existen enfermedades mentales o situaciones traumáticas para los padres, como en algunos divorcios donde los niños asumen el rol de uno de ellos. Este proceso se conoce como parentificación.

Cuando nos estancamos en uno de los roles

Como hemos visto, hay situaciones de la vida que nos dejan una herida de abandono que hace que sea muy difícil cambiar nuestro rol de recibir cuidados a cuidador o viceversa. Hemos estado tanto tiempo en estos roles que, simplemente, hacer lo contrario nos produce miedo e incomodidad.

Históricamente, la figura de cuidador ha caído en la mujer. Las mujeres han sido, y siguen siendo muchas veces, las amas de casa a tiempo completo y cuidadoras de toda la familia. De hecho, cuando la mujer se ha incorporado al mundo laboral, las profesiones más ocupadas también se han relacionado con el cuidado, como en la educación y la sanidad que antes comentábamos.

Asumir estos roles de género y las heridas en nuestro apego provoca muchas dificultades en este intercambio de papeles sobre el cuidado, produciéndonos sufrimiento y, otras veces, aprendiendo los nuevos roles por obligación. Así, puedes comprobar si te sientes identificado en alguna de estas dificultades a través de las siguientes situaciones:

  • Cuando estás enfermo o no te sientes bien, te cuesta mucho esfuerzo dejar que se ocupen de ti. Puedes sentirte, incluso, muy culpable o que molestas a la otra persona.
  • Tus emociones se desbordan habitualmente con personas con las que realmente sientes que nos es adecuado hacerlo. Por ejemplo, la descarga emocional con los niños.
  • Te cuesta mucho pedir ayuda hasta en las cosas insignificantes. Te tienes que ver en un apuro muy grande para pedirla y, a veces, prefieres ahogarte antes que solicitarla.
  • Tienes conductas dependientes. Te cuesta mantener o disfrutar de tu soledad, necesitas estar rodeado de gente para no sentirte solo o mantienes relaciones que pueden no hacerte feliz por miedo a esa soledad.
Mujer preocupada en el salón

La necesidad de cuidar y ser cuidado

Los roles que rodean al cuidado se aprenden desde nuestra más temprana infancia. De hecho, asumir roles que no nos tocan en esta etapa puede crearnos heridas emocionales que nos dificultan asumir roles de cuidado en el futuro. De la misma forma, ciertos roles de género, enfermedades o situaciones traumáticas también pueden trastocar la asunción de estos roles de forma adecuada.

En ocasiones, necesitamos cuidar y es un rol complicado. Puede suponer sacrificios y puede llevarnos a olvidarnos de nuestras propias necesidades. Esto es habitual en las primeras etapas del nacimiento de un hijo o en llamado burnout de cuidador.

Otras veces necesitamos que nos cuiden y descansar. Puede ser que nuestro cuerpo o nuestra mente nos hayan hecho parar con síntomas físicos o psicológicos de forma drástica y nos hayamos quedado sin más alternativa que permitir que nos cuiden.

Cuidar y ser cuidado forman parte de un mismo prisma. Necesitamos ser cuidados para cuidar y cuidar para ser cuidados. También requerimos ser flexibles en estos roles, intercambiándolos con nuestras personas cercanas cuando las circunstancias lo exijan. Así, cuidaremos desde la empatía a los demás y nos dejaremos cuidar desde nuestro amor propio, ya que nos consideraremos merecedores de esos cuidados. No lo olvidemos, cuidar exige empatía y ser cuidado, amor propio.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.