Cómo ayudar al niño que un día fuimos

Cómo ayudar al niño que un día fuimos
Alicia Escaño Hidalgo

Escrito y verificado por la psicóloga Alicia Escaño Hidalgo.

Última actualización: 24 febrero, 2022

Es una obviedad decir que todos hemos sido niños en algún momento. Hasta la persona que pueda parecerte más agresiva, iracunda, cascarrabias o tóxica ha pasado por esa dulce etapa vital que se supone, debería ser la infancia. Pero no siempre es de color de rosa. Para muchas personas la infancia ha significado un periodo vital del que prefieren no acordarse.

Niños huérfanos, maltratados, abandonados, criticados…Tristemente, el ser niño no te exime de recibir comportamientos tan penosos o negligentes por parte de los adultos.

Y esto acaba pasando factura. Ese niño crece con una autoestima deficiente, pensando que no es digno de amor, que siempre le abandonarán, que dependerá de otros para ser feliz o que carece de valía personal. Al llegar a la edad adulta, todas estas carencias pueden ser sacadas a la luz en forma de falta de asertividad, celos, rabia, adicciones o depresión.

No pretendemos echar toda la culpa de como nos sentimos ahora a nuestro pasado, pero sí que es importante conocer su influencia para ahora, en el presente, aprender las herramientas que necesitamos para salir a flote.

Ese niño, que aun está dentro de nosotros, sigue dolido y necesita que el adulto que ahora somos le ayude a sanarse.

Los esquemas vitales

Jeffrey Young es un psicólogo americano conocido por ser el fundador de la terapia de esquemas. Esta terapia consiste en que la persona que está sufriendo se dé cuenta de los esquemas que hoy día rigen su vida y como estos deben ser modificados.

Estos esquemas fueron aprendidos en la infancia y han sido extrapolados a la edad adulta. El objetivo de la terapia es desactivar los esquemas y conseguir sanar al niño que llevamos dentro.

Los esquemas son patrones de pensamiento, emoción y acción que repetimos constantemente al encontrarnos en una situación determinada.

Niña

Si por ejemplo nuestra madre nos abandonó cuando éramos niños, y es un hecho que no supimos gestionar, es probable que en la actualidad presientas con frecuencia que vas a ser abandonado. Esto repercute en las relaciones de amistad, familiares o pareja y puede estar generándote una conducta celotípica, agresiva o dependiente.

Digamos que aquella figura tan importante para ti que era tu madre, ha sido proyectada por ejemplo, en tu pareja. Así, como crees no ser digno de amor, piensas erróneamente que puede dejarte, al igual que lo hizo tu madre.

Además del esquema de abandono, existen otros como el de privación emocional, fracaso, vulnerabilidad al daño, desconfianza, etc… los cuales por razones de espacio no entraremos a explicar aquí. Todos ellos comparten la peculiaridad de que han sido formados en la infancia, ya sea por el tipo de apego con la familia o por experiencias tempranas traumáticas.

Estos esquemas siguen activándose cuando somos adultos, al encontrarnos con experiencias que se parecen a las que experimentamos de niños.

Sanar al niño interior

Las terapias cognitivo-conductuales se basan en el cambio de pensamientos automáticos negativos y creencias actuales, además de en la deshabituación de ciertos comportamientos repetitivos que son disfuncionales. También trabajan con las emociones y la influencia que tienen sobre nuestro comportamiento y su evaluación.

La terapia de esquemas, además de todo esto, añade el ejercicio de echar un vistazo al pasado, de volver a revivir aquello que nos hirió cuando éramos pequeños e intentar que nuestro adulto ayude a nuestro niño.

Un ejercicio que podemos practicar cada día es imaginarnos a nosotros mismos de niños, en una situación que fue dolorosa y no hemos superado. Cierra los ojos, relájate e intenta revivir lo más nítidamente posible aquella escena. Observa a ese niño o niña que eras y siente las emociones que sentiste. No huyas de la tristeza, ni de la ansiedad ni de la rabia que te supuso. Permítete sentirlas en todo su esplendor.

Niña interior

Una vez que estés metido en la escena y lo sientas todo casi como aquel día, saca a escena a tu adulto, con toda la sabiduría que ahora tiene y deja que ayude a ese niño. El adulto abrazará al niño, le secará las lágrimas, lo entenderá y le dirá que está ahí para siempre. Además, el adulto le preguntará al niño qué es lo que necesita e intentará satisfacerlo. De esta forma, habrás cubierto tus necesidades y ayudado a ese niño, que eres tú.

Además, el adulto debe animar al niño a perdonar. Este acto, tan valiente, rompe las cadenas de la esclavitud de un recuerdo difícil de superar y que aun nos pesa en la actualidad.

Es un ejercicio muy emotivo que ayuda a profundizar en nuestros sentimientos y a desactivar, en parte y con mucha práctica, los esquemas disfuncionales que hemos aprendido.

Imagen principal de Amanda Cass


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