Los arquetipos del yo en Carl Jung
Los arquetipos del yo, también conocidos como “arquetipos superiores” o “principales”, son representaciones inconscientes que tienen una gran influencia en el desarrollo de la psique humana, según la psicología analítica de Carl Jung.
En términos generales, los arquetipos son patrones universales que hacen parte del inconsciente colectivo. Dicho de otro modo, rasgos inconscientes comunes a toda la humanidad que determinan formas de ser específicas.
Carl Jung se valió de la religión y de la mitología para definir estos patrones y modelos. De este modo llegó a la definición de un gran número de arquetipos. Sin embargo, dentro de ellos habría cinco que tienen especial importancia. A estos se les conoce como arquetipos del yo, y son los siguientes.
“Su visión se aclarará solamente cuando usted pueda mirar en su propio corazón. Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta”.
-Carl Gustav Jung-
Ánima
El ánima es uno de los arquetipos del yo en Carl Jung. El concepto viene del latín alma y se correspondería con la imagen de lo eterno femenino en el inconsciente de un hombre. Está vinculado con el principio de eros y define o refleja la naturaleza de las relaciones que un hombre establece con las mujeres.
Para Jung, este arquetipo tiene cuatro fases de desarrollo, o cuatro niveles de evolución:
- Primer grado. Corresponde a la función biológica básica de lo femenino, cuyo papel es el de aquello que debe ser fecundado. El arquetipo básico sería Eva o Gaia.
- Segundo grado. Lo instintivo básico adquiere nuevos matices que lo aproximan a lo bello y lo romántico. El arquetipo esencial sería Helena de Troya.
- Tercer grado. La espiritualización o la maternidad espiritualizada. Corresponde al modelo de la Virgen María.
- Cuarto grado. La sabiduría o sapiencia de lo eterno femenino. Corresponde a Sofía, la diosa griega de la sabiduría.
Ánimus, uno de los arquetipos del yo
El ánimus viene a ser la contraparte del ánima y corresponde a la imagen de lo eterno masculino en el inconsciente de una mujer. Ánimus remite al concepto de “espíritu” y se rige por el principio de logos. Está vinculado con el mundo de las ideas y de lo espiritual. Tanto en este caso, como en el anterior, la identificación inconsciente con el arquetipo respectivo, provocan un sentimiento de desilusión frente al sexo opuesto.
Este es otro de los arquetipos del yo que, según lo plantea Jung, tiene cuatro niveles de evolución:
- Primera etapa. Es la representación del poder físico, el atleta. El paradigma sería Hércules.
- Segunda etapa. La iniciativa y el empuje, representados en la figura mitológica de Apolo.
- Tercera etapa. Las virtudes se transforman en palabra y aparece entonces el sacerdote o el profesor.
- Cuarta etapa. La manifestación más elevada de lo masculino. Es el que concilia lo consciente y lo inconsciente. Se representa con la figura de Hermes.
Persona
Dentro de los arquetipos del yo propuestos por Jung, este representa la zona inconsciente de uno mismo que se quiere compartir con los demás. Vendría a ser algo así como “la imagen pública”, la cual está constituida por elementos inconscientes, pero que se armonizan con elementos conscientes y por eso quieren darse a conocer a los otros.
Así mismo, el arquetipo de la persona coincide con la raíz latina de esa palabra, que en su acepción original significa ‘máscara’. Por lo tanto, la persona como arquetipo tiene que ver con el yo social y las múltiples facetas que adopta según las circunstancias. Está regido por el principio de adaptación.
Sombra
La sombra vendría a ser lo opuesto a la persona. Jung la define con estas palabras: ‘la imagen de nosotros mismos que se desliza detrás de nosotros cuando caminamos hacia la luz’. Es uno de los arquetipos más interesantes del yo y corresponde a la parte oculta de un individuo, su “otra cara”, aquello de uno mismo que se esconde a los ojos de los demás, pero también a los de uno mismo.
La sombra es esa zona oscura de la personalidad a la cual ni siquiera uno mismo tiene acceso. De hecho, los rasgos presentes en esa zona inconsciente no se reconocen como propios, aunque lo sean. Esos contenidos se rechazan de forma inconsciente, pero si toman fuerza, se convierten en antagonistas del yo. Lo rige el principio del caos.
Sí mismo
Para Jung, el sí mismo es el arquetipo esencial del inconsciente colectivo. Representa la totalidad, o máxima expresión, del ser humano: “la unión de los opuestos por excelencia”. Vendría a ser algo así como el último escalón en el proceso de evolución del hombre o, como lo dice Jung, del proceso de individuación.
La totalidad a la que se refiere este arquetipo se manifiesta como poder transpersonal. Comprende el centro de la psique, aquello que gobierna a una persona y el destino al que se dirige, sea consciente de ello o no. Está determinado por el principio de coherencia y estructura que configura el equilibrio.
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