Tu terapeuta quiere que sepas esto
Hay una metáfora que describe a la perfección el papel que puede jugar un terapeuta: imagina que tu terapeuta y tú son dos escaladores, cada uno subiendo por una montaña distinta. Eso sí, las montañas se alzan cercanas una a la otra. El terapeuta puede ver un camino que puede ayudarte a subir mejor tu montaña. Ahora bien, pero no porque sea más listo que tú ni porque la haya subido antes, sino porque está en una posición desde donde puede ver cosas que ahora tú no puedes ver.
En el vínculo terapéutico, la única ventaja que tu terapeuta tiene respecto a ti es la perspectiva. En este sentido, aunque te pueda orientar sobre el camino que observa, no subirá la montaña por ti. Solo tú podrás elegir el camino por el cual quieres ascender.
En realidad, la tarea más difícil te corresponde a ti. Ser terapeuta es un trabajo maravilloso. Implica comprometerse con otros seres humanos para acompañarlos en momentos difíciles y ayudarles a sentirse mejor. Es brindar apoyo honesto, basándose en conocimientos adquiridos en experiencia y años de estudio.
A continuación, mencionaré una serie de cuestiones que todo psicoterapeuta quiere sus consultantes sepan.
Tu terapeuta realmente quiere verte mejor
Quizás alguna vez te has preguntado si a tu terapeuta le importas y si realmente desea que tu malestar disminuya. ¡La respuesta es sí! El 99 % de las veces su interés por verte mejor es genuino. Quiere que tu proceso psicoterapéutico funcione, no simplemente para cumplir sus propios objetivos, sino porque empatiza contigo.
Conoce tu historia, tus mayores miedos, tus lados más oscuros y los más luminosos. Sabe de tu esfuerzo. Está al tanto de tus deseos más profundos. ¡Por supuesto que quiere verte mejor!
Piensa en tu caso fuera de la sesión
El trabajo terapéutico no se limita al espacio terapéutico propiamente dicho. Se trata de un proceso que tú transitas día a día dentro y fuera de sesión: reflexionas acerca de tus emociones y comportamientos, realizas ejercicios que te ha propuesto tu terapeuta y haces uso de las herramientas que aprendes en sesión. Del mismo modo, tu terapeuta sigue trabajando en tu proceso en distintos momentos, más allá de los encuentros contigo.
Piensa en tu caso y evalúa diferentes estrategias para favorecer tu bienestar. Muchas veces pasas por su mente cuando lee un libro que resuena con tu problemática o cuando realiza cursos de formación.
Si bien es cierto que es muy probable que tú pienses más en él que él en ti (no so su único paciente/cliente, pero él sí es tu único terapeuta), no desapareces de su cabeza cuando termina vuestra sesión. De hecho, la mayoría de los profesionales trabajan las propias sesiones fuera de estas para ajustar los planes de intervención a los cambios que detecten cada semana.
A veces necesita contarte aquello que no quiere escuchar
A lo mejor alguna vez sentiste rabia o una profunda tristeza tras oír un comentario crudo que salía de la boca de tu terapeuta. Quizás pensaste: “¿por qué me dice eso?, ¿acaso me está provocando?”, “pareciera que quiere verme triste”.
Déjame decirte que él no disfruta al decirte cosas hirientes o plantearte propuestas muy desafiantes para ti. Al contrario, te alienta a que realices ciertas cosas que, aunque sabe que pueden resultarte muy complejas, considera que te harán mejor. En ocasiones, debe hablar con palabras claras y duras para generar el impacto que necesitas percibir.
Tu terapeuta también es un ser humano
Esto significa que también tiene emociones. A lo largo de su recorrido tuvo que aprender a mostrarse con cierta frialdad, ya que para realizar su trabajo de forma adecuada precisa mantenerse entero en algún punto. Sin embargo, esto no quiere decir que no le suceden cosas y que no le afectan tus emociones. Más de una vez quiso llorar al escucharte con una profunda angustia. A su vez, se emociona cuando llegas a sesión con una buena noticia.
Su condición de ser humano, además de tener sentimientos, le hace cometer errores. Se equivoca en su vida personal, así como en el aspecto profesional. Realmente siente frustración frente a los desaciertos. Se cuestiona si lo que te dijo en sesión fue adecuado, o si podría haber abordado el tema de otro modo.
En definitiva, comete errores e intenta aprender de ellos. De hecho, cuenta con espacios de supervisión a los que asiste cuando considera pertinente.
En contadas ocasiones te dirá qué hacer, y menos aún de manera concreta
Si tu expectativa en cuánto a la psicoterapia tiene que ver con recibir indicaciones estrictas de lo que deberías hacer, vivirás una fuerte decepción. Tu terapeuta no va a darte consejos ni decidir por ti. En cambio, te ayudará a ordenar tus pensamientos para que tú mismo puedas responsabilizarte de tu vida.
Puede darte su punto de vista para que tengas presente cuestiones que hasta el momento no habías contemplado, pero su función no es solucionar tus problemas. De hecho, uno de los principales objetivos de la terapia consiste en favorecer la autonomía de quien consulta.
Te ayudará a encontrar respuestas, e incluso más preguntas, pero él no las tiene
En sintonía con el punto anterior, tu psicólogo no te dice qué hacer porque no tiene todas las respuestas. Le encantaría tener la varita mágica, decir Wingardium leviosa (para aquellos que no hayan leído a Harry Potter, se trata de uno de los conjuros más conocidos del mundo mágico) y que tus problemas desaparecieran al instante (al igual que a muchos médicos, abogados, nutricionistas, etc.), pero no la tiene. Aunque si la tuviera, confío que no la usaría.
La mayoría de los profesionales son un pozo de sabiduría (para ello han estado estudiando durante años), y además es una sabiduría que te ayudará, pero no son las respuestas que buscas.
Puede ver tu valor, incluso cuando tú no lo haces
Está al tanto de tus fortalezas y se interesa por potenciarlas. Durante los primeros encuentros, ha prestado especial atención a detectar tus puntos fuertes. Con la intención de ofrecer un buen tratamiento psicoterapéutico, ha destinado tiempo y energía para tener muy en claro en qué te destacas y cuál son tus herramientas más valiosas.
Cuando llegaste a la primera sesión ya eras capaz de aprovechar muchas de ellas, pero otras todavía no lograbas emplear. Tu terapeuta quiere que tú mismo puedas ser consciente de tu valor y ayudarte a que puedas usufructuar de él.