¿Timidez o mutismo selectivo? Claves para diferenciarlos
Al igual que los adultos, los niños también tienen su propia personalidad. Por lo mismo, las conductas que son propias de unos menores no son esperables en otros, y esto no tiene por qué suponer un problema. Hay niños más abiertos y extrovertidos y otros más reservados, entrando ambos dentro de la normalidad. Sin embargo, cuando las dificultades para comunicarse o relacionarse son grandes, podemos estar ante un trastorno. Es por esto que conviene distinguir entre timidez o mutismo selectivo.
Son muchos los niños que se muestran retraídos en situaciones desconocidas, ante personas adultas o en entornos poco familiares. Algunos de ellos pueden incluso optar por esconderse tras sus padres y permanecer callados pese a ser completamente capaces de comunicarse.
Este signo, que puede indicar simplemente timidez, es también el principal síntoma del mutismo selectivo, una condición que necesita ser abordada. Entonces, ¿cómo podemos saber si nos encontramos ante un trastorno?
La timidez no es una enfermedad
Antes de identificar las pautas que nos permiten diferenciar entre timidez y mutismo selectivo es importante definir ambos conceptos, y dejar claro que la timidez no es una enfermedad. Se trata de un rasgo de carácter que se manifiesta por una tendencia a permanecer retraído en situaciones sociales con personas de poca confianza.
La persona tímida puede rehuir la interacción con extraños y delegar la iniciativa en las conversaciones. Además, suele permanecer callada y tampoco es muy expresiva en su mímica.
Sin embargo, cuando se encuentra en un entorno que le resulta familiar, con personas con quienes ya mantiene un vínculo cercano, puede expresarse sin dificultades. Por lo mismo, con frecuencia la timidez es propia de las primeras interacciones y tiende a desaparecer a medida que la persona toma confianza.
Esta tendencia de carácter ya puede identificarse en los bebés, puesto que mientras unos se muestran abiertos a explorar el entorno, otros exhiben una mayor inhibición ante lo desconocido. Sin embargo, las experiencias tempranas pueden moldear esta disposición acrecentándola o reduciéndola.
En cualquier caso, pese a que la timidez puede generar dificultades en varias áreas al impedir a la persona se relaciones con normalidad, impidiendo que desarrolle todo su potencial, no se considera un trastorno psicológico.
El mutismo selectivo como trastorno de ansiedad
Por su lado, el mutismo selectivo es considerado un trastorno de ansiedad. Este suele aparecer durante la infancia o la adolescencia, y con mucha menos frecuencia, en la edad adulta. No se trata de una condición muy prevalente, ya que se estima que únicamente entre el 0,9 % y el 2,2 % de los menores lo padecen; sin embargo, causa serias limitaciones en su día a día.
La manifestación principal del mutismo selectivo es el fracaso al hablar en determinadas situaciones sociales en las que se espera que se establezca interacción. De este modo, la persona permanece callada, generalmente inexpresiva y con la mirada baja, ante determinados individuos o situaciones sociales. Por el contrario, en el resto de contextos puede desenvolverse con total normalidad. Así, puede que el niño no hable en la escuela pero sí en el hogar, o que quede mudo ante adultos desconocidos.
Generalmente, las situaciones en las que se produce el mutismo selectivo son aquellas que se perciben como amenazantes; aquellas en los que el niño siente que puede ser juzgado, evaluado o criticado. Así, se experimenta un grado tan elevado de ansiedad y malestar que el habla se inhibe.
¿Cómo diferenciar entre timidez o mutismo selectivo?
Tanto en la timidez como en el mutismo selectivo están presentes la inseguridad en uno mismo y el miedo a las situaciones sociales. Sin embargo, existen importantes diferencias a tener en cuenta:
- La persona tímida puede optar por permanecer callada en reuniones sociales, pero es capaz de hablar en caso necesario. En el mutismo selectivo el habla se inhibe y la persona no logra expresarse.
- La timidez es propia de las primeras interacciones con personas desconocidas y tiende a diluirse cuando la persona entra en confianza. Cuando se padece mutismo selectivo, el malestar y la ansiedad no se reducen con el tiempo y la incapacidad de hablar en esos determinados contextos no desaparece.
- El nivel de ansiedad experimentado con el mutismo selectivo es mucho mayor que en el caso de la ansiedad, del mismo modo que las consecuencias son mucho más severas. En este último caso el desempeño escolar, laboral, social y personal puede verse seriamente afectado por la incapacidad de interactuar.
La importancia de un abordaje temprano
La timidez es un rasgo de carácter que tiende a permanecer estable, y aunque en determinadas circunstancias puede encajar con lo que demanda el entorno -por lo tanto, resulte reforzado-, es posible que la madurez y las experiencias ayuden a que la persona adquiera una mayor autoconfianza y logre sentirse más cómoda en interacciones sociales.
Sin embargo, el mutismo selectivo requiere un abordaje más completo y profundo. Es poco probable que un niño supere el mutismo selectivo de forma espontánea, y en caso de lograrlo pueden pasar años de un gran sufrimiento emocional y una enorme limitación en su día a día.
Por ello, es importante no menospreciar el impacto de este trastorno, no restarle importancia ni confundirlo con la timidez común. Consultar con un profesional y establecer un tratamiento individualizado es el mejor modo de evitar que esta afección se cronifique.
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