8 estrategias para esquivar la tentación de juzgar a los demás
Trascender o aplacar la tentación de juzgar a los demás es una costumbre muy saludable a la hora de entablar relaciones y profesionales sanas y constructivas. Por ello, os mostramos algunas razones que os pueden, si no lo hacéis ya, motivar a ello.
En ocasiones, la tentación de juzgar a los demás sin saber demasiado -y pensando que conocemos lo suficiente- puede ser muy grande. Sin embargo, la sensación al estar en el otro lado no es agradable y también nos solemos olvidar de ello.
¿Cuántas veces hemos tenido la sensación de que otros se permitían el “lujo” de hablar de nosotros sin saber? ¿Cuántas veces hemos resbalado nosotros por este tobogán e incluso hemos precipitado que eso que anunciábamos, sucediera (profecía autocumplida)?
Estrategias para esquivar la tentación de juzgar a los demás
Para no juzgar a los demás, podemos seguir estas 8 estrategias:
1. Pensar antes de hablar
Dejarnos llevar por lo que dicen otros o por lo que nosotros intuimos puede ser una tentación muy grande. Lo fácil, lo sugerente para llenar silencios cuando no contamos con inspiración para compartir algo importante.
No convertirnos en altavoces de rumores, en aduladores de quienes los son, hará que descartemos con más acierto aquella información que, como mínimo, es cuestionable. La consecuencia inmediata de esto es que dejaremos de juzgar a los demás y animaremos a otros a que adopten la misma actitud de prudencia.
2. Practicar el mindfulness
El mindfulness es una actividad que se basa en algunas técnicas extraídas del budismo. En definitiva, se trata de una filosofía que entiende que la libertad aumenta cuando la cantidad de juicios disminuye, tanto los que les hacemos a los demás como los que nos hacemos a nosotros. Este tipo de actitud puede ayudarnos a no juzgar a los demás.
3. Nadie es perfecto
Para no juzgar a los demás, es muy importante aumentar el grado de tolerancia. Seguro que los demás comenten errores, seguro que nosotros también, pero hasta qué punto tenemos derecho a juzgarles por ellos, a colocarnos en una posición de superioridad. Muchas veces incluso trascendemos los hechos y nos convertimos en jueces de opiniones.
4. Recordar que no todos somos iguales
No todo el mundo piensa ni actúa de la misma forma. Cada persona es distinta y no por ello merece menos respeto. Aspectos como la cultura, la familia y los amigos o la educación que recibimos influye en nuestra historia y, por tanto, en la manera en la que pensamos y en la que nos comportamos.
5. Mirarse a uno mismo
En vez de pasar tanto tiempo juzgando a otras personas, podemos dedicar ese tiempo a observarnos a nosotros mismo, hacer algo de introspección y conocer nuestros defectos y nuestra forma de pensar con más profundidad. Esto puede ayudarnos a saber por qué pensamos como pensamos y por qué criticamos las posturas de otras personas.
6. Sentirse bien con uno mismo
Nuestro grado de tolerancia a la variabilidad es mucho mayor cuando nos encontramos en un estado de ánimo positivo. Así, la tristeza, por ejemplo, impone un filtro de pesimismo y severidad a nuestra mirada. El enfado, por ejemplo, hace que la tentación de emitir juicios rápidos, y con poco sustento argumental, aumente.
7. Tener una mente más abierta
Ser una persona con la mente abierta y tolerante dirá mucho de nosotros. Además, mostrar una actitud positiva hacia los demás nos facilitará en gran medida la comunicación. Junto a esto, podremos conseguir conocer mejor a otras personas, que pueden resultarnos muy interesantes y podremos aprender de su forma de ser y pensar.
8. Ser conscientes de que las apariencias engañan
Las apariencias engañan, y mucho. Por otro lado, la complejidad del ser humano, la nuestra, es muy grande. De esta manera, detrás de nuestros comportamientos suelen existir varias motivaciones, detrás de nuestros actos, desde fuera, caben varias interpretaciones. Un ejercicio de prudencia nos hará reconocer el papel que juegan de terminados efectos, como el efecto halo, en relación a la primera impresión primera impresión que nos causa una persona.
Nuestra mente vive en esa dinámica, la necesita para realizar esquemas de lo que nos rodea y entender como predecible la conducta propia y de otros. Hablamos de la dinámica de juzgar a los demás. Un automatismo que, en muchas ocasiones, lejos de ayudar, daña, estropea personas y relaciones, de ahí que en muchos casos debamos atenernos y en otros muchos hacerlo con extrema prudencia.