La aceptación es clave para una vida más plena
La aceptación es la adopción voluntaria de una postura intencionalmente abierta, receptiva, flexible y exenta de juicios en relación al momento presente. Se apoya en la actitud de “estar dispuesto” a entrar en contacto con las vivencias internas negativas o con aquellas situaciones, acontecimientos o interacciones que tengan alguna probabilidad de desencadenarlas.
La aceptación no debe ser confundida con la resignación. Hay circunstancias en las que es posible el cambio y, también, otras en las que intentar un cambio es contraproducente. En todo caso, para el crecimiento personal, lo más conveniente sería que el primer paso fuese la aceptación, para llegar a ser plenamente conscientes. Por el contrario, una forma de aceptación pasiva no predice necesariamente buenas consecuencias para la salud (Cook y Hayes, 2010).
Ahora bien, el cambio se fortalece tanto al abrazar el momento presente como al aceptar todo lo que ocurra durante el proceso de cambio. Además es importante mencionar también que la aceptación no es la admisión de un fracaso personal; más bien, se trata de reconocer que una determinada estrategia no ha funcionado o no puede dar resultado.
¿En qué consiste la aceptación?
La aceptación consiste en elegir en función de valores y estar dispuesto a sentir y actuar en consonancia con ellos.
La aceptación tiene que estar basada en valores y enfocada en lo que está presente en el momento en el que esté presente. Sentir lo que uno está sintiendo no es un fin en sí mismo. Es sentir para tener una vida más significativa. De ahí que deba ser una elección basada en valores.
Una vez que sabemos cuáles son nuestros valores y dirección en la vida y tengamos claro lo que queremos conseguir, nos tendremos que enfrentar con situaciones que nos provocarán pensamientos y emociones desagradables. Es aquí donde será fundamental nuestra actitud de estar dispuestos y abiertos a esas experiencias, pues nos ayudará a seguir en la dirección que nos importa.
Aceptar no significa querer el dolor porque sí
Querer significa necesitar, y nadie necesita situaciones negativas. Aceptar significa estar dispuesto a sentir y tener pensamientos negativos si eso nos ayuda a conseguir metas significativas para nosotros, que están en consonancia con nuestros valores.
La aceptación no implica elegir sufrir sin motivo, sino tener la valentía suficiente para asumir lo que ocurra en cada momento, aunque el dolor aparezca.
Los efectos negativos de la falta de aceptación
Hay que tener en cuenta una diferencia importante entre el “dolor limpio” y el “dolor sucio”.
- El dolor limpio es el malestar natural que experimentamos como respuesta a un problema real.
- Por el contrario, el dolor sucio es aquel que experimentamos cuando luchamos innecesariamente por controlar, eliminar o evitar el dolor limpio.
Cuando hay falta de aceptación, sentimos “dolor sucio”. En este punto, sería importante tener en cuenta que aceptación no sería la admisión de un fracaso personal, sino reconocer que determinada estrategia no ha dado el resultado deseado. ¿Cuántas veces hemos hecho las mismas cosas provocando las mismas consecuencias desagradables?
Aceptar para actuar y encontrar soluciones
Una actitud de aceptación nos dará una visión realista de cómo lo estamos haciendo, ayudándonos a fijarnos sobre todo en el comportamiento de una situación concreta, y contribuirá a no hacernos críticas hacia nosotros mismos, que no nos ayudarán en nada.
La aceptación nos ayuda a actuar desde la calma para no perder nuestro rumbo. Para ello, es necesario identificar los obstáculos emocionales que se interponen entre nuestras metas y nosotros, para gestionarlos de la mejor manera posible. Solo así podremos elaborar un plan que nos ayude a seguir adelante.
La aceptación se pone al servicio de la acción valiosa, pues se enfoca en la búsqueda de soluciones.
¿Cómo se practica la aceptación?
Para que la aceptación aparezca, tenemos que generar cambios tanto a nivel cognitivo como emocional. Esto implica revisar nuestras creencias y sentimientos y analizar de qué forma influyen en nuestras conductas.
Pensamientos
Aquellos pensamientos que consideramos negativos, en realidad no son ni buenos ni malos, son simplemente pensamientos. Entonces, con aquellos que nos provocan sufrimiento y no nos ayudan, podemos practicar distintas técnicas para distanciarnos, pero sin luchar contra ellos.
Por ejemplo, en lugar de decir “soy un inútil” sería mejor expresar “estoy teniendo el pensamiento de que soy un inútil”. También podemos pensar en la mente como si fuera una emisora de radio, que nos está dando noticias todo el día y, cuando nos vengan pensamientos molestos, darle las gracias por mantenernos informados.
Emociones
A veces, nos es muy difícil soportar ciertas emociones, sobre todo si nos resultan desagradables. De modo que en un intento de luchar contra ellas para eliminarlas, ocurre todo lo contrario: aumentan su intensidad.
Una de las estrategias para hacerles frente sería adoptar una actitud de expansión, es decir, observándolas y dándoles el espacio suficiente para mirarlas con curiosidad, no con juicios del tipo “esto no lo puedo soportar”. La idea es verlas, sin ponerles etiquetas.
Esto nos dará el margen de no dejarnos arrastrar por la emoción y evitar que nos lleve a una dirección que no deseamos, por ejemplo, dejar de hacer cosas que nos importen o transformarnos en víctimas de nuestros impulsos.
En definitiva, aceptar es importante para que la plenitud esté presente en nuestras vidas, porque de lo contrario viviremos llenos de miedos, malestar, inseguridades y expectativas.
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- Steven C. Hayes; Kirk Strosahl; Kelly G. Wilson(2012) Terapia de aceptación y compromiso; Proceso y práctica del cambio consciente. 394-429.