Admiración y amor, ¿cuál es la diferencia?
La línea que distingue a la admiración del amor es muy sutil. Tan sutil, que no es raro confundir ambos sentimientos. Y no es raro porque estos sentimientos involucran una dinámica compleja. Se puede admirar, sin amar con el corazón, pero no se puede amar, sin que al mismo tiempo exista una parte de admiración.
El asunto se enreda todavía más si pensamos que el enamoramiento produce una cierta idealización de la persona amada. En esa primera fase de la relación, admiración y amor son casi lo mismo. Con el tiempo, comienza a primar lo uno o lo otro. Finalmente, todo se decanta a través de la mente y el corazón.
La belleza física, por ejemplo, es algo que puede suscitar admiración y deseo. Estos pueden ser muy intensos. Tanto, que a veces el conjunto se confunde con el amor. Lo mismo ocurre con otras virtudes circunstanciales como la fama o el poder. Generan tanta admiración que a veces terminan confundiéndose con amor.
“Amar es admirar con el corazón, pero admirar es amar con la mente”.
-Alfredo La Mont-
Admiración y amor, juntos y separados
De una u otra forma, siempre que hay amor también hay admiración. En este caso, amor y admiración van de la mano. Sin embargo, no ocurre lo mismo cuando se invierten los términos. Es decir, que no siempre cuando hay admiración, también está presente el amor.
Lo complejo de esta lógica viene porque las personas somos muy dadas a idealizar a los otros cuando responden de alguna manera a nuestras expectativas o necesidades. La relación entre admiración y amor también se complejiza porque muchas veces se llama “amar” al deseo de “ser amado”.
Respecto a la idealización, tiene que ver con adjudicarle a otras virtudes que no tiene o con exagerar las que sí tiene. Esto sucede frecuentemente en la fase de enamoramiento. No se conoce suficientemente a la pareja, pero la miramos a través de un filtro: el deseo de que sea alguien maravilloso. En ese caso hay admiración y amor, pero ambos tienen bases endebles, porque buena parte de ese amor son expectativas y fantasías.
Por otro lado, muchos quieren “ser amados” por la persona más popular, o la más atractiva, o la más poderosa. Ese amor que eventualmente les prodigan esas figuras, aumenta, digamos, su “estatus” afectivo y social. Por lo tanto, es algo que pueden desear fervientemente y confundirlo con amor.
Admiración y autoestima
Es usual que las personas con problemas de autoestima idealicen el amor y tiendan a “enamorarse” de quienes ven como superiores al promedio. De este modo, el supuesto sentimiento de amor está inspirado en una admiración mal enfocada. En el fondo, lo que buscan es recuperar ese amor propio que les falta por la vía de ser aprobados y queridos por alguien a quien le adjudican ese poder.
También en nuestra cultura hay ciertos estereotipos de lo que es admirable o no. En términos “comerciales”, alguien admirable es el que se ajusta al cliente ideal del mercado. El que cumple con los parámetros establecidos por este. Bello, atlético, con capacidad de consumo y muy autodeterminado.
Por lo tanto, muchas personas ávidas de aceptación buscarán estos estereotipos para depositar en ellos sus, aparentes, afectos. Es una manera de sentirse incluidos y de conjurar el fantasma del rechazo. Sin embargo, ahí no hay ni admiración ni amor. Solo un duro y fuerte rechazo hacia uno mismo.
La sana admiración y el amor saludable
El amor verdadero no está tan enfocado a despertar amor en el otro como a dar de sí mismo para el bien del otro. No es un “sentimiento cegador”, ni surge de la noche a la mañana. Supone conocimiento, aceptación y, cómo no, también admiración por la pareja. En ese caso se trata de una admiración que nace del conocimiento y del reconocimiento.
En el amor hay admiración porque se logra profundizar en el trato con el otro y se descubren sus múltiples virtudes, muchas de las cuales no se aprecian a simple vista. Hay una disposición positiva hacia esos hallazgos. No hay interés en servirse de esas virtudes, sino simplemente afecto por encarnarlas.
De este modo, la admiración se convierte en un elemento importante para mantener un amor sano y pleno durante largo tiempo. Cuando ya no solo admiramos cualidades superficiales como la belleza física, la fama o el dinero, sino que valoramos y reconocemos rasgos más profundos en nuestro ser amado, estamos ante un amor construido a través del compromiso y la admiración mutua.
Entre tanto, la admiración sin amor es fruto de la reflexión. Implica el reconocimiento de virtudes, habilidades o cualidades que se estiman como valiosas. Se admira a un artista por su talento o a un líder por su tenacidad o a un maestro por su sabiduría. Nada de esto implica amor en el sentido romántico del término. Por lo tanto, se puede admirar sin amar, pero no lo contrario.