9 tipos de máscaras de personalidad que usamos para ocultarnos
Somos seres laberínticos. Nos escondemos en los recovecos de nuestras caracolas internas y creamos capas y capas mentales que, tarde o temprano, hacen costra. Todo ello es resultado de nuestras heridas del ayer, y ante las que buscamos barreras defensivas para que nadie intuya lo que está roto. Solo así logramos ser más o menos funcionales.
Los traumas, la ansiedad y las contradicciones existenciales hacen que alcemos numerosos mecanismos de defensa. Estas empalizadas psicológicas nos permiten, en última instancia, lograr una especie de homeostasis interna. Es decir, son recursos a menudos inconscientes con los que protegernos de lo que turba o hace daño, camuflándonos en otras actitudes, respuestas y conductas.
De este modo, y solo como ejemplo, es muy posible que yo aún no haya superado la muerte de mi madre. No importa que haya pasado un año o dos, el dolor sigue ahí, alojado en lo más profundo. Pero no quiero verlo, ni aún menos afrontarlo. Como respuesta, opto por negar lo que siento y me esfuerzo en hacer creer a los demás que todo está bien y que puedo con todo.
Esta especie de alquimia mental del tormento se acaba instalando en nuestra personalidad, creando máscaras. Comprenderlas e identificarlas, nos puede permitir saber por qué a veces actuamos y reaccionamos como lo hacemos.
A veces, detrás de nuestra personalidad autoexigente puede esconderse una ansiedad latente y algún trauma que no hemos afrontado todavía.
Tipos de máscaras de personalidad: ¿usas alguna?
Fue Sigmund Freud quien describió e introdujo en la teoría psicoanalítica el concepto de mecanismos de defensa. A lo largo de su vida, él y su hija Anna Freud fueron especificando diferentes tipologías. Así, y según este marco teórico, todos en algún momento haremos uso de alguna de estas estrategias para reducir nuestro malestar psicológico producido, sobre todo, por la ansiedad.
También es común asentar estos procesos en la infancia debido a muchas de las inseguridades con las que crecemos. Esto hace que terminemos cuestionándonos a nosotros mismos con frecuencia, que no sepamos cómo manejar diferentes desafíos y de ahí la necesidad de desarrollar estrategias defensivas.
Ahora bien, lo más interesante es saber que nuestros mecanismos de defensa hacen que nuestra personalidad varíe. De hecho, un estudio de la Universidad de São Francisco, en Brasil, destaca que a menudo esos recursos pueden hacernos desarrollar rasgos y comportamientos algo patológicos.
De algún modo, en nuestro intento por aliviar el estrés y el malestar emocional, terminamos por desarrollar diferentes tipos de máscaras de personalidad. Es decir, son distintas formas de ser, actuar y reaccionar poco ajustadas, como resultado de no abordar nuestra herida de origen, nuestro problema. Analizamos, a continuación, todas estas tipologías existentes.
Uno de los mecanismos de defensa más comunes es la negación. Con ella, logramos proteger al ego de aquello que no queremos afrontar. Esa estrategia, puede ir con el tiempo, cambiando aspectos de nuestra personalidad.
1. La personalidad evasiva (nada va conmigo)
La primera máscara de personalidad define a quien pasa de puntillas por la vida. Es la que no se involucra en ninguna actividad, la que no quiere asumir responsabilidades, tiene mil excusas y quien parece que nada le preocupa en exceso.
Esta dinámica que a veces podemos ver en los adolescentes, esconde sin duda más de una batalla interna y un gran cúmulo de inseguridades. Son esas figuras a quienes les preguntamos cómo se encuentran y esquivan toda respuesta.
2. El victimista (todo me pasa a mí)
Todos sabemos reconocer al victimista, a quien culpabiliza a los demás de todo lo que le ocurre, frustra o molesta. Es cierto que, en ocasiones, nos parecen agotadores. Es verdad que la persona que busca generar lástima para llamar la atención, nos suele agotar. Sin embargo, no siempre nos detenemos en comprender qué hay detrás del adicto a la queja crónica.
Porque lo cierto es que entre los tipos de máscara de personalidad esta es la más común. El victimista usa este recurso como mecanismo de defensa ante la ansiedad, el miedo, la mala gestión emocional o la baja autoestima.
3. La personalidad agresiva (no sé qué hacer con mi ira)
A todos nos inquieta ver, por ejemplo, a un niño que utiliza la agresividad como comunicación, que pega en el colegio y que responde siempre de manera sobredimensionada. Es importante saber que ante estas conductas tan extremas, casi siempre hay un desencadenante.
