Abrazar al tiempo ayuda a sanar las heridas para seguir caminando
Si fuéramos capaces de dejar entrar al tiempo en nuestras vidas cuando él lo pide. Si fuéramos valientes y dejáramos que nos acompañara en los duelos, en las pérdidas, en lo bueno y también cuando nos sentimos solos… El tiempo es un compañero de viaje y no un enemigo como en ocasiones imaginamos. Porque cuando estamos perdidos, este nos salva, cuando le damos espacio y días hace su función.
El tiempo nos protege, cura las heridas y nos da fuerzas para volver a volar, siempre y cuando sepamos valorarlo y aprovecharlo.
Cuando perdemos compañeros de viaje, nuestros sueños se ven interrumpidos o nos vemos solos en el camino nos ahogan las prisas, caminamos más rápido y hacemos oídos sordos a nuestras emociones. Ahora bien, si paramos, nos escuchamos y dejamos actuar al tiempo, sabremos todo aquello que necesitamos para aliviar nuestro sufrimiento y dolor.
La isla de los sentimientos
“Había una vez una isla muy linda y de naturaleza indescriptible, en la que vivían todos los sentimientos y valores del hombre; El Buen Humor, la Tristeza, la Sabiduría… como también, todos los demás, incluso el Amor. Un día se anunció a los sentimientos que la isla estaba por hundirse, entonces todos prepararon sus barcos y partieron. Únicamente el Amor se quedó esperando solo, pacientemente, hasta el último momento.
Cuando la isla estuvo a punto de hundirse, el Amor decidió pedir ayuda. La Riqueza pasó cerca del Amor en una barca muy lujosa y el amor le dijo: “Riqueza… ¿me puedes llevar contigo?” “No puedo porque tengo mucho oro y plata dentro de mi barca y no hay lugar para ti, lo siento”.
Entonces el Amor decidió pedirle al Orgullo que estaba pasando en una magnifica barca. “Orgullo te ruego… ¿puedes llevarme contigo?” “No puedo llevarte Amor…”- respondió el Orgullo- “Aquí todo es perfecto, podrías arruinar mi barca y ¿Cómo quedaría mi reputación?”
Entonces el Amor dijo a la Tristeza que se estaba acercando: “Tristeza te lo pido, déjame ir contigo”. “No Amor…” -respondió la tristeza- “Estoy tan triste que necesito estar sola”. Luego el Buen Humor pasó frente al Amor, pero estaba tan contento que no sintió que lo estaban llamando.
De repente una voz dijo: “Ven Amor te llevo conmigo”. El Amor miró a ver quién le hablaba y vio a un viejo, se sintió tan contento y lleno de gozo que se olvidó de preguntar el nombre del viejo. Cuando llegó a tierra firme, el viejo se fue. El Amor se dio cuenta de cuanto le debía y le pregunto al Saber: “Saber, ¿puedes decirme quién era este que me ayudo?”.
“Es el único capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir. Es el único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el tiempo, porque solo el tiempo es capaz de comprender lo importante que es el Amor en la vida”.
Este cuento de Jorge Bucay nos relata la importancia del tiempo. Cuando creemos que ya todo está perdido, cuándo hemos perdido la brújula y el camino ya no tiene sentido, cuando nos esforzamos porque todo pase e ignoramos lo que realmente queremos, llega el tiempo y nos salva, nos cuenta al oído que todo pasa y cuando aprendemos a soltar la carga y abrazarle es cuando se curan las heridas.
La solución requiere tiempo
Las prisas nunca fueron buenas aliadas, los problemas requieren tiempo, al igual que el desamor, pues toda la energía que descargábamos en el otro necesita buscar un nuevo destino. Los sueños rotos también requieren tiempo porque el cerebro necesita elaborar nuevos planes o nuevas soluciones y por supuesto, las pérdidas requieren tiempo porque debemos aprender a ubicar en otro lugar nuestro amor…
El tiempo es el encargado de ir situando cada pensamiento, cada emoción y cada persona en su lugar. Él nos enseña que nada es definitivo, que todo pasa, tanto lo bueno como lo malo y que despacio todo se ve mejor. Nos ayuda a madurar y a ver las cosas desde otra perspectiva para aprender y crecer.
Esa es la solución: dar tiempo. Pero no un tiempo pasivo marcado por el ligero golpe de las agujas del reloj, sino activo formado de actos y reflexión. Donde impere la calma para elaborar y recapacitar y se pueda extraer lo bueno pero también aprender de lo malo. Un tiempo para dejarnos llevar pero sin dejar de seguir caminando, para que al igual que en el cuento, nos salve cuanto todo lo demás ya no pueda ayudar.