Tu capacidad de recuperación está dentro de ti
Cuando la vida nos hace pedazos o la mente nos lleva a la deriva inexplicable de la angustia solo queda una opción: reconstruirnos. Asimismo es necesario recordar que en cada uno de nosotros reside una gran capacidad de recuperación. En el interior se halla esa materia indispensable para unir cada jirón roto de la autoestima, en nuestro corazón está el faro que nos llevará de vuelta al equilibrio.
Cuando hacemos referencia al concepto de “recuperación” como tal caben diversas apreciaciones. Sin embargo, en el momento en que nos referimos a la salud mental y emocional parece que el tema se vuelve algo más complicado. Pongamos un ejemplo. Cuando alguien se rompe un brazo, pasa por una gripe o está convaleciente tras una intervención quirúrgica nadie tiene problemas en decirle aquello de “ánimo, ponte bueno pronto, recupérate”.
Ahora bien, pero ¿qué ocurre cuando lo que tenemos por delante es una depresión o un trastorno de ansiedad? Si nos vamos al diccionario, el término recuperación se define como “el acto o proceso de recuperar la salud después de una enfermedad o una lesión”. ¿Qué pasa entonces con quienes no están transitando con una enfermedad vírica o infecciosa o la rotura de un hueso?
Más allá de lo que podamos creer, pocos retos son tan complicados como el que afrontan todas esas personas que lidian con algún problema de salud mental. Sus heridas no se ven. No llevan muletas, también es raro que soliciten la baja en su trabajo.
Es más, en ocasiones no se llega a iniciar siquiera este proceso de sanación porque no se atreven a solicitar ayuda o no son conscientes de que ese malestar esconde en realidad un trastorno psicológico. Así, tal y como nos revela un estudio llevado a cabo por la Organización Mundial de la Salud (OMS), casi el 50% de la población con problemas emocionales y mentales nunca recibe tratamiento.
“Si crees que ya has terminado de cambiar, es que has puesto un muro en tu vida”.
-Benjamin Franklin-
Tu capacidad de recuperación está dentro de ti: la conexión con el Yo
La capacidad de recuperación está dentro de ti, pero quizás aún no lo hayas descubierto. Porque la vida, en ocasiones, duele demasiado y nos deja arrinconados sin más recursos que el propio miedo y la sensación de formar parte de una torre de Babel. Es en esos momentos cuando más necesitamos de ayuda experta por una razón: para entender qué nos ocurre y saber qué estrategias pueden servirnos para salir de dicha encrucijada.
Lo primero que debemos entender de todo proceso de recuperación es que la vuelta a la superficie pasa por introducir cambios, por cortar con la inercia. Estamos obligados a ir más allá de esos límites donde se contiene la comodidad y muchas de esa relaciones de apego, esas que nos abocan a retroalimentar círculos viciosos de sufrimiento, ansiedad e infelicidad.
D.W. Winnicott, célebre psiquiatra y psicoanalista británico solía decir que el camino hacia la sanación emocional pasa por reclamar la propia dignidad humana para reconectarse con el verdadero yo. En ocasiones, las personas nos dejamos llevar por dinámicas internas poco adecuadas configurando, de algún modo, un “falso yo”.
Esta idea se relaciona a su vez con las tesis del psicólogo humanista Carl Rogers. Según nos recordaba en sus libros y enfoques, las personas estamos obligadas a “actualizarnos” constantemente. En su línea de pensamiento, nos recomienda dejar a un lado creencias y estados dañinos o desgastantes para despertar todo el potencial de nuestro ser. Ese que habita en nuestro interior en forma de semillas esperando ser atendidas para germinar…
Claves en el proceso de recuperación
Todo camino a la recuperación necesita de adecuado apoyo. Tenemos claro que es prioritario contar con ayuda experta y profesional. Sabemos también que siempre es recomendable tener a nuestro lado personas capaces de entendernos, de brindar aliento, afecto y comprensión. A un lado deben quedar por tanto quienes juzgan o quienes hacen daño voluntariamente con sus palabras.
Asimismo, es necesario que nos quede claro un aspecto crucial. Más allá de ese entorno experto y facilitador, el proceso de recuperación depende solo de nosotros mismos. Nuestra es la valentía, el esfuerzo, el aunar o no voluntades en esos días donde lo que apetece es el silencio y la penumbra de una habitación.
Veamos, por tanto, cuáles son las claves en todo viaje hacia la recuperación.
- Encontrar la esperanza y un motivo. Las personas nos comprometemos en el proceso terapéutico porque de alguna manera esperamos salir de él mejor de lo que entramos.
- Entender qué es lo que nos pasa. Como paso previo, antes de iniciar cualquier tipo de intervención, lo inteligente será dedicar nuestros recursos a saber a qué nos enfrentamos (depresión, ansiedad, falta de habilidades sociales…). Sin el conocimiento de nuestro “enemigo” es complicado poner en marcha una intervención inteligente.
- Desarrollar un plan. Todo proceso de recuperación demanda un plan que trazaremos con convicción, sin que ello no signifique que en él no incluyamos cierto margen para la adaptación.
- Reconectarse con la vida de otro modo. Una base de hábitos saludables siempre será una ayuda de inestimable valor frente a cualquier dificultad. La automatización nos permite liberar recursos que podremos dedicar precisamente a hacerle frente a esa dificultad. Hablamos de iniciar otras prácticas, conocer a gente nueva, dejar a un lado rutinas viejas.
- Afianzarnos cada día con nuestra mejor versión. A medida que vayamos sintiéndonos mejor, será más fácil que pongamos en valor nuestras habilidades. Descubriremos lo fuertes que podemos llegar a ser.
Para concluir, señalar un aspecto. Este trayecto, este viaje hacia la recuperación lleva tiempo. Experimentaremos caídas y retrocesos, sin embargo, cada paso que damos hacia atrás nos sirve en muchas ocasiones para coger mayor impulso. Porque la recuperación es ante todo un viaje de grandes aprendizajes y autoconocimiento.
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- M. Hall, Carrie (2006) Ejercicio terapéutico y recuperación. Barcelona: Paidotribo