La conducta desajustada y cargada de rabia, en buena parte de los casos, esconde en su interior muchas frustraciones, soledades, afecto no recibido y, una vez más, emociones no gestionadas. Es una máscara que podemos desactivar prestando ayuda, ofreciendo herramientas.
4. El humor (la personalidad que ríe por todo)
A veces, quien más hacer reír a los demás es quien más sufre. En este tipo de máscara es muy fácil visualizar al actor Robin Williams. Nos regaló personajes extraordinarios a lo largo de su carrera, atraía por su histrionismo y gran sentido del humor. Sin embargo, en su interior batallaba con problemas y depresiones que nunca llegó a superar.
Aunque no lo creamos, abundan en exceso esas personas que hacen del humor su mecanismo de supervivencia. Es su barrera defensiva para eludir lo que llevan roto por dentro y no saben cómo atender, sanar o abordar.
5. La máscara de la perfección excesiva (tengo que controlarlo todo)
Un estudio de la Universidad de Pensilvania señala que el perfeccionismo es la ruina de la felicidad. Son muchos los que se enorgullecen de ser altamente perfeccionistas pensando que, con ello, revelan un rasgo superior de personalidad. Sin embargo, basta rascar un poco y mirar qué hay detrás de esa máscara, para advertir lo que se esconde.
El perfeccionista está atenazado por la ansiedad, por sus inseguridades y, a menudo, por una crianza autoritaria que mermó su autoestima. La necesidad de hacerlo todo bien, de no tolerar fallos o errores, les puede llevar hasta más de un problema mental. El trastorno de la conducta alimentaria es un ejemplo.
6. La personalidad complaciente (cuidarte para que me tengas en cuenta)
Entre los diferentes tipos de máscaras de personalidad, esta es una que vemos con frecuencia. Son personas que necesitan agradar, que no confrontan, sino que complacen hasta el extremo de ser poco más que un felpudo. Todos pasan sobre ellos, son el hombro en quien cualquiera se apoya y la figura que todo lo resuelve sin pedir nada a cambio.
¿Qué puede esconder un complaciente? ¿Por qué esta conducta se alza como un mecanismo defensivo? Evidencia la necesidad de ser vistos, ser útiles y reforzar su baja autoestima. Buscan en los demás lo que no se ofrecen a sí mismos: presencia, ayuda y autovalidación.
7. Los socializadores (conectar con todos, para no conectar conmigo)
¿Te consideras una persona muy extrovertida? ¿De las que son incapaces de estar solas siquiera un instante? En ocasiones, sucede. Hay quien necesita estar con gente, tener contacto social casi en cada instante. Son también quienes no conciben estar sin pareja y tienen como prioridad convivir siempre con alguien. Sea quien sea.
Esta forma de ser es también una máscara, un mecanismo defensivo que revela ese miedo latente al abandono.
8. El conformista (la personalidad que todo lo ve bien)
El conformista, a diferencia del evasivo, no esquiva ni rehúye de ninguna obligación. En realidad, se ajusta a cualquier circunstancia o solicitud porque carece de iniciativa. De este modo, entre los diferentes tipos de máscaras de personalidad, esta es quizá una de las más llamativas.
Quien se conforma con todo es que nada anhela, nada desea ni nada sueña. Todo le viene bien porque no sabe realmente qué quiere en la vida. No lucha, se deja llevar allá donde lo lleven. Esa apatía y falta de iniciativa tiene tras de sí mucha inseguridad, falta de confianza en uno mismo y hasta muchas tristezas no abordadas. La felicidad es ilusión y esperanza, no conformismo.
9. La personalidad sarcástica (el deseo de hacer daño)
La sociedad a veces valora el sarcasmo asumiendo que es un rasgo de ingenio e inteligencia. Es cierto, en ocasiones lo es. Sin embargo, a veces el sarcástico usa su mente brillante para hacer daño a los demás mediante la burla y la crítica encubierta.
En este caso, estamos ante otra máscara dañina tras la que se esconde alguien que no controla sus impulsos, que se siente frustrado y encuentra catártico infravalorar a otros. Son personas a quienes les gusta intimidar mediante florituras, pero que rara vez hacen un acto de autoconciencia y reflexión para comprender el porqué de dicha conducta.
Para concluir, es muy posible que nos veamos identificados en alguna de estas figuras y máscaras de personalidad. Si es así, retirémonos esas corazas para mirar en nuestro interior y, simplemente, sanar…
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