2 consecuencias de gritar a nuestros hijos
Reflexionar sobre las consecuencias de gritar a nuestros hijos puede ayudarnos a controlarnos y gestionar nuestros impulsos. Analizar de dónde vienen estos gritos y qué provocan en el circulo familiar es clave para cambiar esta conducta de una vez por todas.
Todos conocemos la importancia de educar a nuestros hijos desde el respeto. Además, existen multitud de recursos y herramientas para no necesitar castigarles ni gritarles. Aun así, en algunos momentos en los que nos sentimos superados, podemos tener el impulso de gritar a nuestros hijos. Estas situaciones nos hacen sentir culpables, malos padres y frustrados.
Sin embargo, algunos padres no se dan cuenta de las consecuencias tan negativas que se pueden derivar de este tipo de conductas. En este artículo hablaremos de dos de las más peligrosas para el desarrollo de su vida adulta. Profundicemos.
“No es más fuerte la razón porque se diga a gritos”.
-Alejandro Casona-
1. Gritar a nuestros hijos puede afectar su autoestima
Los gritos transmiten un mensaje de poca paciencia y tolerancia. Cuando nos desesperamos por algo tendemos a subir el tono de voz y a pedir las cosas a gritos. Pero gritar a nuestros hijos puede enviar el mensaje de que están haciendo las cosas mal. Esto, aunque tiene la intención de que nos obedezcan, les hace sentir que no están a la altura de nuestras expectativas.
Cuando la situación es constante, se le transmite a los niños una idea equivocada. Pueden llegar a creer que, hagan lo que hagan, no lo harán bien. Que nunca estaremos satisfechos, y que no podrán hacer nada para hacernos felices. El sentimiento de no hacer las cosas bien y de merecer los gritos es probable que acompañe a nuestros hijos toda su vida.
Los fundamentos de la autoestima de nuestros hijos provienen de fuera. Sus figuras de referencia, con amor y aprobación, tienen que hacerles sentir que pueden con todo. Esto no quiere decir que tengamos que transmitirles falsa confianza; a veces, es necesario que se frustren. Sin embargo, es importante que las expectativas que tenemos en ellos estén de acuerdo a su edad y conocimientos. Y sobre todo, tenemos que darnos cuenta de que nuestros hijos no son perfectos.
“Todos los hombres que no tienen nada importante que decir hablan a gritos”.
-Enrique Jardiel Poncela-
Siendo comprensivos con nuestros hijos
Es muy común, por ejemplo, gritar a nuestros hijos por la mañana cuando tenemos prisa para llevarlos al cole. Sin embargo, no podemos pretender que los niños hagan las tareas tan rápido como nosotros. Su velocidad dependerá de su edad y de su grado de autonomía; quizás tengamos que echarles una mano para llegar a tiempo.
Si les dejamos poco tiempo, o les pedimos algo por encima de su nivel de habilidad, es normal que no puedan completar sus tareas. Entonces, terminaremos gritando, haciéndoles sentir que no pueden. El mensaje que reciben los niños en estas situaciones es que no les queremos porque les consideramos poco válidos.
Tenemos que recordar que nuestra misión es ayudarles hasta que sean más autónomos. De esta manera, fomentamos una confianza real en sí mismos. Con el tiempo, esto puede hacer que nuestros hijos actúen de la manera adecuada: respetando a sus padres, colaborando en casa, o recogiendo su habitación. Sin embargo, no lo harán desde el miedo. Sus acciones vendrán desde la comprensión de su papel y la creencia de que son capaces de hacer cosas por sí mismos.
“Cuando discutimos de algún asunto la razón no la tiene quien más grita sino el que es capaz de enlazar sus argumentos de modo adecuado”.
– Fernando Savater-
2.- Gritar les enseña a lidiar de forma errónea con sus emociones
Debemos ser el ejemplo de nuestros hijos. Cuando gritamos y perdemos la paciencia constantemente, esto implica que hay situaciones que nos desbordan. El mensaje que les trasmitimos es que no somos capaces de controlarnos. Los pequeños aprenden que gritar es una respuesta apropiada al estrés. Ellos absorben esta forma de actuar, y es probable que la imiten en el futuro.
“¿Cuál puede ser una vida que comienza entre los gritos de la madre que la da y los lloros del hijo que la recibe?”
-Baltazar Gracián-
Es nuestra responsabilidad, por lo tanto, aprender a lidiar con nuestras emociones. A pesar de que sintamos miedo, cansancio o enfado, tenemos que controlarnos frente a los pequeños. Gritar a nuestros hijos debido al estrés que experimentamos solo les enseña que la ira es una motivación suficiente para tratar mal a los demás.
No es culpa de nuestros de ellos que nos sintamos alterados o angustiados cada vez que dan un paso. Por más que nos cueste, es importante alentarles a explorar y descubrir quiénes son realmente. Nuestro papel es acompañarlos en sus aventuras mientras toleramos nuestra angustia. Es necesario que descubramos de dónde vienen nuestras emociones negativas.
Tal vez necesitamos que se comporten como nos gustaría a nosotros, y no como son realmente. Quizás tengamos demasiado miedo de que se hagan daño o de que sufran. Sin embargo, gritar a nuestros hijos para protegerles o encauzar sus acciones no suele ser una buena idea. Más eficaz será confiar en que las cosas les saldrán bien porque son capaces de cuidar de sí mismos.
“Desconcierta su manera de expresarse a gritos y su inestabilidad por el ruido que yo he llegado a sospechar que es verdadera complacencia por él o bien horror al silencio”.
-César González Ruano-
Conclusión
En este artículo has descubierto dos de los efectos más negativos de gritar a nuestros hijos. Debido a lo perjudicial que puede ser este comportamiento, es deber de los padres aprender a controlar sus emociones. También pueden aprender formas más efectivas de resolver los problemas y conflictos.
Sin embargo, si alguna vez le has gritado a tus hijos, no hace falta que te autocastigues por ello. Nadie es perfecto; lo importante es que, ahora que conoces las consecuencias tan graves que puede traer esta forma de actuar, decidas cambiar.