Aburrimiento e inteligencia: ¿cuál es la relación?
Pensar que alguien que se aburre con facilidad no tiene capacidad de esparcimiento o carece de creatividad es un error. Lo cierto es que, según avalan numerosos estudios, existe una asociación entre aburrimiento e inteligencia. De hecho, niveles intelectuales altos son indicativos de un menor hastío.
En lo relativo a los niños, hay ciertas actitudes en los padres que pueden atosigarles, agobiarles y hasta saturarles. Por ejemplo, la tendencia generalizada a pensar que cuantas más actividades extraescolares completen su horario (idiomas, deportivas, culturales…) más van a aprender (y más prometedor será su futuro). Otro error.
En este sentido, es bueno que la cantidad de estimulación que recibe un niño no sea inferior a un cierto nivel. También lo es que se nutra de múltiples relaciones afectivas y personales. Sin embargo, apuntarles a demasiadas actividades puede generarles una sobreestimulación muy poco saludable.
Por eso, el esfuerzo que muchos padres hacen para mantener a sus hijos continuamente ocupados y dirigidos en muchos casos se vuelve contra el interés que persiguen. Así, en ocasiones es necesario escuchar a los más pequeños pronunciar un “me aburro”, porque en ese momento pueden hacer uso de sus capacidades creativas y artísticas. Pueden enfrentarse a ese vacío: “Y ahora, ¿qué hago?”
¿De dónde puede nacer el aburrimiento?
Hay tareas a las que tenemos una gran estima porque nos producen una gran insatisfacción. Por otro lado, cuando las completamos o las repetimos con mucha frecuencia podemos llegar a sentir una profunda sensación de vacío y ganas de cambiar y hacer algo diferente.
Si es ocasional, este estado es una señal o una herramienta que nos alerta de un fracaso en nuestra motivación. Por ejemplo, puede ser una señal asociada a un descenso de nuestro interés por el trabajo que estamos realizando. Sin embargo, esta sensación no suele paralizarnos, todo lo contrario. Nos impulsa a buscar otra actividad que nos entretenga y nos aporte más valor.
Alto coeficiente intelectual, menor aburrimiento
La relación entre aburrimiento e inteligencia se pone de manifiesto en una investigación publicada en Journal of Health Psychology. En ella se asegura que personas con un alto coeficiente intelectual se aburren con menos facilidad. La causa sería que pasan una buena parte de su tiempo centradas en sus pensamientos. Eso las mantiene entretenidas, motivadas y estimuladas.
Por el contrario, según este estudio, las que no tienen altas capacidades necesitan de un mayor número de actividades que de alguna manera guíen su atención con las que poder “llenar” su día y estimular su mente. Por ejemplo, entre ellas mencionan salir a hacer deporte. Cuidado, porque esto no quiere decir que a las personas muy inteligentes no les convenga o no les guste socializar o realizar actividad física.
Nos encontramos con otra investigación que sigue la misma línea. En este caso, realizada por Singapore Management University y la London School of Economics and Politial Science. Este estudio concluye que las personas más inteligentes prefieren dedicar largas horas a sus metas y objetivos que a socializar con otras personas. Curioso, ¿no?
Aburrimiento e inteligencia en niños con altas capacidades
En el caso de los niños superdotados, la situación anterior se invierte. Los pequeños con gran precocidad en el aprendizaje y con altas capacidades, tienden a aburrirse muy frecuentemente si no se encuentran en aulas especiales y adaptadas a sus necesidades educativas.
El desarrollo cognitivo de estos niños está por encima de la media del de sus compañeros. Por eso, si el ritmo de las clases está por debajo del que ellos necesitan para seguir progresando, surge el aburrimiento y la desidia.
De ahí que su actitud en la clase sea la de un esparcimiento continuo y una gran facilidad para distraerse. No prestan atención, no realicen los deberes y sienten desgana antes, durante y después de estar en la escuela. Suelen mostrarse muy críticos con su profesores y con frecuencia muestran un bajo rendimiento académico.
Como vemos, aburrimiento e inteligencia guardan una íntima relación. Pero, también hay que tener en cuenta que no todos los niños actúan de la misma manera ni se aburren igual. Por supuesto existen niños muy capaces que no suelen cansarse o evadirse, así como niños que están por debajo de los niveles intelectuales normales que se aburren sobremanera. ¡Bienvenidas sean las diferencias individuales!
Salud, aburrimiento e inteligencia
El aburrimiento en niños con altas capacidades puede tener repercusiones serias en su salud física y psíquica. Incluso, puede llegar a generarles grandes trastornos sociales, conductuales y cognitivos. Por ejemplo, graves dificultades de adaptación e integración en su grupo de iguales y sentimientos de frustración, indefensión que, pasados los años, son de incompetencia y ansiedad.
Estas alteraciones pueden agravarse si profesionales de la infancia confunden el aburrimiento dada su alta inteligencia con otros trastornos o patologías. Por ejemplo, con TDAH, que también genera desconcentración en clase, o con problemas en el aprendizaje o alteraciones en la personalidad.
En los adultos, si el aburrimiento es extremo y muy habitual, puede ocasionar problemas graves. Como indica James Danckert, uno de los mayores expertos en esta materia, si lo experimentamos en estos términos, es probable que tengamos una mayor tendencia a desarrollar depresión, ansiedad o conductas adictivas. Además, puede ser causa de un trastorno obsesivo-compulsivo o de diferentes somatizaciones, porque tiene un poderoso efecto negativo sobre la salud física y psicológica.
No obstante, aburrirse de vez en cuando nos puede hacer ganar salud. A veces, cuando nos encontramos sobresaturados del ritmo del día a día echamos de menos esos pequeños ratos de “no hacer nada”. Son momentos para dedicarnos a nosotros mismos y convenientes para liberar la mente de vez en cuando. Así, prestaremos atención a nuestros pensamientos internos, que a lo mejor también tienen algo que decirnos.