Alzhéimer, un enemigo silencioso
Padecer alzhéimer o tener una persona cercana que lo padezca, puede ser una de las situaciones más difíciles de sobrellevar en la vida. Actualmente, hay 47,5 millones de personas en el mundo que padecen alguna forma de demencia; y de ellas, entre el 60 % y el 70 % de los casos corresponden a alzhéimer, según cifras de la Organización Mundial de la Salud.
Se trata de una enfermedad que resulta muy difícil de aceptar, asimilar y sobrellevar. Las personas afectadas por el alzhéimer sufren un deterioro progresivo, que incluye cambios abruptos en su comportamiento y una dependencia cada vez mayor.
La situación es muy dolorosa para quien padece esta forma de demencia, porque atraviesa por momentos de creciente confusión y profunda depresión. Para quienes le rodean, la enfermedad puede ser devastadora, especialmente por la impotencia que se experimenta y por lo fatigante que puede resultar la atención del afectado.
Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.
El alzhéimer
Oficialmente, en la actualidad el alzhéimer no tiene cura. Lo usual es que el diagnóstico, que se da por descarte, se produzca unos 5 o 6 años después de que hayan aparecido los primeros síntomas. A partir de entonces, lo que se espera es que el afectado sufra un grave deterioro, que lo lleve finalmente a la muerte.
Lo común es que quien padece de alzhéimer tenga una esperanza de vida de entre 7 y 20 años, después de formulado el diagnóstico. La enfermedad atraviesa básicamente por tres fases: en la primera se producen problemas de memoria de corto plazo, desorientación, reducción de la habilidad motora y algunos cambios en el comportamiento, que pueden pasar desapercibidos.
En la segunda fase, el deterioro de la memoria y del comportamiento se hace más evidente. La persona puede dejar de reconocer a las personas de su familia y tener reacciones muy agresivas frente a los otros, sin causa aparente.
En la última fase, la persona es cada vez menos funcional. Puede olvidar la forma de usar el lenguaje y llegar a la dependencia total para realizar hasta las más simples actividades cotidianas, como comer o ir al baño.
La familia de un enfermo de alzhéimer debe enfrentarse a momentos muy complejos y a decisiones supremamente difíciles. La primera dificultad está en el diagnóstico mismo, ya que se trata de una enfermedad que se manifiesta de manera diferente en cada persona. En este sentido, mientras hay pacientes que muestran los síntomas típicos, hay otros que no.
El alzhéimer se confunde fácilmente con la depresión profunda, con los trastornos de ansiedad o con los cambios propios de la vejez. De hecho, el diagnóstico 100 % confirmado del alzhéimer solo se realiza después de la muerte, con la observación detenida del cerebro durante la autopsia. En vida solamente se puede hacer un diagnóstico de probabilidad.
Asimismo, la familia debe adaptar sus condiciones de vida a la situación del enfermo. En algún momento debe decidir si mantiene los cuidados caseros o remite al enfermo a un centro especializado. Esto implica, sin duda, una confrontación muy fuerte con distintas emociones y sentimientos.
Sí hay esperanza
Es posible abordar el alzhéimer de tal manera que no haya afectaciones demasiado graves en la familia y que el enfermo conserve un importante porcentaje de calidad de vida. De momento, la enfermedad no se puede curar, pero sí se puede ralentizar, o sea, hacer que su progreso sea más lento.
Se sabe que el estrés incrementa la severidad de los síntomas en el alzhé imer. Por ello, es importante tomar medidas para reducir la angustia, en todas las formas en que pueda presentarse.
Una buena idea es establecer rutinas rígidas para el enfermo y hacer del hogar un espacio seguro. Las rutinas fijas ayudan a disminuir el estrés y contribuyen a que el paciente reduzca su desorientación. De igual manera, simplifican la vida cotidiana tanto para el enfermo como para su familia.
De ser posible, resulta conveniente contratar una persona externa para que contribuya con el cuidado del enfermo. Esto se aplica especialmente a lo que tiene que ver con el baño, el vestido, la alimentación y la toma de los medicamentos en el orden y a la hora adecuados.
Si esto no es posible, lo aconsejable es distribuir el cuidado del enfermo entre los distintos familiares. Si tampoco esto es viable, el cuidador tiene que considerar seriamente la opción de llevar al enfermo a un centro especializado.
Lo bueno es que hay científicos en todo el mundo tratando de encontrar la cura para el alzhéimer. En Australia, por ejemplo, se ha descubierto un tratamiento que ayuda a recuperar la memoria. Los resultados hasta el momento son muy alentadores.
La Academia Americana de Neurología también ha hecho grandes progresos en ese sentido. Con el medicamento ORM-12741 se han obtenido resultados alentadores en la recuperación de la memoria.
Por su parte, el neurólogo Rodolfo Llinás, director del programa Neurolab de la NASA y reconocido mundialmente por sus investigaciones sobre el cerebro, asegura haber encontrado la cura para el alzhéimer. Aunque hay quien pone en duda sus hallazgos, lo cierto es que este docente de neurociencia en la Universidad de Nueva York indica en sus publicaciones que en menos de diez años la cura para el alzhéimer estará al alcance de todos.
Imágenes cortesía de Sara K Byrne