3 pautas para relacionarte con el miedo
Aprender a relacionarte con el miedo es una forma inteligente de afrontarlo. El miedo es una fuerza muy poderosa y si en lugar de luchar contra él, nos preocupamos más bien en gestionarlo, en sacarle partido, vamos a sentirnos más libres para decidir, actuar y vivir.
Se dice que no hay que tenerle miedo al miedo. Esto significa, entre otras cosas, que no debemos privarnos de las experiencias que nos generan temor simplemente por evitar ese sentimiento. En lugar de eludirlo, puedes aprender a relacionarte con el miedo, dejar de verlo como tu enemigo y ponerlo a tu favor.
¿Cómo se logra esto? Lo primero es aceptar que el miedo forma parte de nuestro equipaje vital. También, que en principio es nuestro aliado, pues se trata de una alarma que nos envía nuestro instinto de supervivencia. Por eso no debemos evitarlo, sino mirarlo a la cara. También es conveniente que sigas algunas pautas para relacionarte con el miedo, como las siguientes.
“El miedo es natural en el prudente, y el saberlo vencer es ser valiente”.
-Alonso de Ercilla y Zúñiga-
1. Escuchar, una pauta para relacionarte con el miedo
Uno de los caminos para aprender a relacionarte con el miedo es aprendiendo a escuchar su mensaje. Cuando sientas temor , no intentes deshacerte automáticamente de él. No es una sensación placentera, pero aparece siempre que está presente un riesgo o un peligro. Como ya lo señalábamos, se trata de una advertencia que en principio es positiva.
La tarea a realizar, entonces, es la de delimitar el miedo. Esto es, especificar la fuente de ese temor. El miedo se experimenta como una sensación global, pero la mayoría de las veces está basado en un riesgo o peligro puntual. Muchas veces no es fácil identificar esa fuente de temor.
Escuchar al miedo es una forma de encontrar las pistas que nos remiten a ese origen del mismo. ¿A qué temes en realidad cuando sientes miedo? ¿Cuál es el peligro o el riesgo que adviertes? Cuando logras responder a esas preguntas, disminuye el miedo. Lo que sigue es evaluar ese peligro o riesgo potencial y buscar los caminos para impedir que te genere algún daño, hasta donde sea posible.
2. Moderar las expectativas
Cuando alimentamos las expectativas frente a cualquier tipo de situación, también estamos aumentando la intensidad del propio miedo. Si nos proponemos algo con todas nuestras fuerzas y pensamos que de eso depende todo lo demás, nos imponemos a nosotros mismos una presión muy fuerte. La posibilidad de no alcanzarlo nutre la semilla del miedo.
Tampoco es bueno hacer lo contrario: reducir tanto las expectativas, que enfrentemos un reto sintiéndonos ya derrotados. Esta no es una forma de afrontar el miedo, sino un “escape hacia adelante”. Hacemos que el miedo venza desde el comienzo, para no permitir que venza al final. Estamos convencidos de que va a vencer en todo caso.
Lo mejor, entonces, es moderar esa tendencia a alimentar las expectativas. De nada sirve tratar de adelantarnos al futuro, imaginando posibles resultados. Es inevitable que lo hagamos, pero lo que sí podemos no hacer es no “recrearnos” en ese ejercicio.
3. Hacerlo con miedo, pero hacerlo
Si esperas a no tener ningún asomo de miedo para hacer algo que deseas, probablemente jamás lo harás. Si ya sabes qué temes exactamente y tienes una idea de cómo puedes minimizar el riesgo o manejar sus efectos, estás listo para actuar. Todo lo anterior no hace que el miedo se diluya por completo. Simplemente, te prepara para pasar a la acción.
Muchas de las decisiones que tomamos o de las actuaciones que emprendemos tienen un componente de miedo. ¿Quién no ha sentido temor de ser rechazado por la persona que ama? ¿Quién no ha experimentado nerviosismo ante una entrevista de trabajo definitiva, o ante el inicio del viaje de sus sueños, o frente a un examen médico de importancia? Ahí está siempre el miedo, pero también ahí debe reclamar su lugar la convicción y el compromiso.
Una buena manera de relacionarte con el miedo es aprender a aceptarlo como compañero. No se va a ir. Tampoco está ahí para entorpecer tus planes. Si aprendes a darle un lugar, te ayudará a ser más prudente y a tomar mejores decisiones. Lo que no puedes permitir es que él tome el control. Ese lo tienes tú y no debes cederlo.
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- Valera, C. (2008). Comunicación de crisis: Cómo gestionar el miedo y limitar sus consecuencias. Revista de comunicación, (6), 50.