Violencia de género y adolescencia
La adolescencia es una etapa de la vida en que se comienzan a explorar facetas emocionales que hasta el momento no habían tenido relevancia, sin embargo, la influencia cultural ya nos ha impregnado lo suficiente para considerar cómo debe ser una relación de pareja.
El primer amor, experimentar que somos importantes para alguien de una forma especial hace que nos haga sentir bien, diferentes al resto en cuanto a la persona amada, y esto al mismo tiempo nos genera inseguridad, miedo a perder estas emociones y rabia cuando las cosas no son como nos gustaría que fuesen, por ello intentamos perpetuar esa unión, en un intento por librarnos de todas esas sensaciones desagradables.
Los patrones culturales que condicionan
Si siguen cánones románticos, encontramos candados que simbolizan un “juntos para siempre” simbólico pero irreal, ya que no perpetúan la continuidad de la felicidad sólo la del vínculo, que se trata de hacer irrompible.
La realidad poco tiene que ver con lo deseado, nos hablan de la felicidad de estar enamorado, de que tenemos una media naranja que encontrar, obviando que nosotros somos ya un ser completo y que las emociones no son estables en el tiempo, aumentan, disminuyen, cambian y se transforman.
Tratamos de controlar lo físico en busca del control de las emociones de la otra persona, queremos que nos quieran para siempre y en lugar de cuidar el vínculo nos basamos en nuestro miedo a perder a nuestra pareja controlando sus movimientos, su libertad, su forma de vestir, sus conexiones al whatsapp, sus amistades…
Es posible que de este modo la mantengamos a nuestro lado, pero no con nosotros, al menos sus emociones oscilaran y en lugar de unirnos más crean un muro entre la pareja, y entre nuestra pareja y su entorno, al final y al cabo la aislamos en una jaula transparente con barrotes de miedo e infelicidad.
La violencia
Lo más paradójico es que nos preguntamos si en relaciones con violencia hay amor y sí que lo hay, de hecho lo más triste y lo más preocupante es que el amor es el motor de la violencia para quien la ejerce, en base a él se permiten mostrar celos, rabia, inseguridades, condicionan la vida de la otra persona, todo tratando de eliminar ese malestar que les genera el miedo a perder a su pareja, y para ello usan diferentes estrategias, como puede ser el chantaje emocional, insultos, ignorar, dar celos con otras personas, etc.
La rabia que se experimenta ante ciertos comportamientos que se salen de sus parámetros rígidos de cómo debe ser la relación y la actitud de su pareja los explican y justifican abanderándolos con el amor, concepto tan arraigado que no está sólo en la concepción de quien ejerce la violencia sino de quien la sufre, ya que el machismo instaurado hace que repitamos patrones sin cuestionarlos independientemente de nuestro sexo. Por ello escribo este artículo, porque debemos desaprender, modificar nuestros patrones de respuesta ante las relaciones de pareja basadas en el machismo.
Romper nuestra jaula transparente no es sólo cuestión de quien está dentro, todos contribuimos validando conductas machistas, ya sea aprobándolas o guardando silencio, por ello debemos cambiar desde la raíz, debemos dejar de actuar en base a nuestro malestar y empezar a hacerlo en base a lo que queremos en el futuro, dejemos que las personas que estén con nosotros lo hagan porque les compensa cada día, no porque embriagadas con el amor cerraron un contrato en el pasado que pese a no compensar actualmente se mantiene por el miedo.