8 curiosidades sobre la ansiedad
No hay duda de que nos encontramos en la era de la ansiedad, de ese estado emocional que serpentea en nuestro estómago, se anuda en nuestra garganta y se transforma en preocupaciones a nivel mental.
A veces, aparece sigilosa y como viene se va, pero otras tantas permanece con nosotros más de lo que nos gustaría. De hecho, si nos dejamos llevar por su capacidad de anticipación, imaginación y narrativa podemos acabar atrapados en escenarios aterradores. Por algo dicen que tener ansiedad es estar enfermos de futuro.
Y aunque a día de hoy mucho se ha hablado sobre la ansiedad, existen ciertos aspectos y datos que no son tan conocidos. ¿Estás preparado para conocerlos? Profundicemos.
“Naciste para ser libre, no seas esclavo de nada ni de nadie. No permitas que la ansiedad llene tu vida”.
-Bernardo Stamateas-
La ansiedad apaga el cerebro racional
Nuestro cerebro detesta la incertidumbre, ese no saber qué pasará y la sensación de descontrol. Así, cuando nos enfrentamos a una situación desconocida, miles y miles de preocupaciones comienzan a corretear por nuestra mente, mientras la amígdala, una estructura cerebral con forma de almendra y que se caracteriza por ser el banco de nuestra memoria emocional, supervisa todo lo que ocurre.
Si detecta una situación de peligro, enseguida activa la señal de alarma, mientras libera hormonas al torrente sanguíneo, como el cortisol y la dopamina, para luchar por nuestra supervivencia y poder anticiparse a lo que suceda. Sin embargo, cuando esto ocurre, ya no hay marcha atrás, pues se anula el funcionamiento de nuestro cerebro racional.
Como vemos, aunque la intención de la amígdala sea buena, su sistema de funcionamiento tiene ciertas características primitivas, por lo que nos volvemos más instintivos y generamos respuestas más imprecisas.
La mayoría de las preocupaciones no se hacen realidad
Preocuparse es humano. De hecho, estamos programados para ello, para anticiparnos a lo que pueda suceder y ser capaces de pensar planes alternativos para sobrevivir.
Ahora bien, no es lo mismo hacerlo de vez en cuando que de manera continua. De hecho, un estudio de la Universidad Estatal de Pensilvania afirma que un 91 % de las preocupaciones que tenemos de media no llegan a ocurrir.
Algo que ya vaticinó el autor estadounidense Earl Nightingale cuando afirmó que el 40 % de nuestras preocupaciones no ocurrirán jamás, el 30 % tiene que ver con el pasado y por lo tanto preocuparse por ello no cambia nada, otro 12 % son preocupaciones innecesarias sobre nuestra salud y el 10 % son pequeñas y casi sin sentido o inconexas. Haciendo cálculos, disponemos tan solo de un 8 % de preocupaciones a las que sí debemos prestar atención.
Esto nos sirve para reflexionar: de todo lo que pensamos, imaginamos y tememos que ocurra, la ficción es una de las grandes protagonistas. De hecho, podemos hacer la prueba.
Por ejemplo, puedes preguntarte qué es lo que más te preocupa y qué acontecimientos previstos te generan más temor y una semana o un año más tarde comprobar qué ha ocurrido. Te sorprenderás.
Tipos de ansiedad
Existen dos tipos de ansiedad.
- En el primer tipo, la ansiedad es más adaptativa y tiene como objetivo protegernos de los potenciales peligros que pueden hacernos daño o generarnos sufrimiento, es decir, es una ansiedad racional. Como cuando tenemos una entrevista de trabajo o no obtenemos respuesta de alguien importante para nosotros y con la que habíamos quedado.
- El otro tipo es una ansiedad más irracional, desde la que se percibe como amenaza algo que no lo es y ante lo que nos sentimos incapaces de hacer frente. Por ejemplo, cuando vamos a realizar una entrevista y pensamos que lo haremos mal y que nunca conseguiremos trabajo y que viviremos en condiciones indeseables o como cuando una persona no nos contesta y no aparezca a la hora que habíamos quedado y pensamos que nos ha dejado, no quiere estar más con nosotros y no encontraremos a nadie más.
En este último estado, solemos experimentar angustia y un gran malestar que no somos capaces de controlar que se propaga por todo nuestro cuerpo y que, finalmente, nos dificulta el desarrollo de nuestro día a día.
El engaño de que todo es importante
Otro aspecto bastante curioso es que para la ansiedad todo es importante, por lo que cuando la experimentamos se nos hace muy difícil establecer prioridades.
