5 creencias fatalistas que nos paralizan
Muchos de nosotros no somos conscientes de que trabajamos con creencias fatalistas arraigadas. Se filtran, sin saber cómo, ni a qué hora, y se quedan ahí durante años. Nos parece que lo normal es ver la realidad como la vemos. Rara vez ponemos en tela de juicio esas ideas que, finalmente, no parecen tener ningún sustento.
El principal problema es que las creencias fatalistas casi siempre limitan mucho nuestros horizontes. Son ideas falsas, bien camufladas entre hechos verídicos para engañarnos mientras nos dictan falsas conclusiones sobre la realidad. Lo peor es que neutralizan nuestra voluntad de cambio para vivir de otra forma.
Lo cierto es que una a una, propagador a propagador, son muchas las creencias falsas que terminan instaladas en el inconsciente colectivo. Por otro lado, existen sectores de la cultura que las sostienen porque, de un modo u otro, ayudan a explicar (falsamente) algunas dificultades de la vida. Estas son 5 más extendidas.
“No cedas al fatalismo. Te inducirá a la inercia y a la pereza. Reconoce los Grandes Poderes del Pensamiento. Esfuérzate. Procúrate un destino grandioso por medio del pensamiento recto”.
-Swami Sivananda-
1. Debo culpar y castigar a quien me daña
Esta es una de las creencias fatalistas que nos llevan a infantilizar las relaciones. Lo hacen porque se parte, erróneamente, de la idea de que en muchas situaciones somos objetos pasivos de las acciones de otros. En este sentido, puede llegar a ser mucho más seductor el rol de víctima que el de responsable.
En este sentido, muchos conflictos terminan en una escalada de violencia o de daños por la participación de todos los implicados, aunque el grado de responsabilidad pueda ser distinto. Adicionalmente, es frecuente que alguno o todos los implicados estén más preocupados en “vencer” o en ocupar el papel de “víctima” que de resolver el problema en sí.
2. Las desgracias se originan por causas externas y no puedo hacer nada
Esta es una de las creencias fatalistas más comunes. Consiste en suponer que las experiencias negativas provienen de fuerzas invisibles que escapan a nuestra comprensión, control y que tienen una especie de fijación en nosotros. En otras palabras, esta fuerza también reduciría nuestra responsabilidad y nos situaría en el rol de víctimas… del azar o del destino. Por otro lado, si no podemos controlar lo que nos sucede, ¿para qué esforzarnos?
Nuevamente aquí se asume que no hay sujeto, sino objeto. La persona renuncia a la responsabilidad por sus acciones y también a la libertad de dirigir su vida. Explica lo que le sucede por la acción de fuerzas externas y con ello queda exonerada de examinar sus propios errores.
3. Es más fácil evitar los problemas que enfrentarse a ellos
Tan necio es buscar problemas como buscarlos. Hay muchos mensajes sociales que te llaman a “no complicarte”, a “no meterte en problemas”, a dejar las cosas así, como si nada ocurriera. Esto, muchas veces, se convierte en un llamado a la pasividad, al conformismo.
Lo peor de todo es que muchas veces no enfrentar los problemas solo los complica. Así, una buena confrontación a tiempo puede evitar una cadena de daños permanente. Meter la cabeza debajo de la tierra puede ser una decisión muy costosa. Dejas de ver el problema momentáneamente, pero a la larga las consecuencias de esta actitud pueden ser nefastas.
4. Las personas no se comportan como deberían
Hay quienes eligen explicar todos los males del mundo y los propios como una consecuencia lógica de la actuación de los demás. Ellos no son como debieran ser y por eso las cosas no funcionan en la familia, en el trabajo, en el planeta. Esta es una de esas creencias fatalistas que aportan muy poco y, en cambio, tergiversan gravemente la interpretación de la realidad.
Nuevamente aquí se hace presente la evasión de la responsabilidad. A veces las atribuciones que implican a otros pueden ser ciertas. Lo que no es cierto es que sean esos errores o actos malintencionados las que expliquen todos los males propios y ajenos.
5. Es horrible que las cosas no salgan como quiero
Las creencias fatalistas suelen echar raíces en los corazones egocéntricos. Precisamente es el egocentrismo el que impide poner en tela de juicio las propias convicciones y dar lugar a que, eventualmente, podamos estar en un error. Por eso no es raro encontrar personas que se sientan frustradas porque las cosas no salen exactamente como ellos quieren.
Esto se debe a que suponen que hay una sola manera de ver las cosas. Por supuesto, es la suya. Cuando la realidad contraría sus deseos, no logran ponerse por encima de esto y ampliar su perspectiva, sino que reniegan de la propia realidad. De este modo, nunca avanzan.
Todas estas creencias fatalistas son muy nocivas porque contribuyen a crear la idea de que no somos nosotros, y nuestra libre acción, lo que hace la vida. Más bien se orientan a ocultar esa libertad y esa autonomía que, con responsabilidad, todos estamos en capacidad de conquistar.