5 sesgos cognitivos que favorecen a los poderosos
La mente humana es realmente sorprendente. No solo por lo que es capaz de crear y aprender, sino por las cantidad de maneras con las que se puede engañar a sí misma. Somos más imaginación y emoción… que razón. En parte, esto es lo que hace que incorporemos diferentes sesgos cognitivos a nuestros procesos de pensamiento. Sesgos que, por otro lado, muchas veces son condicionados, por quienes tienen, o quieren tener, el poder, en su beneficio.
Pensar de una manera racional exige esfuerzo, preparación y contar con fuentes de información fiables. Además, las personas tendemos más bien a dejarnos guiar por nuestras simpatías, gustos, miedos, etc. Muchas veces no ponemos en cuestión una idea -especialmente si es coherente con lo que ya pensábamos-, sino que la aprobamos o desaprobamos porque “sentimos” que es mejor así. Esto es un claro ejemplo de cómo operan los sesgos cognitivos.
Durante las elecciones políticas, y también en el ejercicio del poder , muchos se valen de esos sesgos cognitivos para manipular la opinión de las personas. Llegan a hacer creer que algo bueno solo para una minoría, es bueno para todos. O viceversa. Veamos 5 de esos mecanismos de control.
“La manipulación, en la teoría de la acción antidialógica, como la conquista a que sirve, tiene que anestesiar a las masas con el objeto de que éstas no piensen”.
-Paulo Freire-
1. Sesgo del karma
Este es uno de los sesgos cognitivos más destructivos, porque lleva a grandes injusticias. Consiste en una interpretación errónea y simplista del principio de acción y reacción. Se supone que a alguien no puede ocurrirle algo si no ha ejecutado alguna acción para que eso pase.
De este modo, se llega a pensar que quien se encuentra en una mala situación, es porque la merece. El pobre es culpable de su pobreza, la víctima de la agresión, el enfermo de su dolor, etc. Aunque no exista ningún dato que confirme esto, de modo prejuicioso se tiende a considerar que “algo hay” detrás de cada persona en una mala situación. Además, este sesgo se ve favorecido porque nos da la sensación de estar en un mundo más controlable, de manera que siempre podremos hacer algo para no terminar como ellos. Es decir, este sesgo lleva incorporado un reforzador intrínseco al propio sesgo que tiende a perpetuarlo.
2. Sesgo de confirmación
El sesgo de confirmación consiste en dar crédito solo a aquellos datos que confirman nuestras creencias ya establecidas. En este caso no se evalúa la fuente de esos datos ni se contrasta con otros que sean diferentes. Simplemente se practica una adhesión, más o menos ciega. Pensemos que este sesgo también lleva un reforzador intrínseco: favorece, al menos en una primera instancia, nuestra economía cognitiva.
Esto se aplica particularmente a la elección de un partido político o de una religión. Por lo general estas creencias son heredadas y jamás se ponen en tela de juicio. No se conocen otras posturas, sino que automáticamente se asume que la creencia propia es la cierta. Por eso solo se consideran válidos los datos que la ratifican.
3. Efecto de encuadre
Este es uno de los sesgos cognitivos que están directamente relacionados con los medios de comunicación. Tiene que ver con la tendencia a extraer conclusiones diferentes, dependiendo de cómo accedamos a la información o de cómo nos sea presentada.
Un ejemplo clásico es este: “Más del 30% no está de acuerdo con Paco”. Así, en lugar de decir que alrededor del 70% de las personas comparten las ideas de Paco, en lo que se hace hincapié es en el desacuerdo. De este modo, se le da una connotación más negativa que positiva.
4. Correlación ilusoria
La correlación ilusoria es la tendencia a establecer nexos entre dos variables aunque objetivamente dicha asociación no exista. De este modo, se asocian dos realidades, a partir de elementos poco válidos. Generalmente pretende encubrir alguna situación o construir una ilusión de verdad.
Un ejemplo muy frecuente de esto es cuando se asocian hechos estructurales con hechos puntuales, con los que no guardan relación. Por ejemplo, decir que la prosperidad comenzó cuando llegó al poder “x” gobernante, sin tener en cuenta que en ese lapso se descubrió un yacimiento de petróleo en el país. La fuente de progreso no es el gobernante, sino el descubrimiento del mineral. También ocurre al contrario.
5. Coste irrecuperable
Este es también uno de los sesgos cognitivos más dañinos, porque está en la base de la intolerancia. Consiste en que nos apegamos a las ideas como si formaran parte de nosotros mismos.
Por eso asumimos que el coste de cambiar de opinión es muy alto. Por un lado implica despojarnos de algo que consideramos “nuestro”. Lo vemos como pérdida. Por otro lado, implica un gran esfuerzo. Deshacer ideas y entender nuevas formas de ver las cosas supone un ejercicio fascinante, pero en muchas ocasiones también arduo.
Es muy importante que conozcamos estos sesgos cognitivos para detectarlos y modular su influencia en nuestro hilo de pensamiento. Por otro lado, la mejor forma de hacerlo es informándonos bien. Esto quiere decir, buscar fuentes confiables y neutrales. También analizar y digerir adecuadamente todo aquello que emerge de fuentes interesadas. Particularmente, de las figuras de poder.