Cualquier detalle puede ocasionar un gran desvarío, cualquier aspecto puede afectar a lo que hagamos; de ahí que tengamos esa necesidad de querer tener todo atado. Y si, además, somos perfeccionistas el escenario se vuelve mucho más tétrico.
Ya no solo será importante lo que digamos o no, sino también la ropa que llevemos, cómo nos comportemos o la influencia de otra persona en cualquier suceso. Todo es determinante, todo influye y todo debemos controlarlo -algo imposible por supuesto-. De manera que sentirse abrumado y estresado será lo más normal.
La evitación aumenta la ansiedad
Parece algo natural evitar cualquier estímulo o situación que nos genere ansiedad; de hecho, cuando lo hacemos, experimentamos cierta sensación de alivio, lo que ocurre es que a largo plazo, si esta estrategia se convierte en la forma habitual de afrontar lo que tememos, implica todo lo contrario.
Cuando evitamos o huimos de algo de forma constante, lo que hacemos es reforzar ese no afrontamiento porque bloquea la comprobación de la inocuidad del estímulo desagradable y el temor se mantiene. Es decir, impedimos que ocurra y que verifiquemos así si existe peligro real, por lo que nuestras ideas irracionales serán perpetradas y mantenidas en el tiempo y la ansiedad aumentará.
Además, la evitación limita nuestra vida de tal manera que puede tener consecuencias en nuestro estado de ánimo y provocar más problemas de ansiedad.
La ansiedad también tiene máscaras
En determinados casos, la ansiedad puede estar detrás de algunas emociones como la tristeza, la ira e incluso del dolor, pero también de la procrastinación, la falta de sueño o el sueño excesivo, la incesante necesidad de comer o la falta de hambre.
Sin embargo, también hay una ansiedad silenciosa e inexpresiva. Las personas que la padecen suelen dar la imagen de tranquilas y calmadas, aunque su interior esté lleno de ruido y temor. Incluso, muchas de ellas desconocen que tienen ansiedad.
Cultivar el sentido de esperanza reduce la ansiedad
La mente ansiosa tiene el convencimiento casi absoluto de que lo que está por venir es peligroso y amenazante, sobre todo si no le resulta conocido. Teme a la incertidumbre y a la inseguridad. Y aunque existen diferentes enfoques y terapias a la hora de tratarla, también hay estrategias que pueden resultar útiles, como cultivar la esperanza.
El psicólogo y profesor de la Universidad de Houston Matthew Gallaguer y su equipo realizaron un estudio que demostró que trabajar el sentido de esperanza en la terapia puede ser de gran ayuda, ya que favorece que la persona cambie su forma de pensar, sentir y percibir la realidad.
Si lo pensamos, la esperanza es lo opuesto al miedo, ya que implica confiar en que las cosas no van a ir tan mal o de que al menos pueden mejorar. Se trata de un aspecto filosófico, espiritual y emocional que además potencia la capacidad de resistencia y la mentalidad de crecimiento.
La autoexigencia es una de las causas más comunes de la ansiedad
Ser exigentes con nosotros mismos no es un problema, de hecho nos ayuda a crecer como persona. El problema ocurre cuando nos volvemos demasiado exigentes con nosotros mismos y esto se refleja de forma negativa en el diálogo que tenemos con nosotros.
Sí, así es, a veces no es tanto el qué, sino el cómo o los dos aspectos a la vez. La cuestión es que nos exigimos de manera destructiva y nos acabamos haciendo daño.
Se trata de la tiranía de la autoexigencia, esa forma que tenemos de hablarnos, en las que los “tengo que” y los “debería” pesan y en la que predomina un ideal sobre cómo debemos ser y comportarnos -fuertes, buenos, perfectos, rápidos y eficientes-.
Un imposible que nos esclaviza al sufrimiento porque nunca es suficiente, que nos castiga por ello y que nos atrapa en una telaraña de la que es difícil salir y en la que la ansiedad es la principal protagonista.
Como vemos, el universo de la ansiedad es tan misterioso como apasionante. Nunca deja de sorprendernos. La ansiedad es ese estado emocional al que debemos tener respeto y por ello informarnos sobre todo lo que conlleva siempre es positivo.
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- Hofmann, S. G., Sawyer, A. T., Witt, A. A., & Oh, D. (2010). The Effect of Mindfulness-Based Therapy on Anxiety and Depression: A Meta-Analytic Review. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 78(2), 169–183. https://doi.org/10.1037/a0018555