Todo es muy difícil antes de ser muy fácil
Todos alguna vez hemos querido incorporar algo nuevo a nuestras vidas, pero nos hemos dicho la frase “¡esto es muy difícil!” tantas veces que hemos terminado apartando lo nuevo, para continuar con lo “viejo”. En vez de seguir intentándolo, tiramos la toalla con una facilidad apabullante. No nos damos cuenta de que todo es muy difícil antes de ser muy fácil.
Incorporar nuevos hábitos a nuestra vida es muy positivo. Aprender algo nuevo, también. No obstante, a pesar de ser conscientes de esto, nos cuesta mucho salir de nuestra rutina e introducir algún cambio. Es como si nos costase salir de nuestra zona de confort, esa que hemos construido a lo largo de los años. Pero si echamos la vista atrás, nos daremos cuenta de que nunca nada nos ha sido fácil desde el principio. Todo, absolutamente todo, ha supuesto un esfuerzo y una dificultad al empezar.
El proceso de aprendizaje
Si miramos hacia nuestros primeros años de vida, nos daremos cuenta de que aprendimos a andar, a hablar, a sumar y a restar, a escribir… ¿Nos imaginamos tirando la toalla en esos momentos? Era muy difícil para nosotros realizar todas esas acciones. Nos caíamos, cometíamos errores, nos costaba interiorizar los conocimientos… Sin embargo, ahora, nos parecen de lo más fácil.
“Difícil. Esa es la palabra de la que a veces nos aferramos para no intentar lo posible”.
-Anónimo-
Al principio, muchos retos parecen complicados porque tenemos que pasar por un proceso de aprendizaje. Un proceso en el cual entran en juego nuestra fuerza de voluntad, nuestra motivación, nuestras ganas y los objetivos que deseamos conseguir. Pensemos en cuando nos sacamos el carnet de conducir o de moto. ¡Qué difícil era al principio atender a tantas cosas a la vez! No obstante, ahora lo hacemos todo casi sin pensar, de manera automática.
¿Por qué tras siete caídas al aprender a andar continuamos intentándolo, pero por una vez que fracasamos en un proyecto lo abandonamos por completo? Con el paso de los años, parece que nos resistimos a los procesos de aprendizaje. Buscamos lo fácil, lo que nos cueste poco trabajo y lo que no suponga un cambio radical en nuestra vida, aunque sepamos que eso nos beneficiaría.
No nos damos cuenta de que la dificultad es normal debido a la novedad, la falta de conocimientos y la falta de experiencia. No obstante, nos hartamos de decirnos “no puedo hacerlo”, “esto es demasiado para mí”, “es muy difícil”, “no lo voy a conseguir”. Si conseguimos aprender a hablar, escribir, conducir… ¿Por qué no vamos a poder con esto? ¿Cuál es la diferencia?
Todo es muy difícil si nos decimos “no puedo”
La diferencia radica en las excusas que nos ponemos para no introducir en nuestra vida aquello que nos sacaría de ese modo automático en el que a veces vivimos. Un modo automático que hace que experimentemos cada día sin saborearlo, sin novedades, seguros de lo que estamos haciendo porque es lo mismo, sin muchos esfuerzos…
No obstante, en ocasiones nos encontramos en la obligación de someternos a un proceso de aprendizaje. Ya sea sacarnos el carnet de conducir, hacer un curso al que nos obligan en el trabajo o realizar un máster para especializarnos en un tema en concreto que nos abrirá más puertas. En estos casos, a pesar de la dificultad conseguimos perseverar y lograr este objetivo. ¿Por qué? Porque logramos pasar ese punto en que la dificultad deja de escalar y empezamos a hacernos con un dominio del reto que enfrentamos.
Si abandonamos el proceso de aprendizaje lo difícil nunca se convertirá en fácil.
Todo es muy difícil si nos decimos “no puedo” o “no lo voy a lograr”. Así nos autosabotemos, quizás como una excusa para no conseguir aquello que nos haría tanto bien. Esto sucede cuando, por ejemplo, intentamos dejar un mal hábito (dejar de fumar) o cuando introducir algo supondría modificar nuestra rutina (meditar todos los días).
Nos decimos que no podemos hacerlo cuando en verdad no es así. Tendríamos que decir “no es que no pueda, es que en realidad no quiero”. Porque en nuestra zona de confort estamos muy cómodos, sin mayores preocupaciones, sin mayores esfuerzos. Empezar a meditar, ir al gimnasio todos los días, intentar dejar de fumar, apuntarse a un curso de escritura… Todo esto conllevará un esfuerzo y una modificación de la rutina diaria.
Si nos damos cuenta, muchos de los retos en los que tiramos la toalla tienen que ver con nuestro crecimiento personal y con nuestra propia salud. Es como si no nos diéramos importancia a nosotros mismos, como si nos dejásemos en un segundo lugar poniéndonos excusas para no hacer lo que tanto bien nos supondría. Introducir nuevos hábitos es algo que cuesta. No obstante, los beneficios que acarrean son enormes. Porque, aunque todo es muy difícil ahora, lo normal es que con el tiempo se vuelva muy fácil.