13 pasos para desarrollar tu resiliencia
Tener capacidad de resiliencia no es algo extraordinario, se puede apreciar en gente común que demuestra una capacidad de recuperación admirable ante los golpes duros de la vida. Ser resiliente no es sinónimo de ser una persona fría o calculadora, nada más lejos de la realidad.
La resiliencia es una capacidad que nos orienta al futuro, a la esperanza y a la fuerza. Pero ante todo nos orienta hacia la acción. La resiliencia puede ser aprendida, no es un rasgo de personalidad que se presente en algunas personas y otras no.
Ser resiliente significa que, pese al dolor y las circunstancias adversas, una persona es capaz de seguir con su vida sin perder el control o sentirse desbordado o incluso, empezar de nuevo cuando todo ha salido mal.
Hay muchos factores que contribuyen a tener resiliencia. Uno de los principales es tener relaciones significativas con el medio que te rodea, a través de tus familiares, amigos. Otro factor es la capacidad de hacer planes realistas, diseñar bien los pasos a seguir en ellos, tener una visión positiva de uno mismo o la capacidad para manejar fuertes emociones o impulsos.
Formas de aumentar la resiliencia
Lo bueno es que aunque nos parezca complicado, todas estas habilidades pueden desarrollarse y aprenderse. Por lo tanto, no es algo que solo sea accesible a unos cuantos, todos en algún momento de nuestra vida podemos ser resilientes.
A continuación, te contamos algunas formas para aumentar tu nivel de resiliencia. No dudes en ponerlas en práctica
- Establece buenas relaciones con tu entorno: piensa en familiares, amigos, compañeros de trabajo o incluso en otros padres de los hijos que juegan con los tuyos. Establece un círculo social que te haga percibir que tu tiempo está bien empleado y que eres una pieza importante en tu micro o mesosistema.
- Acepta que el cambio es algo imprescindible para la vida: no hay evolución sin cambio y aunque no quisieras evolucionar en nada, el cambio se produciría. Por tanto, que te adaptes al cambio te va a ayudar a poner en marcha estrategias más dinámicas y a diferenciar las circunstancias de tu vida inmodificables de las que sí son modificables para poder mejorar aquello que quieres.
- Evita tomarte las crisis de tu vida como problemas insuperables: no puedes evitar que lo eventos altamente estresantes aparezcan en tu vida, pero podrás mejorar tu reacción a ellos. Trata de ampliar tu visión y ser consciente de que la mayoría de estresantes son temporales, no fijos o permanentes. Si lo son, diseña un plan de organización y actuación.
- Establece pequeñas metas que sean alcanzables: si tienes una gran meta en el horizonte, la forma de llegar a ella no es corriendo. Tienes que ir poco a poco, estableciendo pequeñas metas realistas. Sé consciente de hasta dónde puedes llegar porque “el que mucho abarca, poca aprieta“. Si eres capaz de ir cumpliendo algunas, siéntete bien contigo mismo. Ya estás en el camino.
- No tengas miedo a tomar decisiones: no ignores los problemas, intenta no procrastinar. Si lo puedes hacer ahora y te va a ahorrar problemas, hazlo en cuanto puedas. Si no puedes hacerlo ahora, sé capaz de esperar el momento para hacerlo sin dedicarle muchos pensamientos antes.
- Cultiva una visión positiva de ti mismo: la autoconfianza en las capacidades personales y la actitud positiva contribuyen a formar una actitud resiliente.
- Autodescúbrete: quizás después de un duro golpe sientas la necesidad de encontrar tu parte más espiritual, de leer, de explorar tu cuerpo y mente a través de distintas actividades. Una mente ocupada te aleja de los malos pensamientos y te ayuda a establecer unas bases para ti mismo que te servirán en el futuro.
- Mantén las cosas en perspectiva: que te haya sucedido algo malo concreto, no quiere decir que tu vida entera está a la deriva, ni que tu personalidad y valores lo estén también. Delimita bien el problema para poder atajarlo y evitar que contamine lo bello que hay en tu vida.
“Recuerda siempre que eres más grande que tus circunstancias, eres más que cualquier cosa que te pueda ocurrir.”
-Anthony Robbins-
- Pregúntate que es lo que te ha hecho salir del “pozo” en otras ocasiones: recuerda situaciones duras por las que has pasado en tu vida y piensa que fue clave para tu recuperación. Si lo tienes claro, vuelve a ponerlas en marcha porque lo que le ha ido bien a una persona en una circunstancia le puede venir bien en otra.
- Cuida de ti mismo: que el trabajo o las ocupaciones no sean lo único que llena tu tiempo. Haz cosas que te gusten y con las que puedas disfrutar y sobre todo, descansa. Pasa mucho tiempo con la gente que te hace sentir bien.
- Desahógate: aunque sean emociones fuertes, exprésalas. La represión emocional puede llegar hasta enfermar a una persona.
- Consulta libros, terapias o recursos web: intenta localizar a personas que han pasado por lo mismo que tú cuando estés preparado para hablar de forma íntima o recurre a profesionales si lo que necesitas es avanzar y no sabes por donde empezar.
- La perseverancia y la confianza serán tus aliadas para afrontar el camino. No lo olvides.
La resiliencia no es una cualidad aislada, es una forma de entender la vida que te ayudará
Dicen que cuándo te haces fuerte hay pocas cosas que te hagan daño o te impidan seguir con tú vida con ilusión y con todos tus planes tal y como los tenías pensados. La resiliencia sería la capacidad de dotar a esa fuerza no solo de sensaciones o reacciones, sino de encuadrarla dentro de una estrategia que ayude a las personas a mejorar la forma en la que encajan sus estresores vitales.
Una vez que eres consciente de ella, solo queda que la desarrolles y la pongas en práctica. Con empeño y constancia podrás conseguirlo. Ser resiliente es una habilidad que se puede aprender y que te ayudará a comprender la vida de otro modo.
“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.”
-Viktor Frankl-